«Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach», el mayor subidón de la escena
Nao Albet y Marcel Borràs vuelven a apoyarse en su musa, Irene Escolar, para contar una nueva historia que mantiene las formas de aquel brillante «Mammón»
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Igual que una de esas películas coreanas en las que se tocan varios palos: drama, comedia, crítica política... (piensen, por ejemplo, en los «Parásitos» de Bong Joon-ho), los montajes de Nao Albet y Marcel Borràs tienen una firma bien marcada; sin embargo, lo de su género es más difuso. Esta vez, el de «Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach» «podría ser un thriller, pero también cinema verité», apuntan de una pieza que reestrenan en el Centro Dramático Nacional (Teatro María Guerrero) y en la que se unen personajes lumpen con otras figuras surrealistas, pero reales, como la de una «performer» rusa muy especial. Además, los atracos y los patrones del cuento y su correspondiente moraleja también se dejan ver por la sala.
De la primera etapa de esta pieza de nombre impronunciable ya hace tiempo. Fue en 2013, en el Teatro Nacional de Cataluña, y aquello les dejó con ganas de más: «Tanto el tema como el contenido seguía interpelándonos y pensamos que era interesante darle una vuelta. En esa versión todavía teníamos algo de inocencia y ahora, quizá, lo vemos todo con una perspectiva más madura». Son las palabras de Albet sobre este «homenaje al proceso creativo y, en general, al mundo del teatro» en el que aparecen «multitud de géneros» con los que se ponen en cuestión temas como la relación entre la cultura y el poder, qué significa la cultura hoy o qué son las formas teatrales. Pero, además de ello, «Atraco, paliza...» es, sobre todo, un «fiestón» por todo lo alto, un «subidón» para todos, espectadores y también actores.
Y si así lo afirman ellos, háganles caso, pues Nao y Marcel ya no son esos veinteañeros de 2013, son don Nao Albet y don Marcel Borràs. Dos tipos que dejaron el listón muy arriba con «Mammón» y a los que el público espera con ganas desde aquel resacón en Las Vegas. Así que la pregunta es obligada: ¿sienten la presión de mantener el nivel? «Con tanto trabajo, aún no hemos tenido tiempo, pero también puede tratarse de que, al ser un texto escrito hace tiempo, ya sabemos lo que queremos contar», regatea Borràs.
Si en su origen la dupla tenía la voluntad de crear una obra con «muchas cosas técnicas y cualidades artísticas, un espectáculo con un despliegue brutal», en 2021 ya tienen en su mano ese grandioso dispendio. «Queremos generar un “show” desde una voz que no es la más comercial, pero que igualmente busca entretener y dar placer, aunque también tenga otra capa más reflexiva –explica Borràs–. Es un despliegue de medios apabullante. Y en lo conceptual no podemos dejar de ser personales y mantenemos nuestra voz, si es que la tenemos». Sin ser la copia ni la secuela de aquel «Mammón» que encandiló a casi todos –sinceramente, no conozco a ser humano que diga lo contrario–, se reconoce ese universo del sello Albet-Borràs, pareja que mantiene su tríada de dirección, autoría e interpretación.
La historia de este «Agbanäspach» es la misma que la de sus creadores o, al menos, la de sus «alter ego». «Dos chavales que llegan a la gran capital para probar suerte», resume Albet. En esas les llega el encargo de estrenar un espectáculo en el Centro Dramático Nacional de Boris Kaczynski. Solo tienen un requisito que impone el magnate, el de escribir una obra sobre el atraco a un banco, momento de la trama para el que la dupla se ha preparado entrevistándose con Dani el Rojo, un antiguo caco que llegó a planear el robo del Banco de Andorra con un helicóptero.
Convencidos de haber encontrado un buen argumento, los autores dedican todos sus esfuerzos a escribir una buena función con la obsesión de que el plan sea perfectamente viable, pero hay algo que les resulta postizo. Todo cambia cuando deciden mandarle el texto a Maria Kapravof (Irene Escolar), la estandarte de un novedoso movimiento artístico llamado «(re)productivismo». Esta, fascinada por la historia que han escrito, les anima a representarla, eso sí, siguiendo sus preceptos y olvidándose del escenario del Kaczynski Theatre para llevar la función a otro terreno.
De esta forma, vuelve la pareja de creadores a recurrir a su actriz fetiche, una Escolar «encantada» de repetir experiencia: «Quiero estar con ellos por esa capacidad de jugar, esa imaginación y esa explosión creativa que poseen». Albet y Borràs empezaron a escribir sus textos para dibujar unos personajes «que nunca nos iban a ofrecer», y es eso lo que ha enganchado a Carlos Blanco, Alina Furman, Eva Llorach, Francesca Piñón y Vito Sanz, que les acompañan en la sala grande del María Guerrero. También a Escolar, que todavía recuerda con cariño a la china de «Mammón» que organizaba partidas de póquer y que le valió su candidatura al Premio Valle-Inclán. Ahora vuelve a darle a los idiomas; y si entonces le tocó hablar en inglés con un acento asiático bastante particular, en esta ocasión se atreve con el ruso: «Me dieron a elegir entre el alemán y el ruso, que los había aprendido en el rodaje de “Dime quién soy”, y me decidí por el segundo porque se me dio mejor. Llevo desde septiembre con ello y es igual que aprender una partitura de sonidos. Como hay veces que también hablo en inglés es un desorden importante, pero estimulante y divertido», explica.
Al ruso se agarra la actriz para interpretar a un personaje que define como «una rusa “performer” magnífica, pero algo perturbada». Una figura, como el resto de los más de cincuenta personajes, muy poco habitual y que se aleja del realismo para introducirse en ese otro mundo marca de la casa.
- Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: desde hoy al 21 de marzo. Cuánto: de 6 a 25 euros.