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Tamara Tenenbaum: «Hay un feminismo que está siendo comercializado»

La autora asegura que «el razonamiento de productividad se está interponiendo en las parejas»

La escritora Tamara Tenenbaum, autora de "El fin del amor"
La escritora Tamara Tenenbaum, autora de "El fin del amor"rodrigo mendozaRodrigo Mendoza /Seix Barral

Tamara Tenenbaum, argentina, del año 89, criada en una comunidad judía ortodoxa, se adentró en esas fragosidades que son los afectos y los territorios sexuales con una actitud interrogadora que acabó fraguando en «El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI» (Seix Barral), un libro donde va preguntándose por el poliamor, la soltería y los roles antiguos, nuevos y rompedores del hombre y la mujer. «De donde vengo, los hombre imponen unas reglas al sexo, aunque también existen estructuras en las que participan las mujeres. La mayoría ha visto «Unorthodox». Ahí observamos cómo los hombres poseen una libertad que ellas no tienen. Esto se repite en todas las religiones. Hay unas reglas y, luego, quiénes las pueden romper. Esta es la diferencia entre los hombres y las mujeres. El varón tiene un listón bajo para quebrantarlas, mientras las mujeres, muy alto».

–Vivimos el fin del amor?

–Lo que estamos viviendo es el fin de un aspecto concreto: que el único fin de la vida sea el amor, de manera especial para las mujeres. Los hombres antes podían dar sentido a su vida desplegándose en guerra, la patria, el deporte. Los padres esperaban que sus hijas no las decepcionaran y que fueran buenas esposas. Esto es lo que ha terminado. Las mujeres que dedican su vida a querer a un varón. Pero el amor no está acabándose. Hoy la gente se enamora constantemente y más que en otras épocas. Es este paradigma lo que acaba.

–La gente se enamoraba y luego venía el sexo. Ahora, no.

–Exacto. Hoy primero es el sexo y, después, se sale. Creo que el sexo es el primer encuentro y el amor, lo que aparece después. El sexo es el filtro. Si no hay química ahí, pues el resto ya no merece la pena.

–¿Romeo y Julieta el paradigma del amor moderno?

–Es una historia que no envejece, que se adapta. Las telenovelas siguen ese formato. Para mí representa la modernidad. Ese esquema de amor imposible, de dos personas que desafían a una comunidad y una estructura, es de los sujetos modernos, porque se apartan de la sociedad para ser individuales. El asunto, claro, es cómo desafiar luego esa estructura desde el matrimonio. Es una de las paradojas del matrimonio, que pasa formar parte de ella.

–Y todos quieren pasión.

–Sí, todos queremos tener ese fuego, pero a la vez sabemos que es imposible porque dura lo que dura. Si se profundiza en un vínculo, enseguida se transforma en otra cosa. En este sentido, Romeo y Julieta se lo saltan. Las expectativas que se ponen en las parejas son demasiado altas. Antes se esperaba menos de ellas. Si la gente quiere estar bien, no puede apoyarse siempre en su novio o su novia. Se depositan en ellos una perfección y unos horizontes... como si la pareja tuviera que darte todo en la vida. Una receta para el fracaso es pedirle todo a la pareja, porque nadie puede dártelo. Y hay que saber que si quieres una relación, eso implica momentos duros.

–Y el capitalismo, dice usted, influye en eso.

–Todo se vuelve un mercado. Incluso el feminismo. Hay un feminismo empresarial que quiere quitarle al feminismo su potencia de cuestionamiento. El feminismo no habla solo de las mujeres. A mí no me importa qué es ser o no una mujer; el feminismo me interesa más como teoría para cuestionar lo biológico, lo social, el modelo económico y lo público y lo privado. Si solo lo empleamos para que haya más mujeres en las empresas, el impacto político que tiene, lo desactivas. El capitalismo es experto en crear inseguridades y crearlas para comprar o vender. El razonamiento de la productividad se interpone en las parejas y nos convierte en personas utilitarias, nos lleva a usar a los demás como si fueran robots. Y cuando no sirven, los dejas. Es importante estar atento a estas dinámicas. Hay que preservar nuestras vidas y que no estén gobernadas por la productividad.

–Ahora los chicos parecen más desubicados...

–Muchos están descolocados. Pero yo pienso que, en realidad, deberían estar aliviados por la revolución que las mujeres han conseguido y ya no tener que estar tan atentos a ellas. Hoy, cada uno tiene sus espacios. La independencia de las mujeres supone un alivio para ellos. Se pueden encontrar con inseguridades, pero también con parejas que les replican y no como antes, cuando las parejas solo te escuchaban y no tenían nada que contar.

–¿Cuál es el principal riesgo que corre el feminismo?

–Todo se vuelve «marketing»: el feminismo, el poliamor... Hay un feminismo que se puede volver mercado. Se ve. Te llaman para una campaña y te precisan que de este tema no se puede decir nada. Quieren tu foto y ponerla en un cartel. Existe una parte del feminismo que se está volviendo «marketing», que está siendo comercializado y se orienta a chicas jóvenes y ricas. Tenemos que estar alerta.