Ángela Vallvey: «Esta sociedad es un rebaño pastoreado por lobos, y eso es terrible»
Publica su nueva novela «El alma de las bestias», una aventura en tiempos de épica entretejida entre el medievo y un Jesucristo adolescente, que trasciende los cánones del género histórico
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Alfonso VI, que había heredado el Reino de León y el título imperial de su padre Fernando I, toma asiento en Sahagún, en pleno Camino de Santiago, donde pasa la mayor parte del tiempo. En los primeros años del siglo I, un Jesucristo niño crece en Galilea rodeado de su familia. Entre ambos lugares y épocas, Ángela Vallvey ha entretejido una aventura donde mezcla personajes históricos y anónimos. Unos niños ensangrentados perdidos en el bosque, una reina demasiado joven que no acepta su destino, un judío sefardita que custodia un libro misterioso, un asesino en serie que mata como un animal o el Cid y María Magdalena, son algunos de los personajes de «El alma de las bestias» (Ediciones B), la última novela de la escritora y columnista de LA RAZÓN. Una época medieval oscura y violenta en las que, a pesar de todo, hombres y mujeres se atrevían a recorrer caminos llenos de peligro.
–¿Las bestias tienen alma?
–Creo que sí, que las hay que tienen más alma que algunos humanos, que son más bestias. Soy bastante animista, tengo esa cosa antigua y un poco pagana, que también está en el cristianismo.
–¿Podemos llamarla novela histórica o trasciende los cánones del género?
–Es una novela histórica con afán de trascender, aunque no sé si se ha cumplido, las ambiciones es mejor no cumplirlas del todo. Es una aventura en tiempos de épica, una experiencia sobre el pasado que puede ser reveladora porque mira las cosas de otra manera, con muchos elementos humanos que espero que contribuyan a su riqueza.
–¿Sería exagerado decir que tiene algo de thriller?
–Quizá una deconstrucción del thriller porque hay un asesino en serie, pero en una época en la que esto no importa a nadie, la muerte violenta era algo cotidiano, estaba en la vida. Ahora estamos acostumbrados a ver la historia desde un cómodo sillón postindustrial y no percibimos que el hecho de investigar un crimen es un salto civilizador que ocurre a duras penas conforme va transcurriendo el tiempo.
–Vuelve a dar importancia a personajes femeninos, más objeto que sujeto de la historia.
–La vida de las mujeres no ha tenido mucho valor históricamente y, en esas épocas, ninguno. El libro se adentra en el borrado histórico de la figura de la mujer, a pesar de su valioso trabajo. El nacimiento o la muerte de una niña los traía al fresco y a veces podían recibir el mismo trato que las bestias. Lo escrito en esta novela no está hecho disparatando o fantaseando, sino documentado en fuentes históricas.
–Una mujer fuerte que sobrevive, aunque le cuesta mucho más que al hombre.
–Esa mujer que trabaja, que tira de hijos y mayores y, aunque sea ninguneada, demuestra una fortaleza admirable. Son fuertes por naturaleza, de hecho, el parto es un hecho físico asombroso para el que necesita la energía de un guerrero en una batalla, se decía, y muchas morían de parto.
–Aparece el lobo, animal y metáfora. ¿El mundo se divide en lobos y corderos?
–Es posible que la vida se divida en esas dos categorías, pero creo que todos tenemos en nuestra alma un poco de las dos cosas y siempre gana una de los dos. Cuando lo hace el cordero sobre el lobo que hay en ti, tu papel es el de un cordero y cuando gana el lobo, eres un depredador.
–Lo malo es que son los fuertes los que siempre ganan.
–Eso es, como Caín y Abel, uno tenía un arma y el otro era un simple confiado, estaba claro quién iba a ganar en esa lucha. El fuerte, el despiadado, siempre vence sobre el débil e indefenso.
–¿Qué abundan más?
–Los corderos, afortunadamente, porque si no el mundo sería insoportable.
–¿Y en la política?
–La política, como la economía, son las élites y probablemente en ellas es donde están todos los lobos. Hoy podemos decir que la sociedad es un rebaño pastoreado por lobos, que es algo terrible.
–¿Son los políticos un reflejo de la ciudadanía, o al revés?
–Un poco de todo, pero evidentemente salen de un determinado contexto social, de unas circunstancias económicas y políticas, por tanto, son un producto de la sociedad misma, lo que pasa es que luego hay una interacción y ejercen de ingenieros sociales, reflejan lo que son sobre el resto de la sociedad a la que conducen, a la que someten con los patrones que les convienen.
–¿Vivimos en una sociedad crispada?
