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Arte

Guillermo Pérez Villalta: «Atentar contra el arte no es una manera de protestar»

El artista expone en la Real Academia de San Fernando su última obra gráfica

Guillermo Perez Villalta en la Real Academia de San Fernando
Guillermo Perez Villalta en la Real Academia de San FernandoDavid JarLa Razon

Guillermo Pérez Villalta es un gaditano de «look» frágil y arte rotundo, de barba poblada y cercana afabilidad. Desde los 23 años vive de su obra y por eso ha hecho «lo que ha querido», lo que, aparte de dar envidia, es lo crucial para que cualquier creador ascienda hasta las más altas atalayas de la imaginación. El resultado es una obra despejada de ataduras, desembarazada de prejuicios porque él es hidalgo y escudero de una inteligencia sin encuadres, desprovista de amarras. Sostiene que hay que «pensar sin ideología ni trabas para tener la mente libre», lo que en estos tiempos de tantas individualidades replicadas lo convierte en un anarquista, porque todo hombre sin lastres es siempre sospechoso en la sociedad, algo que debió aprender en los 80, en esa hilazón de libertades que representó la Movida Madrileña.

Igual que cuando defiende que uno de los grandes principios del arte es «la imaginación, que es extraordinaria, aunque no esté en ocasiones muy extendida. Cuando no concilio el sueño, imagino que es una manera de trascender». Guillermo Pérez Villalta presenta en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando una parte de su obra gráfica. Cuatro series de cuidado diseño: «Faetón», inspirada en el Conde de Villamediana; «La Odisea», un trabajo que parte de Homero, por el que sintió una instantánea afinidad desde su incipiente juventud y que ahora es un mito que ha convertido en reflejo personal y resonancia de viejas predilecciones artísticas –Picasso, Goya...–; «Pabellones», un homenaje a la arquitectura utópica y a nombres hoy un tanto olvidados, como Boullée o Ledoux, aquellos genios del dieciocho francés que aspiraron a dimensionar el mundo en edificaciones imposibles (el «Cenotafio a Newton» sin ir más lejos), y «Verbum et Imago», una colección de más fina orfebrería, traspasada por el arte de la caligrafía y que supone un catálogo y glosa de su pensamiento, una discreta disección de sus ideas, porque, entre sus diseños (elaborados y con letras cuidadas) asoman frases escritas que nos dan el sístole y diástole de su respiración intelectual: «La joya del pensamiento es la imaginación», «el azar es orden en el tiempo», «la idea de Dios es irracional», «la religión sin creencia es arte» o «la vida surge para tener la consciencia de la belleza». Aquí tenemos, en definitiva, el sustrato de una existencia: mitos, reflexiones, arquitectura y literatura, lo que nos da una semblanza indirecta, pero verdadera de Pérez Villalta.

Él, que reconoce que necesita un esquema a la hora de trabajar, asegura que «la capacidad de la belleza se amplía. Yo mismo he podido ampliarla», una afirmación que apela a ensanchar el gusto, un lugar donde muchos, agarrados a sus prejuicios, tienden a encastillarse. El Pérez Villalta de esta exposición es la del hombre que se mira en Picasso y otros grandes, y que pretende restituir la dimensión varonil de sus orígenes a Ulises: «He elegido un Ulises que me guste. Quería devolverle su virilidad, aunque en estos tiempos lo varonil está denigrado. Un asunto que me ofende como hombre». Pérez Villalta, que sabe lo que es romper las costuras de lo establecido, sí se muestra escéptico cuando se le pregunta por la insistencia de determinados activistas de organizaciones ecologistas de pegarse o arrojar líquidos a los cuadros. «Esa no es una manera de protestar, atentando contra el arte. El arte es algo beneficioso y es un grave error utilizarlo como una herramienta de protesta política».