Chuck Palahniuk: de «El club de la lucha» a la guerra civil en Estados Unidos
El novelista asegura que «son las personas que no encuentran su lugar, que no pueden cumplir sus deseos, las que impulsan las revoluciones»
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Chuck Palahniuk regresa a sus cauces nihilistas. A aquellos anhelos de quebrar órdenes y hábitos sociales que asomaba en «El club de la lucha». Esa pulsión de reventar las costuras del vestido, de hundir a hachazos las duelas del barril para que el vino empape la tierra. Este impulso enrabietado, como hecho de pólvora, tornillos y fuego, es lo que asoma en «El día del ajuste», una obra mordaz, crítica, que supone una carga de profundidad. Palahniuk, con sangre, ironía y humor, crea una sátira donde la ideología delirante de una clase media y un misterioso libro azul azuzan el descontento y empuja a las almas enfermas de cólera a derribar el sistema. Un cóctel que al explotar balcaniza EE UU y lo divide en tres Estados-nación: Negrotopía, donde solo viven negros; Gaysia, una paraíso para el universo LGTBI; y Caucasia, la zona de la supremacía blanca. La controversia está servida.
«Hay muchas personas a la izquierda y la derecha que comparten estas fantasías. Lo que yo he hecho es introducirla con toda la violencia y el realismo posible para demostrar, que si se divide EE UU, esos pequeños países se desmoronarían también. Hay bastantes jóvenes que no encuentran su sitio, que no pueden cumplir sus deseos y suele ser esa clase de personas las que impulsan las revoluciones. Es una forma de dar con su lugar en el mundo». Palahniuk parte de un descontento político que resume con un aldabonazo en la puerta de lo políticamente incorrecto: «No importa quien esté en la Casa Blanca, Trump u otro. Nuestro Gobierno es un desastre. Ya nadie le puede hacer más daño. Ignoré a Trump e ignoraré a Biden estos cuatro años». Queda en este escritor un rescoldo de adolescente inconformista, de renegado de todo, que le empuja a golpear en cada columna que encuentra a su paso. «La clase política de mi país está atrincherada. Esos hombres y mujeres han sido políticos durante toda la vida. Por eso vemos tanto desasosiego, porque estos “Baby Boomers” no quieren renunciar a su poder. La transferencia de poder de una generación a otra no se produce. Y esto causa problemas. Es una generación de políticos muy egoísta».
Individuos felices
«El día del ajuste», una novela con más sangre que en un filme de Tarantino, realiza un retrato de fealdad y horror de EE UU. Es una narración vertiginosa que, en el fondo, supone el envés de «El club de la lucha». «En aquel libro la idea que lo vertebraba era explicar el empoderamiento de los individuos. Las personas entraban en ese club para descubrir lo que podían hacer a otra y lo que podían soportar. Aprendían las habilidades para luego salir al mundo y tener una vida más potente, más eficaz. Era gente a la que se le enseñaba. Después regresaban al mundo como individuos. En esta novela, ese modelo es a la inversa. Tenemos a unos individuos en la sociedad. Ciudadanos infelices. La solución es aglutinarlos y enviarlos a una misión. En “El club de la lucha” se creaban espíritus poderosos mientras que aquí, las personas crean movimientos sociales potentes».
Asimismo, Palahniuk considera que las agitaciones que mueven los cimientos de EE UU están trasladándose a Europa y que «ya está ocurriendo» aquí lo mismo. «Me parece que la gente de derecha de EE UU sigue con interés lo que sucede en Francia, Grecia y Alemania. Estos grupos están conectados entre ellos y se influyen entre sí». Precisamente, encontró la inspiración para este libro en Madrid, una ciudad que, explica, le gusta porque «la gente trabaja. No es como en Barcelona, que será muy bonita, pero donde todos parecen que están de vacaciones. Madrid es un lugar productivo. Me gusta en su totalidad». Chuck Palahniuk, que ya no es el chaval que escuchaba punk, que escribía sus relatos inspirándose en sus canciones rápidas, cortas, violentas y abruptas, todavía conserva de sí mismo una idea más bien idealista: «Yo soy un romántico, siempre. Crecí en los setenta y con las películas de esa época, la gente tenía un objetivo, pero no lo alcanzaban. ¡Rocky perdió! ¿Es que ya lo hemos olvidado? Eso fue terrible para mi generación. Hubo una serie de héroes que durante esos años perdían, que tenían aceptar la pobre recompensa de tener buenos amigos. Esto, probablemente, viene del fracaso de Vietnam, de la mentalidad derrotista que dejaron los sesenta».