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“Vernon Subutex”: las ventajas de ser un trasnochado

La adaptación de las explícitas novelas de Virginie Despentes, una reflexión sobre las consecuencias de los excesos, está disponible en Filmin
LaHVernon Subutex
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Cuando uno se acerca al final de «Las ventajas de ser un marginado», la película de Stephen Chbosky que anticipó en 2012 la angustia adolescente de los que ya han empezado a cotizar, el mantra no tiene más vueltas: «somos infinitos». Como refrito de referencias facilonas y músicas lánguidas, a aquella película le faltaba una coda que hablara sobre el final de nuestros días de gloria.
En su glorioso himno, los franceses hacen referencia explícita a este último aspecto, y añaden: «¡Por nosotros, franceses! ¡Qué indignación!» Francesa también (pero bastante menos que el himno) es «Vernon Subutex», la producción de Canal+ Francia que adapta las novelas de la siempre polémica Virginie Despentes y cuyos nueve capítulos llegan a España de la mano de Filmin.
Casi como norma en los trabajos de la autora, la sexualidad en todas sus vertientes, así como sus implicaciones morales y éticas inundan la pantalla, pero la serie sabe jugar sus cartas y pasa de lo explícitamente «despentiano» en favor de una elegancia casi detectivesca, más cerca de la saga «Millennium» que de los propios libros en los que se basa.
Colega, ¿dónde está mi vida?
La colección de estampas del París de ultratumba del que se nutre «Vernon Subutex» es solo la excusa estética para hablar del sujeto que da nombre a la serie: el antiguo dueño de una tienda de discos exitosa en los noventa que vio cómo el mundo le pasaba por encima. En el primer minuto de la serie, para no contar más, Subutex es desahuciado y se ve en la calle, en lo que él cree es el último paso de un lento descenso al abismo. Lo que no sabe el bueno de Vernon es que en los ocho episodios restantes habrá un par de asesinatos, un suicidio y la revelación de un crimen de carácter sexual que conmocionará a toda Francia.
Más allá de lo argumental y lo vulgar, la serie es una especie de oda a las consecuencias y todo un baño de realidad sobre la cultura del «after»: allá donde los cronistas de la Francia de Zidane y Chirac dejaban de llegar por lo turbio de un país preso por su ansia colonial, «Vernon Subutex» llega y rellena los huecos para hablar de todo lo que huele mal. Y que ya olía mal cuando Despentes publicó el primero de los libros en 2015. A la sazón, productores de cine que en realidad son acosadores con todos los recursos del mundo, músicos de prestigio que en realidad son carcasas vacías y, también, lo efímero de nuestras reputaciones digitales conseguidas a golpe de «me gusta».
Detrás de la fachada de posmodernidad y de la etiqueta de «café para muy cafeteros» que precede a todo lo que lleva el sello de la escritora, la primera temporada de la serie se revela (una vez más) gloriosa en su retrato de lo que somos: finitos, al fin y al cabo.
¿Por qué verla?
París. Desde los barrios pudientes de la Rive Gauche hasta los «garitos» de mala muer-te del centro, la serie es una colección de postales.
Céline Sallette. Enorme como «La hiena» que le da forma al relato a golpe de martillazo y con esencia quemada de gasolina de moto
La música. Como oda a un tiempo, los pocos lujos que se permite en materia musical son un gusto para los oídos