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Donna Leon: «La mafia ha pasado a ser una clase respetada»

Donna Leon publica «Esclavos del deseo», el caso número treinta de la saga de Guido Brunetti, donde denuncia el tráfico de personas
IVAN GIMÉNEZ – SEIX BARRALIVAN GIMÉNEZ – SEIX BARRAL

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Hace treinta años, Donna Leon mantuvo un encuentro con un director de música que no gozaba precisamente del reconocimiento del respetable. Al terminar la charla, cuando las palabras de la conversación todavía resonaban en la conciencia, tuvo la ocurrencia de pensar qué ocurriría si una persona pública de esta talla, que conciliaba tantos odios y recelos, apareciera muerta. Entonces ella no era todavía escritora ni mucho menos una celebridad. Solo una aficionaba a la ópera que disfrutaba recorriendo las calles de Venecia. Esta idea, sin embargo, alteraría la rutina del anonimato. Sin tomar como referencia a ningún otro personaje, solo con esta idea como inspiración y apoyo, creó al detective Guido Brunetti, una de esas raras invenciones literarias tocadas por la fortuna y que desde el principio ha contado con el respaldo de los lectores y la crítica. De aquel momento han pasado tres décadas y esta figura de la policía italiana afronta ahora su caso número treinta en «Esclavos del deseo» (Seix Barral), que lleva el inquietante subtítulo de «El silencio de los inocentes esconde vuetra culpa».
La trama arranca cuando aparecen dos turistas norteamericanos heridos. Es el detonante de una investigación que llevará a Brunetti a lo más sórdido de las mafias actuales y a adentrarse en el espinoso sendero del tráfico de seres humanos, por lo general, inmigrantes que solo buscan un empleo para salir hacia adelante. «Escribí sobre las mujeres esclavizadas a trabajos sexuales hace 26 años. Ya contaba cómo se las engañaba para venir a Europa. Hoy, después de tanto tiempo, ocurre lo mismo, pero con otros hombres de otras nacionalidades y con otras mujeres que no son africanas. En Europa no se hace nada sobre este asunto. Es como si la policía estuviera vacaciones. No se ha hecho nada para poner fin a este drama. Ahora mismo hay más mujeres esclavas en Europa que antes».
Donna Leon, que tiene la música, los animales y los libros como principales aficiones, reconoce que cuando comenzó a escribir «no me planteé una cruzada de temas sociales, solo narrar», pero la realidad es que a lo largo de su serie policíaca ha abordado algunos de los asuntos más inquietantes de nuestra sociedad. «A Brunetti no le gustan los acosadores. Esas fuerzas superiores en la economía y en lo social que ejercen de abusones. A mí también me ponen nerviosa los abusos de poder, igual que él. No le gusta que la gente sufra la injusticia. Él odia eso y es la esencia de mis libros. En eso coincidimos».

La mafia en nuestros días

La novelista, que no ha pensado «divorciarse» de su personaje por ahora ni lo hará «mientras siga disfrutando con la escritura», reconoce que esta historia es consustancial a la «mafia» y asegura que «la mafia ya no responde al tópico de un hombre que entra en las tiendas con los bolsillos de dinero. Hoy el mafioso es un empresario respetado en su pueblo, cuyo hijo va la mejor escuela de negocios y cuya hija estudia la carrera de Derecho en Londres». No conforme con esta descripción apunta que «la mafia ha pasado a ser una clase respetada y con eso se obtiene a la vez más respeto, más poder y más beneficio económico. Hace unos años todos leíamos noticias de que había guerras entre ellas. Eran las décadas de los sesenta, los setenta y los ochenta. Muchos reporteros hicieron una multitud de fotografías de estas revanchas que se tomaban entre ellas. Pero si se está atento uno se da cuenta enseguida de que ya no se matan entre ellas. Al contrario, se unen y crean alianzas. Su política es distinta. Es «matemos a otros, no entre nosotros». Y, también tienen otra filosofía, la de adentrarse en otros negocios». Donna Leon puntualiza un hecho: «Ellos tienen la siguiente política. Si un periodista dice lo que hacen, lo denuncian por difamación, porque ellos saben que pueden pagar los costes de todas las querellas que quieran y los mejores abogados, y, en cambio, los periodistas no pueden».
Quizá por esta razón, la novelista coincide con su personaje en una manera de observar la realidad. «Él ha cambiado a lo largo de todos estos años, como la mayor parte de todos nosotros. Se ha convertido en nivel intelectual en alguien mucho más pesimista. Mira el mundo en el que vive ahora y ve cómo ha cambiado a peor. La visión del mundo de Brunetti se ha ensombrecido y su esperanza sobre él se ha deteriorado un poco porque no ve ningún futuro halagüeño para él. Siempre existirá algún tipo de injusticia. Vivimos en un mundo real y la gente no es buena y de buen carácter».
A esta preocupación, Donna, que reconoce que ya ha terminado el siguiente volumen de esta saga, se añade la deriva política en el Viejo Continente: «Los malos han acabado en el poder y si los quitamos, resulta que muchos temen que lleguen otros distintos pero con el mismo collar. Percibo un gradual giro de los países hacia la derecha. Tengo dudas de hacia dónde va a conducirnos ese camino. Son los mismos titubeos que tiene Brunetti. Su visión de nuestra época se ensombrece y la mía, también. Cuando miro a Italia, a Europa, no veo razones para el optimismo. Quizá es la Covid».