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La historia real que hay detrás de “Unorthodox”, la serie del momento

La adaptación televisiva de la autobiografía de Deborah Feldman, que la catapultó como escritora, describe cómo es una comunidad de judíos ultraortodoxos, pero se ha tomado algunas licencias sobre la vida real de la autora
Netflix

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Existen cárceles sin vigilantes, barrotes y cables de espino. Sus muros son imaginarios, pero tan altos como los del peor presidio. Escapar de ellos resulta tan difícil como fugarse de la penitenciaría mejor protegida. Después de casarse a los 17 años en un matrimonio concertado, la escritora Deborah Feldman abandonó a su marido y huyó a Berlín con su hijo recién nacido. Vivía en el seno de una familia de judíos ultraortodoxos de Williamsburg, en la ciudad de Nueva York, en una comunidad samat que provenía directamente de los supervivientes del Holocausto. Su decisión estuvo sostenida por un único convencimiento: no quería que su bebé recibiera la misma educación que había tenido ella. Aquella aventura, que le llevó de vuelta a la cuna del régimen nazi, que había exterminado a sus antepasados, suponía un paso radical en su vida. Implicaba abandonar a sus seres queridos, el rechazo de los suyos, empezar de cero en una nación extraña y renunciar a las raíces culturales en las que había sido educada y con los que había crecido. Su temprana vocación literaria le ayudó a exorcizar esa experiencia traumática y dura en un libro autobiográfico que no ha sido todavía publicado en España: «Unorthodox: the Scandalous Rejection of My Hasidic Roots», que ahora Netflix ha trasladado a la pequeña pantalla y que se ha convertido en la serie del momento, por encima de la esperada «The Mandalorian».
La adaptación televisiva se ha tomado ciertas libertades sobre los hechos que la autora narra en su obra, pero respeta lo esencial: la decisión de una mujer por cortar los lazos sociales que la oprimían y alcanzar la libertad que se le niega a pesar de vivir en Estados Unidos. Pero existen algunas divergencias respecto a la realidad. Esther Shapiro, la protagonista de la serie -interpretada por la actriz israelí Shira Haas, que ha supuesto una revelación junto a sus dos compañeros de reparto (Amit Rahav, que da vida a su esposo, y Jeff Wilbusch, el compañero de éste)- es una joven que todavía no ha dado luz, que no recibe estudios de ninguna clase y que, debido a su abuela, ha alimentado siempre una vocación que no ha podido desarrollar: la música. Cuando Deborah Feldman se marchó a Alemania, ya había dado a luz y se había matriculado en la Universidad Sarah Lawrence, un ambiente que la invitó a conocer todo lo que tenía prohibido. Su pulsión artística, al contrario que en su versión televisiva, fue desde el comienzo la literatura.
Estas concesiones a la ficción no eclipsa el nudo esencial de la trama y de la experiencia de Deborah Feldman. La serie, la primera que está rodada en lengua yidis (la lengua de los judíos askenazíes), retrata perfectamente la atmósfera opresiva que sufren muchas mujeres de estas comunidades ultraortodoxas. Una coerción que está retratada con pulcritud y sin artificios. Al contraer matrimonio deben raparse el pelo y, desde entonces, llevar una peluca o un pañuelo si salen a la calle, si quieren estudiar, ver la televisión o leer libros que no sean los estrictamente preestablecidos si antes no ha obtenido la autorización de sus marido. De hecho, Deborah Feldman leía obras en inglés, algo que no estaba bien contemplado y que le hizo ganarse una pronta reputación de chica mala o descarriada. Críticas que ella ignoró.
El libro, como la serie, refleja los rituales y las tradiciones de la comunidad ultraordoxoa, desde los hábitos cotidianos, los ritos más o menos corrientes, la manera y los movimientos que emplean al orar y hasta su forma de celebrar una boda, que son unas escenas bastante impactantes. Se han tratado con cuidado desde detalles corrientes, como los tirabuzones de sus patillas (que les llaman también «peot» y cuyo origen está inmerso en diversas interpretaciones: una asegura que era una manera de diferenciarse de los adoradores de dioses) o el Shtreimel, un sombrero específico de los hombres jasídicos judíos que utilizan en el «sabbat» y otras fiestas y onomásticas especiales. Su simbolismo y su origen también está mezclado de interpretaciones y de historias.
Lo más opresivo es todo lo que rodea a la mujer. A través de Esther Shapiro, hija de un judío alcohólico y una mujer que lo ha abandonado y que reside en Alemania, percibimos en qué atmósfera se desenvuelve. La familia del novio supervisa qué alimentos compra en el supermercado (por si son buenos) y está pendiente de que funcionen sus relaciones sexuales. Un asunto que para la protagonista resultará triste, desolador, agobiante y deprimente. Su incapacidad para tener un descendiente en los primeros meses del matrimonio, desembocará en unas situaciones hilarantes. De hecho, la protagonista llega a la boda con un desconocimiento absoluto sobre todo lo vinculado sobre este asunto, lo que desembocará en unas discusiones que horadará la convivencia con su marido.
Deborah Feldman ha reconocido que dar un paso como el que ella dio en el pasado requiere valor y no está siempre al alcance de estas mujeres. La mayoría no poseen nada de dinero. Sus posibilidades para comprarse un billete y viajar a otro lugar para comenzar de nuevo resulta muy complejo. A pesar de que viven en una ciudad tan cosmopolita como resulta Nueva York, como se resalta en uno de los capítulos, la presión religiosa y de la comunidad es tan grande que, a aquellas que lo desean, apenas se ven capaces de tomar la determinación de marcharse. Esther Shapiro lo logra a través de una amiga y, con el escaso dinero que ha logrado reunir, vuela Berlín.
La antigua capital del Tercer Reich, resulta paradójico, se convierte en la única salida para una mujer judía. De hecho, como sucedió en la República de Weimar, hoy en día resulta una de las ciudades del mundo más tolerantes, más abiertas y más cosmopolitas que existen. Este punto queda bien retratado a través de la forma en que la serie retrata Berlín: se han escogido los edificios más contemporáneos y de líneas menos duras. El conservatorio de música que aparece en la serie se ha convertido ya en un foco de atracción. La escritora ha declarado, precisamente, cómo muchos descendientes de los judíos que padecieron la persecución nazi están regresando a esta ciudad. Está búsqueda de los abuelos, de los lugares que son significativos para ellos, está perfectamente reflejado en la serie. Sobre todo a partir de la persecución que su marido, junto a uno de sus primos, emprende para recuperarla y llevarla de vuelta a Nueva York. El fantasma de lo que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial está presente. Un detalle que tiene mayor valor cuando se conoce que la serie ha sido rodada completamente en esta ciudad.
Esther Shapiro, como Deborah Feldman en su día, se encuentran así en un camino complejo: la de liberarse y tomar una vida libre y autónoma, donde todas las decisiones que toma solo dependen de ella, pero que también supone abandonar las raíces culturales y religiosas a las que ha pertenecido en ese momento. Y hacerlo en el país que marcó un punto de inflexión para los judíos y que, de manera especial, es un punto y aparte para los judíos asquenazíes. “Unorthodox” refleja cómo en medio de las libertades occidentales todavía subsisten muros, en este caso religioso, que aún resultan infranqueables.

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