Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por

Muere Krzysztof Penderecki, el compositor que coleccionaba árboles

El maestro polaco, uno de los últimos grandes creadores, fallece a los 86 años; un amante de la botánica que deja un inmenso legado artístico
Muere Krzysztof Penderecki, el compositor que coleccionaba árboles
DIEGO AZUBELEFE
La Razón
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

Creada:

Última actualización:

Decía de él que «soy un compositor un poco loco que colecciona árboles». Esta era una de las definiciones que más gustaba a Krysztof Penderecki cuando le preguntaban quién era. Nació en Polonia el 23 de noviembre de 1933 y su abuelo, cuando era un niño de cinco o seis años, le enseñó los nombres de los árboles en latín para que guardara siempre ese recuerdo, para que aprendiera a amarlos como lo había hecho él, que, a la vez, lo recordaba de su padre, un guardabosques. «Tenemos una casa en Cracovia, pero vivo principalmente en la de campo. Me interesa bastante la botánica y poseo mi propio bosque de árboles, el más grande de Europa del Este, con 1.700 especies. Esta es mi segunda profesión: cazar y coleccionar árboles y plantar cada año unos 100. Hay algo que no consigo explicar que me fascina de ellos, quizá sea que según la estación son diferentes. Eso, y el silencio que destilan», recordaba en una entrevista hace un tiempo. ¿Su árbol preferido? El arce.
Estudió música en el Conservatorio y se interesó por el violín. La cuerda le fascinaba, pero no permanecer inmóvil. Su ejemplo era Picasso, siempre diferente. La antítesis, Chagall. En la universidad estudió contrapunto. Hasta que en 1957 se dio de bruces con el primer estudio de música electrónica que había en Varsovia y ya no volvió a ser igual. Stockhausen y Bruno Maderna cambiaron su vida, la revolvieron por completo.
El loco de Nicholson
Luigi Nono fue un referente en su obra, el único compositor que salva de una música que le atrapó y que luego aparcó porque no evolucionaba. «Prefería regresar a la orquesta, cada interpretación es distinta, y eso es lo que me atraía». Explorar nuevas rutas, transitar otros caminos como si anduviera por el interior de un laberinto «donde no se puede ir en línea recta siempre, sino que has de zigzaguear y ponerte a prueba. Así es la vida del artista», decía.
Y cada día se ponía a prueba, con el temor de no poder dar ya más de sí. Se sentía perdido frente al folio en blanco, no sabía qué escribir, pensaba si lo había escrito todo ya y estaba seco. Pero siguió. No conoció personalmente a Stanley Kubrick aunque le encargó la música de «El resplandor». Quería algo especial para el momento en que Jack Nicholson deambulaba enloquecido por el laberinto. Había escrito valiéndose de ocarinas «El despertar de Jacob» y pensó que casaría perfectamente con el filme, tan desasosegante. Andrej Wajda también trabajó con él. Y Scorsese.
A medida que pasaron los años Penderecki decidió profundizar en lo hecho y dejar las búsquedas para otros. Creó incluso instrumentos de percusión, como en «Las siete puertas de Jerusalén», donde se valió de uno completamente nuevo, llamado tubaphone. A los 77 años decía que calculaba que le quedaban unos siete de trabajo. Y no le fallaron las cuentas. De su mano salieron las ya inmortales «Strophen» y «Emanationen», ambas de 1959, la grandiosa «Treno a las víctimas de Hiroshima» (1958-1961), «La pasión según san Lucas» (1963-1965), «Veni Creator (para coro mixto a capella, 1987), o la última que compuso, en 2019, «Aria, Ciaccona & Vivace», estrenada justamente hace un año. Es autor de «Los demonios de Ludun» (1968), su única ópera, una pieza en tres actos que compuso por encargo.
Arte para tiempos de opresión
El entonces Príncipe de Asturias destacó en 2001 de Penderecki que «su música ha sido un clamor de sinceridad y dignidad en unos años en los que los artistas sufrieron opresión y persecución». Fue la misma edición de los galardones en que también lo obtuvieron Doris Lessing y George Steiner.

Archivado en: