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Corneliu Porumboiu: «En “La Gomera”, quería rescatar al cine negro del olvido»

El director rumano estrena este viernes “La Gomera”, una película con aires de cine negro y clima canario que reinventa la fórmula infalible de la chica y la pistola
SURTSEY FILMS
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Entre el denso humo de un cigarro, que parece ambientar el encuentro, incluso desde lo telemático, en la más violenta de las películas de Howard Hawks, aparece el busto de Corneliu Porumboiu (Rumanía, 1975). La amabilidad del director ganador varias veces en el prestigioso Festival de Cannes, eso sí, descarta cualquier conato de tiroteo. Casi dos años después de presentarla en su certamen fetiche y llegar a entrar en la sección oficial, esta semana por fin estrena “La Gomera” en el país en el que la rodó. En ella, seguimos la historia de Cristi, un policía ciertamente arcaico que es testigo de la corrupción del propio organismo del que un día estuvo orgulloso de formar parte y que ahora lo arriesgará todo por una mujer. Drogas, mentiras y hasta la chica y la pistola de las que hablaba siempre Pasolini se dan la mano en un “thriller” con esencia “noir” y con el silbo de la isla canaria como eje vertebrador y metáfora de la vorágine de aprendizaje en las malas artes del protagonista.
-¿Cómo nació el concepto para la película? ¿Siempre quiso rodar en las Canarias o fue algo que surgió por el camino?
-Hace 20 años vi un documental en televisión, en Francia, sobre las islas y el silbo. Para mí fue muy iluminador, porque empecé a interesarme por este lenguaje y me puse a leer mucho sobre ello. De hecho, en esa época incluso llegué a montar una especie de borrador para un guion, pero no me acabó convenciendo. Hice otra película, intenté volver a lo que había escrito pero ya me era imposible. He estado peleándome con esta idea durante los últimos 8 años, pero por fin pude encontrar la inspiración y el tiempo necesarios.
-No sé si está de acuerdo, pero hay como un aura de cine negro en toda la película…
-Sí, definitivamente es algo intencional. Quería que la dirección fuera en ese sentido, como imitando los antiguos “noir” y rescatar al cine negro del olvido.
-De hecho, tenemos hasta a la chica con la pistola…
-Para mí era muy importante el diseño de su personaje, siendo sobre todo una película sobre gente que se esconde y no se revela totalmente como es. Quería que este personaje, el de una mujer que está en constante huida, fuera importante y se enfrentara a peligros reales. Para mí esta Gilda podría estar en la mejor de las películas de gánsteres.
-¿Fue difícil para los actores aprender el silbo?
-Fue un proceso más largo de lo que puede parecer. Tomaron clases de silbo aquí en Rumanía, con Francisco Correa, que es el encargado del Departamento de Silbo en la isla. Cuando nos trasladamos a Canarias volvieron a ponerse a estudiar, ahora ya más ambientados en el clima de largas distancias y con los materiales de la escuela propia de La Gomera. Después de eso, él estuvo muy presente en el rodaje, llegando incluso a conectar con los actores por videoconferencia para cerrar ciertos aspectos sobre todo cómo venderlo. El mejor fue Vlad Ivanov (Cristi en la película), eso sí, que prácticamente llegó a aprenderlo hasta el punto de poder comunicarse sin problema en silbidos.
Por supuesto, en algunos momentos, sobre todo por potencia pulmonar, llegamos a doblar a los actores con el asesoramiento de los expertos. Eso sí, casi siempre que se silba en primer plano lo que estamos viendo y escuchando son los actores. Ellos, por lo general, son más listos que yo, así que aprendieron muy rápido los gestos que ayudan a vender la interpretación
-Su descripción de la policía rumana es muy dura, con corrupción por todas partes. ¿Cree que eso es fehaciente o es solo algo que necesitaba el guion?
-Creo que está asociado un poco al tinte “noir” de la película más que a la realidad. Cuando escribí el primer borrador, todo pasaba por el personaje principal (Cristi) y su capacidad para desenvolverse en un mundo nada acogedor. ¿Qué hay menos acogedor que una comisaría? Mi personaje cree en un mundo que ya no existe. A la hora de escribir el guion definitivo, me pregunté, ¿qué sería de ese tipo en nuestro mundo? Estaría totalmente perdido en un mundo totalmente diferente. Todo ha cambiado y, por lo tanto, él habría dejado de creer en todo. Y sobre todo, en esa percepción de la justicia que tenía.
-¿Cómo se gestó la presencia de Agustí Villaronga? Uno podría pensar que es un cameo de un colega, pero en realidad es bastante importante en la trama…
-Cuando hice el casting, se me ofrecieron varios actores españoles, pero ninguno me aportaba esa pose aristocrática de Agustí. Me parecía importante para alzar al personaje entre los mafiosos o, al menos, la percepción que tenemos de ellos. Tenía más glamour y más planta. Le llamé, le pregunté si quería hacer el papel y él dijo que solo aceptaría si había proceso de cásting. Vino, lo hizo genial y nos entendimos a las mil maravillas desde el principio. No puedo estar más que agradecido, porque también tenía muchas frases en inglés y no le era lo más cómodo, pero acabamos muy contentos.
-¿Por qué era importante articular la película en capítulos? Como si fuera un puzle de colores…
-Esa idea viene de mi pareja y de la concepción de unir el progreso de la película al del aprendizaje del silbo gomero. En mi cabeza, esa capitulación obedece a aprender a hacer algo muy difícil para conseguir algo moralmente reprobable, al punto de que esa lengua se convertirá en algo de vida o muerte. Con esa estructura, el aprendizaje se volvía central y no anecdótico. No quería una peli con silbo, sino sobre el silbo. Los colores, también son una especie de adelanto del final, como una última mirada al arcoíris. Quería que el lenguaje de la película se mezclara con el propio silbo.