Italia se hace mayor y acaba con la censura en el cine
El ministerio de Cultura ha anunciado la abolición de una ley que, desde 1914, permitía al Estado intervenir en las películas por motivos religiosos o morales
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El retrato de una Roma corrupta, viciosa y con algún que otro desnudo femenino escandalizaron a la Italia de 1960 cuando se estrenó «La dolce vita» de Fellini. Ante esto, decidieron eliminarla. Tampoco las burlas a la figura del policía de «Totó y Carolina» (1955), de Mario Monicelli, pasaron el filtro de la moralidad que había instaurada en la sociedad de dicho país hace medio siglo. Y la quitaron de las salas. Parecido es lo que ocurrió tras el estreno de «El último tango en París» (1972), de Bernardo Bertolucci: el alboroto ante una Maria Schneider enseñando las piernas o abrazándose con Marlon Brando fue tal que se destruyeron todas las copias que existían en Italia de la película. Y, después, miraron hacia otro lado.
Esto ocurrió hace bastante tiempo, pero no quiere decir que fuera puntual. Italia lleva deshaciéndose de discursos «incómodos» casi desde que el mundo conoció el cine. Se ha quitado de problemas o dificultades impidiendo que sus habitantes disfrutaran de una creación tal y como la concibió su creador. Y lo ha hecho siempre. Tanto en época de dictadura como en plena modernidad. Por ello, es sorprendente que hasta ahora, en pleno 2021, el gobierno del país vecino haya abolido la ley de censura que se instauró nada menos que en 1914. Desde entonces y hasta el pasado lunes, esta regulación ha prohibido a los ojos italianos la posibilidad de ver la friolera de 274 cintas nacionales, 130 estadounidenses y 321 de otros países, y más de 10.000 se han sometido a modificaciones. Tal y como el ministro de Cultura, Dario Franceschini, anunció a principios de semana: «Se ha terminado definitivamente con el sistema de controles e intervenciones que aún permitían al Estado intervenir en la libertad de los artistas».
La censura cinematográfica se ha abolido en Italia, pues. Un hecho histórico, ya que la imaginación de todos aquellos guionistas, directores y profesionales puede ya por fin volar sin atender a exigencias religiosas o morales. No obstante, eso no quiere decir que las normas se eliminen, sino que, si bien las autoridades ya no podrán prohibir el estreno de una cinta ni podrá cortarle escenas «indecentes», el nuevo decreto impone un nuevo sistema de clasificación mucho más acorde con el resto de Europa: las películas tendrán que dividirse en categorías según si están dirigidas a todo tipo de público, para mayores de 6 años, de 14 y de 18. Con esta decisión, ya no ocurrirá lo que pasó con «La playa» (1954), de Alberto Lattuada, ni el público prescindirá de ver obras ganadoras de un Oscar, como fue el caso de Bertolucci. A partir de ahora, que cada italiano se tape los ojos cuando le plazca.