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Así se encontró el “Aníbal Vencedor” del Museo del Prado

La obra de Goya, pintada en Italia, ha sido adquirida por Fundación de Amigos del Prado por tres millones de euros
Museo del Prado
La Razón

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Recorrieron el palacio de arriba abajo. Solo eran dos los visitantes: Jesús Urrea, adjunto a la dirección del Museo del Prado, y una historiadora de arte de la Universidad de Oviedo. Eran también unos de los primeros investigadores que habían conseguido visitar en El Pito, Cudillero (Asturias), el Palacio de Los Selgas, llamado La Quinta, donde permanecía una de las mejores colecciones de arte del norte de España. La familia Selgas-Fagalde, había vivido en aquellos edificios y jardines hasta 1992, fecha en que pasó a formar parte del patrimonio de la Fundación Selgas-Fagalde. Pero, un año después, todo permanecía cerrado y las visitas prohibidas. No estaba abierto al público.
Urrea llevaba desde los años setenta intentando franquear en vano aquellas paredes. No había manera, hasta que en 1993 el académico Antonio Bonet Correa le consiguió el permiso que tanto ansiaba. Y la razón no era otra que un cuadro atribuido a Corrado Giaquinto que quizá no era de Corrado Giaquinto.
“Fuimos recorriendo las dependencias y salones pero no aparecía el cuadro que buscaba. Había lienzos atribuidos a Morales, El Greco, Goya, Giaquinto, Luca Giordano… piezas magníficas de artes decorativas. Pero no era eso lo que buscaba. Tenía una idea. Y la tenía porque en mi despacho del Prado, había un pequeño lienzo que me había dado la pista de lo que debía encontrar. Era un boceto, hoy conservado en el Museo de Zaragoza, que habían atribuido José Manuel Arnaiz y Rogelio Buendía en 1984 a Goya no sin ciertas reservas del resto de los especialistas en el pintor”.
Recuerda el historiador que solo había una sala que quedaba por visitar, pero permanecía cerrada y el vigilante decía no tener la llave. “Solo tiene un armario, y no merece la pena”. Urrea recuerda que tuvo que insistir. “Finalmente apareció con la llave, entramos y allí, encima del armario, estaba colgado el cuadro. Lo miré pero no hice fotos -no llevaba cámara- y tampoco dije nada del hallazgo. Pero cuando salí del palacio no pude resistirlo más y llamé a Manuela Mena, subdirectora general del Prado en ese momento, y le conté que había visto algo importante relacionado con el boceto que había en mi despacho. Quería confirmarlo en Madrid, pero ya sabía que había encontrado un goya importante de la etapa italiana de Goya. Una auténtica rareza por lo decisivo que sería en la vida del pintor aragonés”.
De vuelta Madrid Urrea ya tuvo noticias de que acababa de aparecer en una biblioteca de Mallorca un cuaderno con dibujos de Goya. El Prado lo estaba estudiando y su director de entonces, Alfonso E. Pérez Sánchez lo guardaba en su despacho. En ese pequeño cuaderno había varios apuntes que sentenciaban el hallazgo de Urrea, aunque la clave de todo aquel hallazgo estaba en el boceto de su despacho.
Urrea había descubierto el cuadro, pintado en 1771 en Italia con el que Goya había concursado en la Real Academia de Bellas Artes de Parma. Concurso que ganó pero que le dio prestigio, al haber resuelto una compleja composición histórica con éxito, según reconoció el propio jurado.
Desde aquel ya lejano 1993, el cuadro fue publicado por el historiador y reconocido por todos los estudiosos. Permaneció en la Fundación asturiana hasta que en 2011 se trasladó al Prado, donde se exhibía como depósito en las salas de Goya. La compra que ahora ha hecho efectiva la Fundación de Amigos del Prado por tres millones de euros supone una adquisición importante de un pintor que es referencia en el museo. Pertenece además a una etapa decisiva de su formación. Y es bueno recordar respecto al precio que un segundo boceto fue vendido en Sotheby’s el año pasado por 1,6 millones de euros. Una obra maestra y dos bocetos preparatorios. Buen homenaje a Goya en el 275 aniversario de su nacimiento.
Fernando Rayón es director de Ars Magazine.