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Crítica de “Los amores de Anaïs”: corre, parisina, corre ★★★☆☆

La RazónLa Razón

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Dirección y guión: Charline Bourgeois-Tacquet. Intérpretes: Anaïs Demoustier, Valeria Bruni Tedeschi, Denis Podalydès. Francia, 2021. Duración: 97 min. Drama.
Como una de esas chicas tan libres y sin sujetador que trotaban por la Nouvelle Vague, la parisina y treinteañera Anaïs es un poco claustrofóbica, por eso evita los ascensores, muy mona a la francesa, va de aquella forma económicamente hablando, acaba de romper con su novio, de quien aborta sin consultarle, conoce a un editor que casi le dobla la edad y está casado, se lía con él, pero, sobre todo, Anaïs no se siente propiedad de nadie («yo no tengo principios, ya he engañado a gente antes»), aunque, sin embargo, sea tan enamoradiza, y va corriendo a todas partes aunque en todas partes aterrice a destiempo. Daniel, que así se llama el señor, se cuelga de la frescura y descaro de la joven, de los trajes tan cortitos que lleva, de los ojos oscuros de Anaïs, pero no tanto como para abandonar a su esposa, Emilie, escritora de éxito, ellos, una pareja tranquila, tediosa, de clase acomodada. Pero cuando parecía que el filme iba a discurrir por unos derroteros enfocados en esta improbable pareja el guion pega un volantazo y lo que era improbable acaba transformándose en una realidad morbosa: la protagonista conoce de casualidad a Emilie y siente una irrefrenable atracción por ella. Ambas, precisamente, verán juntas a Gena Rowlands en «Noche de estreno» (John Cassavetes, 1977) y bailarán comiéndose con los ojos mientras suena la canción «Los ojos de Bette Davis» y la autora cae en la cuenta de que también le atrae Anaïs, quien le regalará, al cabo, los mejores instantes durante el verano de sus vidas un poco engañadas. Una opera prima que nos equivoca otra vez, y quizá ahí reside lo mejor de ella: cuando pensábamos de esta chica que era simplemente atolondrada, irresponsable y egoísta, aquello que buscaba y que hasta ahora no encontró la transforma en una mujer que ya sabe lo que significa sufrir por la ausencia y cuando te dicen adiós. Y desde entonces Anaïs jamás volvió a llegar tarde.
Lo mejor: la fresca y evidente influencia en el filme de ciertos directores adscritos a la Nouvelle Vague
Lo peor: habrá a quien se le atragante la protagonista, tan sincera, egoísta e irritante en ocasiones