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Salvador Sobral, de corazón, cantante

El músico portugués presenta “bpm”, un disco en el que trata de la delgada línea entre la vida y la muerte: los latidos de su corazón, que le fue trasplantado en 2017
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Salvador Sobral (Lisboa, 1989) pasó mucho tiempo en el hospital mirando una pantalla donde una línea reflejaba los latidos de su corazón. Fue a finales de 2017, cuando le fue detectada una dolencia cardíaca grave que solo se curaría con un trasplante. Durante cuatro meses estuvo ingresado con la compañía de la pantallita y la línea que vigilaba el movimiento de su corazón defectuoso. La máquina recogía los “batimientos por minuto”, o BPM, las mismas siglas que en la música designan el tempo de las canciones y que también se llama “pulsaciones por minuto”. Sobral y su corazón nuevo ya se conocen mejor, incluso juegan al fútbol, y el artista portugués publica su primer disco de canciones propias, un trabajo intimista que ha titulado, claro, “bpm” y que presenta en Madrid (7 de julio) y Málaga (18).
“Estaba decidido a hacer un disco de mis canciones y me acordé de todo el tiempo que pasé mirando los electrocardiogramas y las ecografías. Fue una experiencia larga y daba un poco de miedo estar pendiente de esa línea y su dibujo todo el rato”, explica el artista sobre la delgada línea entre la vida y la muerte. Aunque el disco está movido más por los latidos espirituales que por los físicos. “Las emociones, los sentimientos, aceleran el pulso. Y me parece que es una idea maravillosa que ambas cosas estén conectadas y que a su vez lo estén con el tempo de la música”, explica por videollamada en perfecto castellano. De esa experiencia, del miedo a la muerte, canta en su nuevo trabajo (“Medo de estimaçao”) y también de conocer su destino con claridad: “Vine a esta Tierra a cantar. Es mi misión en la vida. Yo, de corazón, soy cantante” dice, incluso aunque su corazón no sea suyo y por suerte, ya no tiene que preocuparse de que el órgano siga haciendo su trabajo. “Yo solo quiero cantar, y si, para poder hacerlo, tengo que hacer un disco, pues lo hago. Pero es una obligación, tío. Ahora estoy contento de haber sacado esas cosas de mi alma, pero encuentro igual belleza cantando las canciones de otros que las mías. No siento que sea más especial para mí. Sale igual de las entrañas”.
“Odio la soledad”
Salvador Sobral participó en un concurso de televisión, “Pop Idol” siguiendo su sueño de ser músico, pero se dio cuenta de que un “reality show” no era el camino que quería tomar para conseguirlo. Estudió música en Barcelona y más tarde se ganó la vida cantando en bares en Palma de Mallorca. Con “Amar pelos dois”, una canción escrita por su hermana, la cantante y compositora Luisa Sobral, ganó Eurovisión en 2017 para su país por primeva vez en la historia pese a su delicado estado de salud. Tras dos discos de canciones ajenas, se autoimpuso el reto de grabar las suyas. “Pero componer para mí no es algo orgánico o romántico, es un proceso racional. Me siento para escribir letras o componer y agarro un diccionario de rima, de expresiones... y hasta que no termine, no me quito del piano o de la mesa. Es algo muy poco romántico”, admite el artista, que no tuvo escapatoria durante la pandemia para obligarse a mirarse hacia adentro pero sin intenciones médicas. “Tengo problema serio con la soledad. La odio. Me encanta la gente, todo tipo de culturas y conocer personas. Soy un animal súper social. Y en esa situación fui obligado a estar solo y empecé a ver mis tristezas, lo que me pasaba dentro, mi vida”.
Sobral rechaza el cliché de que los artistas que no componen están incompletos, o son menores. “Eso es una cosa de ahora. Imagínate en los años 40 o 50, con Ella Fitzgerald, Billie Holliday o Chet Baker... tocaban canciones de otros y no pasa nada. Una vez que lo haces de manera honesta y genuina, qué más da. Yo cuando oigo a Billie Holliday, la creo absolutamente”.
Después del proceso del disco, de un perfeccionismo laberíntico, Sobral se ha quitado los miedos artísticos. También, poco a poco, los médicos. Pero no del todo: “Voy a revisiones cada vez más esporádicas. La médico me hizo el ecocardiograma y me dijo que tiene muy buena pinta. Y yo pensaba mientras me lo decía que había sacado el single y el disco y que me encanta que a la gente le llegue al corazón, pero no hay nada que me guste más que me digan que estoy sano. Es lo mejor que me puede pasar en el mundo. Me da igual ganar un Grammy si el ecocardiograma está bien”. Aún queda un proceso. “Este corazón que tengo todavía no está... enervado, decimos en portugués. Es decir, que es un corazón sin información, no tiene los datos de mi sistema nervioso y viceversa, así que mi cuerpo piensa que es ajeno, por eso se toman los inmunodepresores. Pero lo bonito es que, poco a poco, mi cuerpo lo va reconociendo y haciendo con él la sinapsis. Lo mejor de todo es que ya puedo jugar al fútbol”, celebra Sobral.