–Sí, porque cuando hay dinero y la riqueza fluye, todo se amansa, se tranquiliza, y eso engrasa el mecanismo social, como dicen los índices de criminalidad y de problemas de todo tipo, incluso mentales, pero cuando una crisis tremenda, una recesión de diez años como ahora se junta con la pandemia, con un confinamiento disparatado, el resultado es terrible, la gente tiene que buscarse la vida, luchar contra la miseria, la precariedad y la inestabilidad, y eso crispa a la sociedad.
–¿Tanto como para matar a una persona a golpes por homofobia?
–No se sabe el motivo aún, pero es una desgracia, un crimen execrable que ocurre como con las violaciones, asesinan en manada. Siguiendo con la novela, es muestra del ataque de una manada de lobos, una señal de cómo hoy el grupo, la pequeña manada, es depredadora y genera fuerza de la debilidad. Igual son enclenques estúpidos, sin valor ni coraje ni fuerza y, sin embargo, juntos forman una unidad letal.
–¿Influyen las redes sociales también?
–Sí, porque son herramientas que no existían, que equivalen al pensamiento inconsciente. Son el reflejo del inconsciente colectivo en todo en todo el mundo, es algo globalizado, salvo donde existe censura. Se refleja ahí que es un desaguadero, una cloaca.
–A usted la censuraron en ellas.
–Sí, pero no pienso perder ni un instante de mi vida ni de mi tiempo ni de mi estabilidad mental en hacer un trabajo rellenando contenidos para grandes empresas multinacionales dirigidas por gente de dudosa credibilidad ética que, encima, se permiten censurarte.
–¿Su columna en LA RAZÓN le permite opinar sobre lo que en otro género no escribiría?
–Totalmente, aquí publico ideas propias y creo que tienen gran predicamento, aunque nadie me cita. Por ejemplo, lo de la superioridad moral de la izquierda salió de una columna mía, pero nadie me ha atribuido nunca la autoría ni me ha citado, aunque corre como la pólvora. Ese tipo de reflexiones solo pueden hacerse desde el articulismo, ni siquiera el ensayo tiene esa inmediatez y fuerza y esto es maravilloso para un creador, para un intelectual, y aunque el periodismo está viviendo épocas tremendas, como todo y como todos, sigue siendo una manera de transmitir ideas de primera magnitud. Para un escritor, esa inmediatez para expresarse y opinar es un regalo y estoy muy agradecida de que me permitan esa oportunidad.
–Desde esa actualidad, ¿qué opina de los indultos?
–Me parece que hay que verlos no solo desde el punto de vista político, sino del legal, y creo que es muy dudoso todo este proceso. La pena es que vivimos tiempos donde la democracia está deteriorada, y no solo en España, es un fenómeno que está ocurriendo en el mundo entero y es muy preocupante, indica su debilidad y la quiebra del Estado de derecho de una forma alarmante.
–En la época en la que está ambientada su novela, España estaba divida en reinos. ¿Sería dramático volvernos a separar tras cinco siglos de unidad?
–La cuestión es que estamos dentro de una superestructura como es la UE por muchos intereses creados. España es un país con muchos enemigos históricamente y hay mucha gente interesada en que reviente y explote, hay un odio exterior e interior. Yo he escrito de los antiespañoles, una idea que también ha prosperado. Tenemos unas élites antiespañolas que viven de serlo, porque, aunque no todo es economía y dinero, hay una buena parte de gente que hace negocio –dentro y fuera– de destruir de España, de deconstruirla, hacerla pedacitos y anularla. Éramos la octava potencia mundial, un país, aún con defectos, moderno, avanzado, de los mejores del mundo para vivir y estamos en caída. Eso es lamentable y se lo debemos a los enemigos de España que hacen negocio por ese interés.
–¿Somos ahora mejor sociedad que en marzo de 2020?
–No, lo que creo es que somos títeres de un experimento social y político mundial, no creo que seamos mejores en absoluto, somos más dóciles, más crédulos, más rebaño que nunca, no hemos alcanzado la inmunidad de rebaño, sino la apoteosis del rebaño y eso no es bueno. Hay mucho dolor, luto, muchas pérdidas, mucha gente llorando a sus seres queridos, heridas tremendas que no se curan porque alguien diga que ya se acabó, porque son cosas que están ahí y tarde o temprano emergen, se curan individualmente, no porque nos den la orden de que se haya curado.
–¿Es optimista?
–Ahora estoy expectante, pero tiendo a no ser optimista. Me gustaría y lucho por poner todo de mi parte para cambiar las cosas porque creo que así se hacen los cambios. Lo que importa y dirige los grandes cambios históricos es cambiar la mentalidad colectiva, y no es fácil, pero cada uno tiene que hacer su parte.