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Charlie Watts, el estoicismo de una estrella del rock

El imperturbable batería era el silencioso constructor del ritmo de los Rolling Stones y un hombre flemático e imperturbable que renunciaba a los aspavientos

Charlie Watts, durante un concierto de los Rolling Stones en París en 2017
Charlie Watts, durante un concierto de los Rolling Stones en París en 2017CHARLES PLATIAUREUTERS

En unas escuchas iniciales, lo primero que llama la atención del sonido de los Rolling Stones es cómo empastan guitarras y melodías. Pero pasado el impacto inicial te das cuenta de que es el ritmo el que lo pega todo. Y eso es lo que hizo Charlie Watts, no solo una leyenda de la banda británica, sino uno de los mejores baterías de la historia del rock and roll. Su pasión era el jazz, su hobby era el rock and roll. Chico Hamilton fue su primer ídolo y después vino Charlie Parker. Le encantaban esas improvisaciones y cómo el batería de turno llenaba los silencios sin salirse lo más mínimo de los exigentes compases. El blues le pareció un buen acercamiento al jazz y con Alexis Korner dio sus primeros pasos como profesional en 1962, un año antes de unirse a los Rolling Stones y hacer historia.

Keith Richards y Mick Jagger necesitaban un batería para completar el combo que estaban formando. Cuando vieron a Watts vieron abrirse los cielos. Cuando convivieron con él, lo amaron. Era el mejor batería posible para ellos. Primero, por su técnica. Segundo, por su pegada. Y tercero, por su docilidad. Pocos hombres han aguantado tan estoicamente tantas estupideces. Watts sería un claro exponente de la famosa flema británica, algo muy difícil de encontrar en el grueso arte del rock and roll. El batería se tomó su llegada a los Stones como una estación de paso y acabaría montado en el tren durante casi seis décadas. Dicen que nunca se tomó muy en serio su carrera en los Rolling Stones, pero lo cierto es que su sello fue indeleble.

Seguir su carrera es seguir cada disco de los Rolling Stones y su evolución. El rythm’n’blues primitivo de los primeros años solo exigía precisión, y eso le sobraba a Watts. Pero el sonido Stones fue evolucionando y pronto llegaron cosas como “Satisfaction”, “Paint it Black”, “Under my thumb” o “Let’s spend the night together”. Puro ritmo de caja, pura pegada.

Watts aguantaba estoicamente cada insufrible y tóxica sesión de grabación. Escuchaba el riff de Richards y la línea melódica de Jagger para luego coordinarse con ese otro genio que era Bill Wyman y completar el ritmo. Todo era simplemente perfecto. Richards y Jagger nunca tuvieron que preocuparse por imaginar el ritmo porque los otros lo clavaban. Y llegaría la época gloriosa de los Stones con discos como “Beggars Banquet”, “Sticky Fingers” y “Exile on Main St.”, en los que Watts jugó un papel fundamental. Canciones como “You can always get what you want”, “Brown sugar”, “Honky Tonk Women””, “Ventilator Blues”, “Tumbling Dice” y muchas más solo podían sonar así con Watts a la batería.

La actitud del batería

Verlo en escena era impresionante. Todo crecía a su alrededor –escenario, muñecos hinchables, fuegos artificiales…-, pero él permanecía impasible con su pequeño kit de batería y su estoica y despreocupada mirada. Cómo tocaba, qué espectáculo, atizando el tabor con la baqueta cruzada y esos sobrios y precisos redobles. Y qué actitud. Mientras ejecutaba los bises finales parecía estar repasando mentalmente la lista de la compra.

Sin embargo, no aguantas mucho tiempo en los Rolling Stones si no tienes carácter. Por ejemplo, no lo tuvieron ni Brian Jones ni Mick Taylor. Watts sí. Hay una mítica anécdota de 1984 que explica cómo era Watts. Ocurrió en Amsterdam cuando, en plena borrachera en el hotel, Jagger llamó de madrugada a Watts. Éste se sobresaltó pensando que había pasado algo. Y lo que escuchó fue a un ebrio Jagger gritar: “¿Dónde está mi batería? ¿Dónde está mi puto batería? ¡Que suba ahora mismo!”. Watts colgó, se quitó el pijama, se puso un traje, se anudó la corbata, se peinó su cuidado corte de pelo y hasta se echó colonia. Subió a la habitación de Jagger, quien abrió con su sonrisa etílica. Y lo siguiente que ocurrió fue que Watts le soltó un puñetazo tan tremendo que, según Richards, si no es por la presencia del guitarrista Jagger se cae por el balcón. Acto seguido, Watts le gritó: “¡No me llames más ‘mi batería’! ¡En todo caso, tú eres mi cantante de mierda!”. Este original acto resume perfectamente quién era el Watts persona. La música define al Watts músico.

Aunque muchos no lo sepan, este original hombre también se ocuparía del proceso de diseño de la escenografía de las diferentes giras de los Rolling Stones. También participaría en el diseño del arte de muchos discos de los Stones. Y nunca, jamás, tocaría mal. De hecho, solía ser el único que se salvaba en los malos álbumes de los Stones. Para la historia queda su discreto encanto y su tremenda pegada, una maravillosa contribución a un sonido ya único e inolvidable.