Un siglo de la Legión
En el año que se cumple el primer centenario de la Legión, repasamos su trayectoria desde su fundación a la actualidad
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En el contexto del conflicto que sostenía España en el protectorado de Marruecos –cronificado, costoso e impopular en la Península– se formó en 1920 el Tercio de Extranjeros con vocación de ser un contingente profesionalizado que pudiera combatir con eficacia y minimizar las bajas de soldados de reemplazo. El entonces comandante José Millán-Astray y Terreros, un señalado africanista, fue enviado a estudiar las formas de organización y el funcionamiento de la Légion Étrangère en Argelia, como modelo de referencia.
Con un teniente coronel al mando, constaría de tres unidades tipo batallón denominadas “banderas”, con su plana mayor, dos compañías de fusileros, una de ametralladoras y otra de depósito, encargada de la acogida e instrucción de los nuevos soldados. Su empleo táctico supuso una profunda transformación con respecto a la infantería peninsular por el predominio de la maniobra fluida con secciones más ligeras, apoyadas por gran potencia de fuego –a las ametralladoras se uniría pronto el uso de morteros– y desplegadas en guerrilla.
Cuando el 9 de julio de 1927 el alto comisario español, general Sanjurjo, comunicó oficialmente el final de la campaña de Marruecos, tras dieciocho años de operaciones, el Tercio solo había existido en los últimos siete, pero fue suficiente para participar en 845 acciones –entre las que probablemente destaque el desembarco de Alhucemas– con un saldo de dos mil muertos y otros seis mil heridos de un total de veinte mil hombres que habían prestado servicio. El experimento de la Legión había funcionado en el peculiar escenario del norte de África, hasta el punto de conformar una unidad eficaz, “escuela” de oficiales y “laboratorio” de procedimientos tácticos que habían de influir en los años venideros.
La República y la Guerra Civil
El fin de las hostilidades y el advenimiento de la Segunda República, con la reforma militar del ministro Manuel Azaña, afectó de lleno a una Legión instalada en una rutina de tiempos de paz, pero los sucesivos gabinetes harían uso de ella como una consistente fuerza disuasoria frente a procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios, del que el caso de la represión de la revolución de Asturias de 1934 sería el ejemplo más acabado y controvertido por las prácticas de castigo de los insurrectos y una brutalidad propia del contexto colonial.
El estallido de la Guerra Civil conllevó un proceso de crecimiento exponencial del cuerpo, que llegó a contar con dieciocho banderas, conforme la sublevación militar se convertía en una prolongada guerra convencional protagonizada por ejércitos de masas que exigían el encuadramiento de nuevas unidades. Así, si hasta noviembre de 1936 –fecha del fracaso del asalto directo de los rebeldes sobre Madrid– esta participación se caracterizó por una guerra de columnas con los efectivos limitados del Ejército de África, a partir de entonces la Legión pasó a representar la fuerza de choque de un extenso ejército regular. Como tal, todas sus banderas tuvieron un papel destacado en las principales batallas y campañas: el norte (1937), Brunete (1937), Teruel (1938), el Ebro (1938), Cataluña (1939)…
Consumada la derrota republicana en la primavera de 1939 aquella inmensa maquinaria militar resultaba ahora innecesaria e inasumible para un país arruinado. La Legión sufrió entonces una importante reorganización interna, que redujo sus efectivos a la mitad, para las funciones que le tocaba desempeñar en aquellos años: el control colonial en Marruecos y la lucha puntual contra el maquis, aparte de la contribución en hombres a la División Azul.
Del franquismo a la democracia
Fue precisamente la descolonización –asumida con reticencias por el régimen– la que marcó la experiencia del Tercio durante el franquismo. En abril de 1956, el Gobierno reconoció la independencia de Marruecos, que inmediatamente maniobró para adueñarse de Ifni y el Sáhara español. Esto daría lugar a la Guerra de Ifni (1957-1958) –y a uno de los combates más señalados en la memoria legionaria, el de Edchera– que no se cerraría hasta el Acuerdo de Sintra de 1958. Finalmente, muerto Franco, el Gobierno de Carlos Arias Navarro decidió entregar paulatinamente la administración civil y militar del territorio a Marruecos y Mauritania para 1976, de modo que el 20 de noviembre de ese año comenzó el repliegue de unidades hacia España. A la Legión le esperaban nuevos destinos y cometidos.
De hecho, la recuperación de la democracia trajo consigo un intenso debate sobre la continuidad de la Legión. Sin embargo la implicación en misiones internacionales y la modernización del cuerpo como fuerza de acción rápida disipó esta posibilidad. En agosto de 1992 el Parlamento aprobó la participación de la Legión en la Guerra de los Balcanes en el seno de la UNPROFOR. Era solo el comienzo de un largo historial de misiones internacionales que llevarían a la Legión a Albania, Kosovo, Macedonia, el Líbano, Irak, Afganistán y también al umbral de los cien años de historia a través de acontecimientos clave de la época contemporánea. Todos ellos forman parte del bagaje de la Legión y del devenir español, con lo que es pertinente abordarlos en términos históricos.
Para saber más:
"Cien años de la Legión 1920-2020″ (Desperta Ferro Ediciones), VV AA, 144 páginas, 14,95 euros