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Guillermo Arriaga: “La violencia la genera la falta de oportunidades”

El autor de “Amores perros” y “21 gramos” gana el premio Alfaguara con “Salvar el fuego”, una novela sobre amor, miedo y rabia
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Guillermo Arriaga (México, 1958) rechaza la palabra «guionista» porque es una manera de menospreciar a la persona que escribe historia y diálogos para el cine frente al que lo hace para la letra impresa. Prefiere llamarse autor en ambos casos y lo cierto es que cualquera que haya visto las películas «Amores perros», «21 gramos» o «Babel» puede sentir el latido literario tanto como en una novela que, por cierto, también ha publicado: «El búfalo de la noche», «El salvaje» y ahora «Salvar el fuego», una historia de amor extremo y con muchos tipos de fronteras en el trasfondo.
¿Cuál es el núcleo de la historia que quería escribir?
–Siempre quise contar una historia de amor al extremo. Pero la idea inicial era un pequeño relato subversivo que pensé que tendrá 120 páginas, en una sola persona y que lograría acabarla pronto, pero se fue de las manos.
No tenía un plan.
–Ni siquiera una brújula, ni mapa. Solo tengo una noción pequeña de qué se puede tratar y empiezo a descubrir como si fuera lector.
Los dos protagonistas sí que los tendría en la cabeza...
–Sí, pero no sabía que ella iba a ser una bailarina y él, un homicida. Debía ser un amor improbable entre una mujer casada y un preso, pero ignoraba lo demás.
Pertenecen a dos mundos ajenos que ni tienen conciencia uno de que existe el otro.
–Ella pertenece a una clase social en la que todo es previsible. Que se enamore de quien pertence a sus mismos círculos y universidades, y que se case con alguien de su clase social. Pero enamorarse de alguien fuera de su contexto no lo es. Falta una colisión.
Se aprecia en el lenguaje. Escribe en dos españoles radicalmente distintos.
–Los personajes me lo dijeron, pero es cierto que llevaba tiempo queriendo escribir algo con mucho eslang, mucho caló, y me fui atrapando. Mi proceso de escritura es completamente caótico. Los diarios carcelarios, por ejemplo, fueron improvisados, no hice ninguna investigación porque soy muy vago para eso. Pensé si yo diera un taller literario en la cárcel, qué escribiría cada uno.
La violencia une la novela. Para un personaje, es una realidad ajena, pero, para José Cuauhtémoc, aunque la quiere evitar, acaba atrapado. ¿Hay alternativa a la violencia o algunas personas están abocadas a ellas sin remisión?
–Yo creo que sí hay alternativa. Claro que hay remedio. Obviamente hay quien tiene trastornos psicológicos graves, pero, en términos sociales, por supuesto que existe. Yo creo que eliminar la impunidad, la corrupción y la desigualdad es clave. Pero, a nivel personal, pienso que de los pocos antídotos que hay es el amor.
La historia del libro habla de eso, que hay redención.
–Existe. Siempre he creído en la esperanza. Mis novelas comienzan con un personaje llevado a un lugar muy oscuro que encuentra la salvación. Eso está en el amor en sus diferentes manifestaciones. El amor paterno redime, la amistad redime, y tambien sin duda el amor de pareja.
Sin embargo, la sociedad no lo pone fácil. El poder político, por ejemplo.
–No podemos olvidar que el amor es un sentimiento controlado por el poder político. Es subversivo y eso ha sido estudiado por varios psicólogos, antropólogos y politólogos. Freud decía en «El malestar de la cultura» que la sociedad está muy interesada en que sacrifiquemos estos amores en aras del progreso económico.
Ojalá fuera suficiente para curar el coronavirus.
–Bueno, esto nos está haciendo reflexionar. El encierro hay que pensarlo. Es una situación extraña que puede ser positiva o no. Si de repente nos convertimos en recelosos del otro, ahí tenemos un grave problema.
¿Podría esto dejar secuelas?
–No creo. Te lo digo porque ya lo vivimos en México con el H1N1, que fue una epidemia muy fuerte que pudimos controlar pero ya lo experimentamos a un grado extremo. Se te incorporan en la cabeza ciertas medidas de higiene. Yo ya nunca estornudo en la mano, siempre hacia adentro del codo. Vamos a salir bien los seres humanos y se revitalizará la economía. No creo que haya un cambio sustancial, aunque ojalá que el cambio venga con la reflexióny me gustaría que la cultura fuera un elemento importante. La gente canta en los balcones para unirse y los libros pueden ser una parte importante del encierro.
Pensando en la cultura, ha habido muchas series que ensalzan el narco. ¿Qué reflexión le genera?
–Creo que uno no puede escapar a los temas de la sociedad. Y como EE UU no escapó a hablar del terrorismo o su poder político, como «El ala Oeste» o «House of cards», pues las normas del mercado dictan los intereses. En mi caso, siempre me negué a hablar del narcotráfico. Pero he ido tanto a la zona que sufre los embates, que es la frontera, que se filtró.
Genera violencia y terror.
–Yo creo que la violencia la ha generado la pobreza y la falta de oportunidad. Y también la impunidad. Y un monstruo devorador al norte de nuestro país que exige sus dosis y que está muy hambriento.
Y que no juega limpio, porque pide droga y luego levanta un muro para que las consecuencias se queden en el sur.
–Como dijo Porfirio Díaz, el expresidente mexicano: «Tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos».