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El disparate de los mercenarios culturales del procés

Diferentes personalidades del mundo de la cultura firman un manifiesto promovido por Ómnium reclamando amnistía para los presos independentistas
Gero BreloerAP
La Razón

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Ómnium Cultural, la entidad que preside Jordi Cuixart, hizo ayer público un manifiesto firmado por medio centenar de personalidades internacionales pertenecientes al mundo de la cultura, la política y los derechos humanos, en el que se reclama amnistía para los presos del «procés». Entre los firmantes, se hallan cinco premios Nobel como Shirin Ebadi, Jody Williams, Mairead Corrigan, Adolfo Pérez Esquivel y la escritora Elfriede Jelinek, así como artistas de la dimensión de Yoko Ono y Ai Weiwei. En el referido texto, se hace mención a la necesidad de que el Gobierno español y el catalán se sienten a dialogar; hecho el cual solo será posible si, previamente, ha cesado la «represión política y se logra una amnistía para los presos políticos. Como se puede observar, en este manifiesto impulsado por Òmnium Cultural se encuentran presentes todos aquellos hitos semánticos que cosen el victimismo independentista: «represión», «presos políticos», «amnistía», «diálogo».
De la suma de ellos no se deriva un diagnóstico de la realidad, sino un relato perfectamente elaborado que contiene todos aquellos elementos de seducción a los que ningún activista pro derechos humanos se puede resistir. Si Mahoma no va a la montaña, que la montaña venga a Mahoma. Es decir, si la opinión internacional no va a la causa independentista, traigamos la causa independentista a la opinión internacional en forma de una narrativa estereotipada que combina toda la retórica del agravio contra los derechos fundamentales. Y eso ha sucedido. El problema es que, personalidades como Yoko Ono o Ai Weiwei –a quienes tanto admiro por su producción artística pasada–, se han convertido en firmantes mercenarios de todo documento que exija justicia para los oprimidos, sin detenerse en analizar con un mínimo de criterio aquello que están firmando.
Basta con que un manifiesto incorpore conceptos tales como «Estado represor» y «presos políticos» para que los abajo firmantes bailen al ritmo marcado por sus promotores. A Ai Weiwei –defensor de tantas causas justas– hay que recordarle que España, a diferencia de China, no es un país totalitario, y que nuestra Constitución no reconoce el delito por expresar cualesquiera ideas políticas. Es más, dudo que a ningún agente cultural español le agrade que personalidades de talla mundial de su mismo sector avalen un documento que caracteriza al país en el que trabajan como abiertamente represor y criminal. De la misma manera me extrañaría que el Gobierno español –partidario de conceder el indulto a los presos del «procés»– se sienta cómodo con un manifiesto como el presente en el que implícitamente se le tacha de dirigir una estructura arbitraria que atenta contra los derechos fundamentales de las personas.
Con independencia de la ideología que se profese, el texto publicado por Ómnium Cultural constituye una tomadura de pelo para cuantos diariamente arriesgan sus vidas por garantizar el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en tantas partes del mundo. Y sonroja pensar que existan semejantes «profesionales de la libertad» –que diría Aute– y de la cultura dispuestos a estampar su rúbrica en él.