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Movimientos sociales

¿Debe estar en un museo el 15-M?

El Reina Sofía acentúa la presencia de los movimientos sociales en sus nuevas salas

Sala del Reina Sofía dedicada al movimiento del 15-M y el feminismo
Sala del Reina Sofía dedicada al movimiento del 15-M y el feminismoJavier LizónAgencia EFE

El indigenismo, el 15-M, el feminismo, el movimiento zapatista, el desastre ecológico del Prestige, las reivindicaciones sociales... El Museo Reina Sofía reordena y abre las salas dedicadas a su nueva colección otorgando una preeminencia especial a los movimientos sociales. Su director, Manuel Borja-Villel, ya expresó la idea de que un museo no es un conjunto de hombres y mujeres ilustres. Quizá por eso mismo, ha abierto espacio a estas corrientes ideológicas colectivas que vertebran el discurso y la acción social desde las últimas décadas hasta la actualidad. La opción es legítima, pero presupone un salto completamente distinto en los planteamientos y concepciones que suelen dirigir un discurso expositivo. Una articulación que explica el mismo Borja-Villel: «Hay muchas novedades epistemológicas y de museografía, un cambio metodológico de entender las colecciones. Cada época tiene su manera de narrar. Durante el siglo XIX era a través de la novela. Hoy la forma que tenemos está vinculada con la idea de la serie, que es otra forma de narrar».

Uno de los debates que puede abrir esta exposición es si deben tener espacio como obra artística los carteles del 15-M. Ahora hay creadores, como Jaume Plensa, que no están, pero el visitante sí puede ver en las salas cartones, cartulinas y folios rotulados con lemas como «No hay pan para tanto chorizo», «Mandan los mercaados y no los he votado» o «Devuelve odio a quien gestiona odio» que están presentes. Algo que no deja de estar exento de ironía. Un movimiento que en sus raíces estaba contra el sistema, de repente, se encuentra elevado a pieza museística. El destino, que siempre tiene un gran sentido de la ironía, nos ha brindado, además, la estampa de poder contemplar a un ministro de Cultura, Miquel Iceta, arrobado de emoción delante estas pancartas que se plantearon y escribieron contra la «casta política». Pero quizá este es otro tema.

Como vemos, la reordenación ha respetado gran parte de los movimientos y los autores, pero, en ciertos puntos, ha tenido que sacrificar grandes nombres, algo que puede chocar cuando se disponen de más de 15.000 metros cuadrados nuevos y se han distribuido más de 2.000 obras. Es innegable que están presentes Carmen Laffon, Esteban Vicente, Juan Muñoz, Saura, Barceló, Tàpies o Guerrero. Pero también que se dedica una sala entera al crecimiento urbanístico de la ciudad de Valencia, con su «boom» inmobiliario y las reacciones que produjo y que no está presente Antonio López.

Relatos distintos

¿Por qué? Borja-Villel aclara el motivo: «No es un museo estático. Las series tienen elementos secundarios, personajes que afloran en un momento dado. Cuando presenté la colección lo hice programáticamente. Cada presentación es parcial. Siempre habrá alguien que tenga protagonismo y otro que no, porque la serie no implica un canon. Por eso, cuando se dice que faltan artistas españoles es cierto, pero también existen otros muy apegados a mí que no están». Luego insiste: «La idea es ir creando relatos distintos y en estos relatos aparecen unos personajes y otros, en cambio, quedan en reserva hasta que reaparecen. Es una manera de narrar nuestra época. La estructura es parecida a la de una serie televisiva, que ahora marca nuestra manera de pensar y donde hay cambios y episodios nuevos».

Para Borja-Villel lo que se ha producido es una apertura de diálogos y una serie de cuestionamientos, que es lo que trata de retratar en este recorrido. Para él, el arte actual prende de tres ramales esenciales: la ciudad, los espacios expositivos y las revistas como soportes fundamentales del pensamiento crítico y centros desde los cuales irradian ideas y se investiga todo lo que ocurre a nuestro alrededor (esto se puede apreciar muy bien en una sala dedicada a la fotografía y que tiene como principal referente a «PhotoVision»). Por ello, aduce el director del Reina Sofía, «esto hace que nos replanteemos el mundo y las posiciones políticas que tenemos. El artista ha tomado la plaza pública». Y aclara: «Antes los artistas trabajaban alrededor de las catedrales, los palacios y las grandes avenidas. Pero en el mundo moderno no es así. El centro es la ciudad. Este es el lugar público, antagonista de ideas y lugar de conflicto».