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Estrenos en el sofá: “La Flor”, “¿Dónde está mi cuerpo?” y “Frankie”

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Crítica de “La Flor” : Catorce horas extraordinarias ★★★★★

Dirección y guión: Mariano Llinás. Intérpretes: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes. Argentina, 2018. Duración: 868 minutos. Todos los géneros. Filmin
...Y la momia empezó a vengarse. No había reservas de ácido fosfórico en el laboratorio arqueológico, como tampoco hay tiempo de entender que luego, en otro lugar, un dúo a lo Pimpinela derramará sobre nuestros relojes «Yo soy fuego». Qué loco, Mariano Llinás. Nos engaña con un esquema en una libreta, que parece el dibujo de un niño –una flor inacabada, con sus pétalos mustios y su tallo imberbe–, y las seis historias no son seis sino seiscientas. Las catorce horas que dura «La flor» son el mundo pidiéndonos a gritos que juguemos, que lo importante es participar, que ganar es para perdedores. Jugar como jugaban Queneau o Perec, tomándose en serio su propia ludopatía literaria. Porque «La flor» también es varias novelas en una. Esas voces en off: qué hermosa historia de amor entre dos espías que no sabían que estaban enamorados, qué belleza. Qué buena idea que el filme se acabe cuando aún faltan dos capítulos de los que nos han prometido, y que continúe como en el exterior de sí misma, volviendo al cine mudo –con ese vuelo acrobático con banda sonora de celuloide de los años treinta, qué preciosidad–, «remake» en clave gaucha de «Un día en el campo» de Renoir, y aterrizando en una película soñada, con intertítulos y un velo como de lágrima o de recuerdo. Y siempre, o casi siempre, cuatro actrices disfrazándose, siendo otras todo el rato, siendo brujas y científicas, siendo espías y hablando tantos idiomas, porque da la impresión de que «La flor» está ocurriendo en muchos tiempos a la vez, y en muchos espacios a la vez, como autopistas que se entrecruzan por capas y sin saber dónde terminar, qué pesadilla, qué placer. Y sí, decíamos que las actrices juegan como en una película de Rivette, conspirando sobre un tablero de escenarios secretos y puentes levadizos, y los créditos duran cuarenta minutos, y Llinás ya nos ha abandonado, y todo cambio de plano es el inicio de una digresión, otra, que es una historia dentro de más, como en una versión nada intelectualizada de «Las mil y una noches», y uno se da cuenta de que ahora necesitamos más que nunca ficciones que nos desborden, que desafíen la división serial de las plataformas algorítmicas, y que a la vez sean como aquellos seriales de Feuillade o esas películas de Franju, con héroes enmascarados con cabezas de pájaros, y así vivir más…
Lo mejor: Su libertad expresiva, sus ganas de jugar, su falta de prejuicios, su heterodoxia no impostada
Lo peor: Que no estemos acostumbrados a esta duración exigente pero que al final se hace corta para lo que cuenta

Crítica de “¿Dónde está mi cuerpo?” : La mano que mece el mundo ★★★★✩

Dirección: Jérémy Clapin. Guión: Jérémy Clapin y Guillaume Laurant. Música: Dan Levy. Fotografía: Animation. Francia, 2019. Duración: 81 minutos. Animación. Netflix
Una mano atraviesa París para reencontrarse con el cuerpo al que pertenece. Mientras tanto, esa mano piensa, recuerda tal vez, la azarosa vida de su dueño, un huérfano soñador, que perdió a sus padres en un accidente y que creyó que podría atrapar su destino como si fuera una mosca lavándose las patas. Naoufel encuentra el amor en una hermosa conversación a través de un interfono, que parece evocar uno de los momentos más románticos del «Boy Meets Girl» de Carax, mientras su mano cruza océanos de polvo y basura, se bate en duelo con ratas y hormigas, para volver a ver a su dueño. Bella y melancólica, de una extraña y nada empalagosa poesía dibujada a pulso es una apología de lo táctil como potencia creadora de sentido existencial. Con las manos miramos el mundo, aunque este parezca desmoronarse a nuestros pies. Seguro que al John Irving de «El mundo según Garp», explícitamente homenajeado, le ha encantado.
Lo mejor: Sabe construir una poética romántica a partir de una animación minuciosa y atenta al detalle
Lo peor: Tal vez en el tramo final el punto de partida de la película pierda un poco de fuerza

Crítica de “¿Dónde está mi cuerpo?” : La mano que mece el mundo ★★★✩✩

Director: Ira Sachs. Guión: Ira Sachs y Mauricio Zacharias. Intérpretes: Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Marisa Tomei. Francia-Portugal, 2019. Duración: 100 min. Drama. Movistar +
Hasta el momento, el cine de Ira Sachs («Keep the Lights On», «El amor es extraño») había bordeado con sutileza y calidez la desnudez emocional a la que nos someten las relaciones que más nos importan. Su cine era de los que prefieren no levantar la mano, pero, a la chita callando, se abren paso para abrazarte. «Frankie» es y no es lo mismo que su cine anterior: por un lado, es una película más coral y europeizada, con Huppert marcando el paso de una cita familiar, tal vez la última, en la mágica Sintra, y con Rohmer y sus encuentros azarosos como «leitmotiv»; y por otro, un tono distendido que a veces juega a favor de la construcción de una atmósfera veraniega pero densa, como de tormenta que no acaba de arrancar, y a veces juega en contra, como si Sachs tuviera suficiente con que sus personajes chocaran en un día ora soleado, ora brumoso. Menos mal que el clímax es una bella comunión en plano general que te encoge el corazón.
Lo mejor: La frescura de todas las interpretaciones y la fuerza emotiva que desprende la secuencia final
Lo peor: En su conjunto, la película parece quedarse corta al hablar del sentido de la vida

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