Sección patrocinada por sección patrocinada
La madre Teresa de Calcuta fue galardonada con el Nobel de la Paz en el año 1979 / AP

El día en que Teresa de Calcuta rescató a un bebé de una montaña de basura

El francés Emmanuel Leclercq volvió a nacer gracias a la Madre Teresa, que le salvó de la inmundicia

La historia del francés Emmanuel Leclercq supera con creces a la ficción. Doctor en Filosofía por la Sorbona de París, Emmanuel volvió a nacer el 19 de septiembre de 1982 en los vertederos de basura de Bombay, en la India.

Su increíble testimonio sale ahora a relucir por primera vez en la película “Amanece en Calcuta”, la cual he tenido el privilegio de dirigir y escribir; una impactante cinta sobre la repercusión de la Madre Teresa en seis vidas de infarto que se estrena el próximo viernes en más de cincuenta cines de España y que ha sido elogiada hasta ahora por la crítica de modo unánime.

Por increíble que parezca, aquel día la Madre Teresa de Calcuta pasó por allí y percibió el llanto incesante de un bebé abandonado entre la inmundicia. Las basuras se expandían a lo largo de kilómetros interminables. Los animales se acercaban allí para comer, la gente hacía sus necesidades e incluso algunas personas buscaban algo de comida que llevarse a la boca.

Lo terrible de aquellos vertederos era el olor nauseabundo que desprendían. El vertedero fue la primera casa de Emmanuel y la segunda, el orfanato regentado por las hijas de la Caridad hasta donde la Madre Teresa condujo al recién nacido en su regazo. Con once meses, Emmanuel llegó finalmente a la Drôme, en el sur de Francia. Sus padres adoptivos nunca pudieron tener hijos, de modo que acogieron a cinco: dos indios, dos franceses y uno de Haití.

Sus padres adoptivos, Annick y Michel, le llamaron Emmanuel, pero cuando él creció se dijo que no podía renegar del nombre que sus padres biológicos le habían dado: Robin. Decidió llamar así a su ángel custodio. “Mi ángel de la guarda es ese “cartero” entre Dios, la Madre Teresa y yo”, comenta él.

Cuando Emmanuel pudo regresar por primera vez a la India en 2016, conoció a la hermana que acompañaba a la Madre Teresa el día en que lo rescataron de la montaña de basura. La hermana le mostró el Registro donde se conservaba la información sobre su abandono. Sobre su brazo estaba escrito el nombre de su madre: “Shubadra”, que traducido del indio significa “la buena madre”.

Emmanuel consideró una señal de Dios que una madre que abandonaba a su hijo pero que se hacía llamar “La buena madre”, en realidad no se escabullía de él sino que le donaba a una nueva fe al mundo. “Ella me depositó en el mundo, ofreciéndome a él para que pudiese vivir”, asegura hoy.

Cuando le hallaron desnudo entre la basura, llevaba puesto un pequeño collar con un trocito de papel donde figuraba escrito su nombre en indio: “Robin”, que significa “gloria y brillantez”. “Lo maravilloso de mi nombre –advierte Emmanuel- es que mis padres me pusieron “Robin, Gloria y Brillantez” porque mi vida debía ser para la mayor Gloria de Dios. Que todo lo que hiciese fuese de verdad para Dios, como también hizo la Madre Teresa”.

Para Emmanuel fue una experiencia inolvidable visitar su antiguo orfanato. La hermana de la Caridad que le acogió en su día tenía 94 años cuando regresó allí. “Emanuel –le dijo-, todas las cunas que ves aquí no han cambiado. Tú has estado en una de ellas. Has crecido durante once meses en una de estas mismas cunas”.

FECHA: 1982. Doctor en Filosofía por la Sorbona de París, Emmanuel Leclercq volvió a nacer el 19 de septiembre en los vertederos de basura de Bombay, en la India.
LUGAR: BOMBAY. Su increíble testimonio sale a relucir ahora por primera vez en la película Amanece en Calcuta, donde relata cómo la Madre Teresa lo rescató siendo un bebé.
ANÉCDOTA: Para Emmanuel fue una experiencia inolvidable visitar su antiguo orfanato, donde se conserva la misma cuna donde él estuvo once meses hasta que fue dado en adopción.

Hace 37 años, ese orfanato era tan pobre que durante aquellos once meses se alimentó tan sólo de agua y azúcar. Jamás bebió una sola gota de leche.

Visitó también la leprosería de Calcuta, donde se encontró con incontables leprosos que sufrían de modo atroz. “Era maravillosa la bondad y el amor con que las hermanas de Madre Teresa se ocupaban de ellos”, recuerda.

Una de aquellas mañanas, la hermana le dijo: “Emanuel, ayúdame a desinfectar sus heridas”. Le emocionó comprobar que el leproso sólo tenía un brazo; el otro había sido carcomido por la lepra. La hermana añadió: “¿Puedes sujetarle el otro brazo mientras lo desinfecto?”. Lo desinfectaron juntos con carbón ardiente, introduciéndoselo en las heridas, mientras el leproso no paraba de aullar de dolor. Pero al cabo de una hora, parecía ya tan contento por haber reencontrado su dignidad humana.

La primera vez que Emmanuel llegó al mortuorio en Calcuta, permaneció delante de un emotivo cuadro donde una hermana tiende el brazo a un pobre y al fondo, en la pared, se lee: “El Cuerpo de Cristo”. Ahí se resumía todo. “Ese cuadro –explica Emmanuel- es la mejor catequesis: Cristo se hizo pobre adoptando nuestra humanidad para salvarnos”.

Cuatro madres
Emmanuel visitó a un chaval de dieciséis años con un tumor cerebral. Le acompañó hasta su misma muerte. El último día entró en la habitación y se inclinó sobre su lecho. Marc le susurró al oído: “Emmanuel, tú tienes mucha suerte. Yo no tengo madre porque ya no viene a verme, pero tú tienes cuatro. Dame a una de tus madres, por favor”.
Él no le entendió: “¿Por qué dices que tengo cuatro madres?”, inquirió. Entonces el chaval le dijo: “Tienes a la madre que te trajo al mundo, a la Madre Teresa que te ha rescatado, a tu madre que te ha adoptado, y además tienes a la primera y más importante de todas: la Virgen María”. Y él le contestó: “Marc, te voy a dar a la Virgen María. Ella es la que vendrá a buscarte”. Veinticuatro horas después, Marc falleció. El mismo día de la Inmaculada Concepción.