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Ibon Martín consolida el «thriller euskaldinavo»

El novelista, que publica con «La hora de las gaviotas», asegura que «el fanatismo y el odio ganan terreno»
TXEMARI ORTIZ DE LUNAPenguin Random House

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Hay un pueblo, hay una tradición y hay un asesinato. La villa se llama Hondarribia; la fiesta es el Alarde y la víctima, Maitene, una mujer que se ve guapa a pesar de la sombra de sus ojeras, que se suma a una celebración de siglos donde las mujeres todavía no son bien acogidas. Allí, en medio de reproches, ella es asesinada. Un crimen que volverá contar con la atención del suboficial Ane Cestero y la prosa de Ibon Martín, autor de «La hora de las gaviotas» (Plaza y Janés), donde se relatan estos sucesos. El novelista, que ya triunfó con «La danza de los tulipanes», obra que antecede a este título, regresa con esta trama a un paisaje del norte.
Ibon Martín despunta ya como un escritor consolidado y sus obras comienzan a identificarse con una marca literaria que empezó en las redes sociales y se ha extendido: el «thriller euskaldinavo». «El género negro de los países escandinavos comparten algunas similitudes con mis obras -explica el autor-. El clima tiene mucha importancia, es más rural y menos urbano, tiene un punto de aislamiento geográfico... mis novelas comparten esos ingredientes. Me divierte este símil».
Algo de esto asoma por las costuras de esta narración, que arrastra en sus páginas el salitre del mar y el eco de las aves marinas, pero que, sobre todo, aborda el machismo en una celebración tradicional, lo que no ha dejado indiferente a muchos vecinos. «Las fiestas de los pueblos son herencia de la tradición. En ocasiones se retrotraen hasta varios siglos. Si miramos hacia atrás, una sociedad como la de hoy no existía. Por eso, las tradiciones muchas veces chocan con los avances de las libertades sobre el sexo de las personas o el respeto hacia los animales. El toro de Tordesillas se entiende en ese pueblo de una manera diferente que en el resto de España. Igual sucede en ese lugar que se lanza una cabra desde el campanario. Tenemos que aprender a actualizar este legado para que todavía pueda convivir con nosotros. En Hondarribia se excluye a la mujer del desfile del Alarde, porque tradicionalmente no participaba en él».
-Es el arranque de la novela.
-En mi obra, el escenario es lo primero, porque voy a estar viviendo mentalmente en él. Hondarribia, Hendaya, Irún... esa zona, partida entre Francia y España, me parecía interesante porque está en los límites de la frontera y los protagonistas van a cruzar algunas líneas invisibles. Cuando estuve en Hondarribia, el Alarde apareció en letras mayúsculas. Vi la fiesta y era una pequeña guerra civil a escala local. Hay mujeres que quieren participar en el desfile y no se les permite. Ahora está el Alarde principal, mayoritario, y otro minoritario, donde hay mujeres, aunque tienen que desfilar escoltadas por la Policía. Al verlo supe que debía ubicar ahí mi próximo libro.
-El machismo es un ingrediente de su libro.
-Está totalmente presente. Por mucho que lo denunciemos, lo único que sacamos a la luz es la punta del iceberg. Está presente en los trabajos, en casa y en las fiestas populares. No deja de ser un reflejo de la sociedad. Cuando en las celebraciones entran la tradición y el consumo de alcohol, esta actitud, que en otros momentos está controlada, se desborda. Queda mucho por avanzar en este punto.
-Nombra a la «Divina comedia»
-Este libro todavía nos ayuda a reflejar la sociedad actual. Es una obra vigente. Una auténtica descripción de los horrores del ser humano. En el asesinato del libro lo vemos. También cada 8 de septiembre, cuando decenas de personas se dedican a jalear a las mujeres que desfilan en el pueblo. Todo esto es muy de Dante.
-¿Cuesta meterse en la piel de un asesino?
-Me he intentado poner en el lugar del asesino de mi libro para poder justificar lo que está haciendo y lo que lleva a cabo. En el fondo, no dejan de ser sus instintos más primarios, el odio, lo que guía su conducta. El odio es el gran motor que alimenta al ser humano. El odio mueve fronteras y derriba barreras porque tiene una fuerza terrible. Convive con nosotros. Lo que más me costó en este caso fue adaptarme a su punto de vista, al motivo de su venganza, y cómo llega convencerse de sus razones. Asumir eso cuesta y duele.
-Pero es inteligente.
-Pensamos en un asesino en serie como alguien visceral, que se deja llevar y apuñala a alguien, pero muchos asesinatos están pensados a sangre fría, están impulsados por la venganza. Lleva tiempo pensar esos crímenes. No surge de un calentón. Estas personas son reflexivas y pretenden adelantarse a los que intentan detenerlos. Por eso, los asesinos en serie son temibles.
-Ahora hay mucho radicalismo
-El fanatismo y el odio ganan terreno. No hace falta que leamos los diarios para comprenderlo. Lo vemos en un bar. Cada vez nos volvemos más extremos. El miedo al diferente tiene que ver y eso nos vuelve más extremistas. Las redes sociales no ayudan, al contrario, amplifican las voces y trasladan la crispación. Antes los medios de comunicación suponían un filtro. Ahora no los hay. Y muchos de estos odios se basan en mentiras. El problema es que destruyen la sociedad. En España, y en las sociedades en general, empieza a dar miedo el nivel de polarización.
-Su novela aboga por las mujeres.
-Es una novela que nos habla del día a día en el que vivimos. La novela negra nos permite reflejar la sociedad. El feminismo, como otras muchas denuncias sociales, está presente. La novela tiene un punto que parte de la mujer porque los protagonistas principales son mujeres. Están involucradas la investigación y, aunque son fuertes y valientes, también sufren.
-¿Algunos se han quejado por la mención al Alarde?
-Aunque la novela no se posiciona expresamente, visibiliza el problema de las mujeres en la celebración. Hay personas que prefieren que nada cambie y que todo siga igual, que no se hable del problema, sobre todo por parte de ciertos vecinos. De hecho, a algunos no les ha parecido bien esta mención y me han llegado mensajes. Pero no tiene importancia.