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Entrevista

Leonardo Padura: «Lo más frustrante para un escritor es someterse a la autocensura»

El autor cubano regresa al género policial de la mano de su detective Mario Conde con «Personas decentes»

Leonardo Padura, escritor.
Leonardo Padura, escritor.Gonzalo Pérez MataLa Razón

En 2016 algo empezaba a cambiar en Cuba. Tras años, demasiados años de aislamiento, la isla conocía una nueva oportunidad, cierto deshielo, con dos visitas que pueden calificarse como históricas: la del presidente Barack Obama y la de la banda de rock Rolling Stones. Es en este decorado temporal en el que se desarrolla «Personas decentes», la última novela de Leonardo Padura, publicada por Tusquets. Es, para su autor, su obra más policiaca.

Me tienta empezar esta entrevista si usted conoció la música de los Beatles de la misma manera que su personaje Mario Conde, a través de unas placas que se describen en la obra.

Es una historia bastante parecida a mi propia experiencia personal. Incluso meto a dos personas reales como son mi primo Juanito y el personaje de Motivito que iba por Cuba con dichas placas de manera artesanal y con las que se podía oír la música de los Beatles en esa época. Mario Conde y yo nos vamos regalando historias.

¿Qué supuso para Cuba la llegada de Obama y los Stones?

Supuso un momento de grandes esperanzas, de pensar que las cosas podían cambiar después de años de relación traumática entre Cuba y Estados Unidos, una relación agresiva de parte a parte. Especialmente, tras el triunfo de la revolución, ha sido una relación traumática y agresiva en su retórica por las dos partes. Estados Unidos ha hecho, lamentablemente, que muchas veces parezca que van contra el gobierno de Cuba, aunque otras esas políticas lo que acaban es yendo contra la gente de Cuba. Hace poco, por ejemplo, el gobierno de Trump prácticamente suprimió los vuelos de Estados Unidos a Cuba, lo que significó que los cubanos con familiares en aquel país lo tuvieran muy difícil, perjudicaban a la gente, no al gobierno cubano. Con ese deshielo, el de 2016, fluyeron las cosas de manera más fácil y más amable. Parecía como que esos cambios pudieran traer unos ciertos beneficios. El concierto de los Rolling Stones era como un sueño tenido por tres generaciones de cubanos que se materializaba. Al final, como Conde predijo, pasó y no dejó nada. Actualmente volvemos a estar en un momento más crítico que el que se vivía en 2016, con la misma retórica de guerra fría entre Cuba y Estados Unidos. Ahora hay más carencia, más problemas, más emigración ilegal, por supuesto, porque todo el sistema de visados de Estados Unidos a Cuba se ha visto alterado estos años.

¿Fue un espejismo?

Fue como un receso entre dos turnos de clase.

¿Y por qué considera esta entrega de la serie como la más policial?

La historia se desarrolla en 1909 y 2009, en los bajos fondos de la prostitución. Eso me colocaba en un lado muy, muy oscuro de la realidad en el que era fácil entrar en el mundo de la novela policial. En la parte del presente hay asesinatos bastante cruentos y en total se incluyen cinco o seis muertes cruentas, algo no muy habitual en mi literatura. En mi obra lo que es habitual es que Mario Conde haga investigaciones más sociales que policiales. En esta quise desarrollar esa posibilidad narrativa de escribir una novela más policial. Es un regreso a la seguridad de un género y una apuesta más complicada porque mezcla dos momentos históricos que tienen una gran unión conceptual.

¿Por qué le atrae tanto el personaje real del proxeneta Alberto Yarini?

Alberto Yarini es la representación de una época, encarna esa extraña de los primeros años de vida cubana republicana. Es el líder de los proxenetas cubanos, pero también tenía aspiraciones políticas altas que manifestó más de una vez. Que un proxeneta pudiera ser presidente de la república resultaba significativo, sobre todo, que pudiera tener esta posibilidad. Yarini era un personaje muy contradictorio porque podía vivir de la prostitución y a la vez ser protector de sus prostitutas. El que fuera tan peculiar me lo hizo atractivo y en 1987 finalmente escribí un reportaje sobre Yarini.

¿Se siente libre escribiendo desde Cuba?

Como creador soy libre, escribo lo que quiero. Cuando termino mis manuscritos hay una tecla que dice «enter», la aprieto y el correo electrónico llega directamente al ordenador de mi editor de Barcelona. No paso por ningún filtro de censura en Cuba. Puede haber otra censura después con ese producto artístico terminado al tener que someterme a otra censura, la de los mecanismos de la industria cultural cubana. Pienso que lo más frustrante para un escritor es someterse a una autocensura con el fin de encontrar un espacio para difundir su obra.