“No se puede renegar de referentes como Paco Martínez Soria”
El creador de “Vergüenza” y “Vota Juan” vuelve al largometraje con “Un efecto óptico”, una comedia atípica protagonizada por Carmen Machi y Pepón Nieto
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Si uno se agarra a los referentes visuales más inmediatos, esos que nos hablan de uno de los creadores de comedia más exitosos de nuestro país trabajando con dos actores curtidos en mil carcajadas y cuyo rostro asociamos de inmediato al “prime time” de las dos cadenas que siguen liderando la televisión lineal, “Un efecto óptico” bien podría ser una comedia española más. Si le ponemos nombre a los iconos y desvelamos que la mente brillante detrás del truco de magia es Juan Cavestany (“Vergüenza”, “Vota Juan”) y los intérpretes son Carmen Machi y Pepón Nieto, la entidad es mayor. Si, en un renuncio casi sacrílego, la película obvia los derroteros de la suposición y la carcajada costumbrista y se adentra en terrenos más experimentales, la prestidigitación se vuelve casi científica.
Casi un lustro después de su último largometraje, “Esa sensación” (2016), Cavestany vuelve a este formato, además con estreno en salas y en colaboración con Filmin, para contarnos el viaje de una pareja burgalesa (y típicamente española en sus costuras) hasta Nueva York para dejarse embelesar por el papel de turista ignavo. Partiendo de la iconografía de Paco Martínez Soria, a la que no renuncia en ningún momento, la película juega al escapismo con el espectador y rápidamente gira hacia otros géneros, bastante más interesantes y atrevidos, cuyo encaje final bien merece la experiencia cinematográfica completa.
-¿Cómo nace la idea para la película? ¿De dónde viene la mezcla de géneros?
-Hay varias formas de responder, pero creo que la más sencilla viene de mis años como periodista en Nueva York, hace ya mucho tiempo. En esa época, que eran los noventa, veía a los turistas españoles por la ciudad y me llamaban mucho la atención. Era la observación de un turismo que hace mucho tiempo que ya desapareció, mucho antes de la pandemia. Con la globalización, el negocio cambió mucho y poner distancia se volvía algo sumamente complicado, ya nada nos puede sorprender porque donde miremos hay un foco. En esa época, ir a un sitio como Nueva York era todavía novedoso, era un pequeño salto de fe respecto a lo que veías precisamente en las películas.
-¿De ahí la situación desconcertante de los personajes en el tiempo y en el espacio, como en ese contexto extraño?
-Sí. De aquella observación nació primero un relato y después un guion, que cogió polvo en un cajón durante años. De hecho, durante ese tiempo es cuando se transformó por completo la industria del turismo y los viajes y quedaba casi obsoleto. Así, el guion se fue transformando y no fue hasta hace dos años cuando supe que lo íbamos poder sacar adelante. Parte de la desubicación que plantea la película parte precisamente de ese proceso de escritura, a medio camino entre nuestra época y los noventa. No solo quería jugar al dónde estamos sino al cuándo estamos.
-¿Qué instrucciones se le da a un actor para que precisamente actúe como si no tuviera instrucciones, como si estuviera perdido?
-Ese trabajo es una combinación de muchos factores. Carmen (Machi) y Pepón (Nieto) recibieron el guion con mucha curiosidad y se quedaron un poco estupefactos por cómo se desarrollaba. Rápidamente se apuntaron, yo creo que motivados por ello. A partir de ese momento, quise generar con ellos algo que creo fundamental a la hora de dirigir y es la confianza. Quiero que mis actores estén muy relajados y, si se puede, lleguemos a confiar en el otro como en una relación de amistad, porque al final son personas con las que te vas a embarcar en una aventura de semanas. Más en un proyecto de estas dimensiones, en el que salen casi en todas las escenas ambos en plano. Ahí es donde surgen las dudas pero también las ideas.
-¿A partir de qué trabajasteis los personajes? El guion cuenta muy poco antes de embarcarnos en el viaje...
-Exacto, por eso era importante definir quiénes son a partir de lo que hacen y dejan de hacer, porque partían como en blanco. La defensa de los diálogos, pese a la variación de ambientes y actitudes, ya es cosa de su experiencia. Luego la película tiene este proceso cíclico en el que la acción se repite y ellos van cambiando, entonces enriquece mucho la película que ellos sean tan buenos actores. Fue facilísimo y muy gozoso.
-Con Machi y Nieto perdidos en otra ciudad, ¿cómo evita uno la tentación de jugar a ser Paco Martínez Soria?
-No creo que lo haya evitado, porque me parece un referente inequívoco de la película. No se puede renegar de ese referente. Claro, estamos acostumbrados a ver a estos actores en comedias más “mainstream” que tienen una proyección muy cercana. Siempre dan una imagen amable, muy directa con el espectador, por eso son actores tan reconocidos. Ahora bien, entre ellos hay química pero no porque se parezcan, sino por todo lo contrario. Pepón (Nieto) es más intelectual y Carmen (Machi) mucho más visceral. A él le gusta masticar y darle muchas vueltas a las escenas y a ella le gusta más ese primer impulso, esa pulsión más naturalista. Es fantástico verles trabajar cuando están cómodos.
-Y ese humor, ¿es para todo el mundo?
-La película es comedia, sí, pero los diálogos y las situaciones dirigen hacia una más atípica, más alternativa, más sostenida que histriónica. Es verdad que hay momentos de humor costumbrista, pero son frases y gags, no situaciones construidas para la comedia de masas.
-¿Es también metacine?
-Sí, la película tiene algo también de metacinematográfico, de hablar de películas en películas. Del viaje a Nueva York como viaje mítico de las películas y de esas referencias que lo salpican todo, sobre todo lo que parece que hayamos visto mil veces pese a no haber presenciado nunca. También hay referencias obvias, como a “Atrapado en el tiempo” o incluso al cine de Antonioni. El director de foto (Javier Bermejo) y yo nos hemos fijado mucho en fotógrafos como Philip-Lorca di Corcia o William Klein.
-¿Por eso se pierden también los personajes en ese fondo imposible de adivinar?
-Sí, totalmente, como si se separaran de su plano físico, y eso requería una mirada muy peculiar, muy fotográfica más que cinematográfica. Siempre le quisimos dar peso al retrato de la masa inerte de las ciudades, los edificios y la arquitectura. Es una película con la que pretendía hacer comedia y dramaturgia sobre elementos urbanos.