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Estreno

Crítica de “Tenéis que venir a verla”: salir del limbo ★★★★★

Un fotograma de "Tenéis que venir a verla"
Un fotograma de "Tenéis que venir a verla"ImdbImdb

Dirección y guion: Jonás Trueba. Intérpretes: Itsaso Arana, Vito Sáez, Irene Escolar, Fernando Carril. España, 2022. Duración: 64 minutos. Drama.

Suena “Limbo”, una preciosa pieza de Chano Domínguez, y uno piensa: “Esto es la fotogenia”. La pieza se desliza sobre los rostros de los cuatro protagonistas de “Tenéis que venir a verla”. A cada uno, un plano de su escucha. Y no hace falta más para darle la razón a Jean Epstein. Esa es la cualidad moral de los seres y de las cosas revelada por el cine. Jonás Trueba sabe que la vida es fotogénica, porque detrás de su registro hay una verdad inefable. Trivial pero inefable, tanto como lo es la realidad misma. En una mirada se contiene un mundo. Antes lo hubiéramos filmado en plano general, pero volvemos, claro, de un limbo. Ahora, abducidos por una experiencia aislada, todos miran hacia adelante, y ahí percibiremos, absortos, la nostalgia, el escepticismo, la alegría y el hermetismo de toda una generación que ha ahogado sus deseos en el vacío de la pandemia. ¿Qué hacer después, cuando el silencio llena las copas? La situación puede parecer banal, pero ¿cómo no reconocerse en ella? Dos parejas de amigos que no saben qué decirse, divorciadas por sus opciones de vida, salen de lo irreal para intentar comprender lo real. Y lo real está en una invitación: ese “tenéis que venir a verla” se refiere a un nuevo hogar, aún extraño para los que viven en él, pero que se convertirá en lugar de reunión donde pueden volver a estrecharse los vínculos. Un nuevo hogar que podría ser un cine.

Hay tantos ejemplos de películas sencillas que esconden un secreto… Renoir, Ozu o Rohmer, entre los clásicos, y Hong Sang-soo, en el cine contemporáneo, bien lo saben. A Jonás Trueba le bastan una elipsis de seis meses, un viaje en el tren equivocado, una confesión triste, un cordero al horno, una conversación sobre Peter Sloterdijk, una partida de ping pong y un paseo por el campo para, en poco más de una hora de metraje, explicarnos que lo real siempre es un poco irreal, y lo irreal siempre es refutable porque enseña sus costuras. El secreto del cine no tiene nada que ver con los teoremas pero sí con la poesía (aquí lo demuestran los versos de Olvido García Valdés), y la poesía solo se entiende a partir de nuestros propios secretos. Ahora las parejas se han intercambiado e irrumpe una risa (¡qué gran actriz es Itsaso Arana!). ¿De qué nos reímos? De que, finalmente, estamos vivos, y ese es el verdadero, el único tema del cine que importa.

Lo mejor

El retrato que hace de la amistad después de la pandemia es tan certero como conmovedor.

Lo peor

Que su minimalismo empañe sus titánicos logros.