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Cultura

La nueva normalidad de Fernando Aramburu: «A veces me siento en un bar e imagino las perversiones, los pecados de la gente»

Así lo afirma el novelista vasco en una entrevista para LA RAZÓN

Fernando Aramburu
Fernando AramburuCristina BejaranoLa Razón

Fernando Aramburu gasta un humor prudente, como matizado por la inteligencia, y una seriedad cercana, como si su personalidad emergiera del cincel que forman la suma de contrarios.

En septiembre, HBO estrena la serie basada en su novela «Patria», pero en Madrid recaló para presentar a Marcelo Luján, ganador del Premio Narrativa Breve Ribera del Duero, obra que publica Páginas de Espuma. Vive entre Alemania y España; también, entre la literatura y la realidad, o, quizá, la literatura sea su realidad.

¿Cómo ha sido esta pandemia para un escritor?

Ha sido, y sigue siendo, un problema luctuoso. Pero, si puedo ser sincero, también reconozco que me ha proporcionado una época de gran creatividad. No ha cambiado mi vida cotidiana.

¿Alemania lo ha hecho mejor que España?

Tuvo suerte de que lo peor de la pandemia la pilló preparada. Llegaban noticias de Italia y luego de España. Los políticos reaccionaron con rapidez y asesorados por especialistas. Allí no se los tutela, se actúa en relación a lo que dicen y se detuvo mejor la pandemia. También se trató a la población como si fuera adulta. Desde el principio, la canciller dijo que lo que ocurría era grave y que iba a durar mucho.

¿A qué se ha dedicado en estos meses?

A la lectura y la escritura. Con la pandemia no he salido del lugar de residencia, y ese tiempo, el que dedico a la promoción de los libros, los festivales, lo he utilizado para atender a mi proyecto literario.

¿Cómo le ha afectado este confinamiento?

No soy un tipo de escritor que se derrumbe por las inquietudes. Todo lo contrario, estoy acostumbrado a reaccionar de manera creativa ante los infortunios. Compenso, de un lado, con la escritura, y con la lectura por el otro. He tenido cuatro meses de producción a un ritmo superior a lo habitual. En vez de estar abrumado, me he dedicado a trabajar en lo mío.

¿Ha supuesto una oportunidad para, como novelista, observar la reacción del hombre?

Siempre me ha atraído el ser humano. Su comportamiento, su intimidad, su trasfondo psicológico, su evolución en diferentes etapas. No me considero más conocedor del hombre que un psicológo, pero sí es cierto que mi foco de interés literario es su comportamiento y sus reacciones. Siempre me he formulado preguntas: ¿por qué practica el mal? ¿Cómo se siente en esos actos que comete?, ¿qué piensa esta mujer?, ¿cómo es morir conscientemente? Trato de responder a estas cuestiones, que tienen que ver con nuestra conducta, tanto cuando doy una descripción personal como en el plano colectivo, que es el del género de la novela.

¿Y de dónde le proviene esa curiosidad? ¿De las lecturas...?

A veces me siento en la terraza de un bar y me dedico a ver pasar a la gente. Me imagino quiénes son, qué pecados han cometido, cuáles son sus perversiones, qué secretos encierran dentro de sí mismos. Si trato de determinar cuándo comenzó esta curiosidad, si intento indagar por qué tengo este interés hacia las demás personas, a lo que más tarde llego en el tiempo es cuando asistía a la iglesia, con seis o siete años de edad, y para superar el aburrimiento del sermón y la misa, me dedicaba a jugar con los asistentes.

¿Qué hacía?

Al principio, contaba calvos, luego pasaba a las mujeres rubias, después cambié de ejercicio. Imaginaba para ellos historias, unía por capricho a un hombre y una joven. Los casaba, pensaba en cómo convivirían entre ellos, qué sería de los dos, inventaba historias. Eso hacía las misas soportables y es posible que naciera mi interés por el ser humano y por todo lo que es humano.

¿Qué lección ha extraído de estos meses?

No he aprendido nada que fuera nuevo, pero me ha asentado en varias confirmaciones que tenía, en mi antiguas y arraigadas excepciones sobre la generosidad del ser humano, en su capacidad organizativa, en su suspicacia. He visto este renacer del nacionalismo en diversos países, como si fueran parcelas en propiedad privada en las cuales los políticos ponen a salvo a sus habitantes en detrimento de otros.

¿Nada más?

Hemos vivido por encima de las posibilidades. Esta es la época de mayor bonanza de la historia de la humanidad. No se puede ignorar que en nuestro continente hemos tenido alimento asegurado, la educación escolar era obligatoria, la sanidad tenía una enorme calidad y que somos unos países en los que estaba extendida la clase media. Cada familia tenía su coche, sus vacaciones, con sus excepciones, porque el paraíso social no ha existido nunca ni existirá jamás, pero en relación a otros tiempos...

¿Sí?

...hemos establecido una relación distinta con la naturaleza. Nos hemos dedicado a expoliar y contaminar. El planeta nos ha dado un aviso. Antes, con las epidemias no sabían cómo reaccionar. Culpaban a los judíos. Por eso la importancia del conocimiento. La pregunta es qué va a cambiar.

¿Y qué cambiará?

Vaticino, modestamente, que los temas ecológicos van a desempeñar un peso mucho mayor que hasta ahora, que los ciudadanos se tomarán la ecología en serio. Si vamos contra la naturaleza no vamos a durar mucho. Esta pandemia ha venido del abuso que han cometido los hombres con la naturaleza, de invadir áreas donde vivían animales invisibles y gérmenes que sobrevivían sin entrar en contacto con nosotros. El hombre se ha creído el rey de la naturaleza. Con su desarrollo consideraba que los bosques, los animales, estaban ahí para que se sirviera como en un bufé. El ser humano ha sido prepotente desde siempre.