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Arte

El mecánico que redescubrió a Francis Hines

Sus cuadros fueron menospreciados y fueron redescubiertos en un basurero antes de ser destruidos

Una de las obras de Francis Hines
Una de las obras de Francis HinesLa RazónLa Razón

Lo que sucede con el arte contemporáneo es que nunca se sabe dónde comienza y termina su valor. Un cuadro que para uno puede suponer una cúspide de la originalidad y la creación, una transgresión de los cánones y un virtuosismo de la pintura y el creador, para otros es algo inservible, que carece de importancia y cuyo destino más preclaro es el basurero. Esto sucedió con una de las figuras más destacadas del arte norteamericano entre las décadas de los sesenta y los ochenta: Francis Hines. El artista, conocido por envolver el Arco de Washington Square Park y que resultó uno de los pinceles más reconocidos mientras todavía gozaba de resuello y su retrato aparecía en los periódicos, cayó después en un progresivo olvido desde su fallecimiento en 2016. Una muerte que discurrió ya entre una modestia que a más de uno debió desconcertar y que, visto ahora este suceso, suponía una clara advertencia de lo que podía sobrevenir.

Hines, con un extremado y celoso cuidado, había almacenado sus óleos en un granero con el propósito de que se conservasen. Una atención que no evitó que, en un momento dado, alguien, poco relacionado con el mundo del arte, los menospreciara y los considerara dignos para trasladarlos a un vertedero. Pero si la arqueología está repleta de sorprendentes descubrimientos y hallazgos inesperados, no menos puede afirmarse del mundo del arte, donde en ocasiones la realidad parece una mera extensión de la ficción. Fue en este punto, cuando gran parte de estos cuadros estaban en el filo de perderse para siempre, cuando el destino se cruzó y, esta vez, sin que sirva de precedente, en favor del artista. Fue un mecánico, Jared Whipple, alguien ajeno a Francis Hines y su mundo, quien reparó en estos montones de cuadros, le llamarón la atención y los rescató, literalmente, del más oscuro y negro de los olvidos, como informa ahora «The Art Newspaper». «Lo saqué de este basurero y me enamoré inmediatamente», aseguró Whipple a Ap.

Entre el olvido y el redescubrimiento

Esto de evitar que algo desaparezca del mundo sin dejar rastro debe suponer un enorme chute de adrenalina y de ego, porque el salvador, a renglón seguido, no ha dudado en asegurar cuál es el siguiente propósito que tiene en mente: «Llevar a Hines a los libros de historia». Lo que sucede es que Francis Hines, probablemente ya estaba en ellos y lo que ha ocurrido es que su fondo pictórico quedó descuidado, arrumbado y cayó en las tristes manos de la desmemoria. Un suceso que en el fondo supone una contradicción casi encantadora, porque si alguien acomete la dura tarea de dedicarse a la creación artística es para trascender a su época y que su nombre no se pierda en el taciturno vendaval de la historia. Como esta clase de historias suelen llamativas y atraen la curiosidad de la gente, aparte de cierto escándalo en el mundo de la cultura y el arte, ahora la galería Hollis Taggart ha decidido dedicar una exposición al desafortunado Francis Hines. La muestra «Unwrapping the Mystery of New York’s Wrapper» supone un homenaje individual hacia él y recoge parte de su obra pequeña. «Estuvieron tan cerca de perderse para siempre y ahora aquí están siendo resucitados y traídos al mundo», comentó el galerista. Un verdadero símbolo de lo que es el arte: o vale mucho o vale nada.