La Movida Madrileña de Fernando Benzo
El escritor regresa al Vía Láctea, el mítico bar de Malasaña, en una novela que narra la evolución de un grupo de amigos desde los años ochenta hasta hoy
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La comodidad no comulga con Fernando Benzo, que rehúye de fórmulas trabajadas y caminos hollados, y prefiere internarse por sendas aún selváticas y sin transitar. Comedido sin llegar a ser tímido, sincero y claro en sus exposiciones, el escritor se ha apartado de las aguas del “thriller” y el terrorismo que había trabajado en su anterior éxito, «Nunca fuimos héroes» (Planeta), y ha vuelto su mirada hacia la Vía Láctea, epicentro de la Movida Madrileña, de su zumbido de libertades y, también, de los grupos que convirtieron los años ochenta en una banda sonora que, a pesar de los quinquenios transcurridos, todavía permanece con nosotros. En contra de la opinión general, Benzo considera que «la nostalgia no es signo de debilidad. Nos ayuda a ser fuertes en el presente y también a afrontar el futuro». Con este pensamiento, ha cimentado una novela sobre la amistad y los diversos estragos que ejerce el tiempo en un grupo de amigos. «Es una obra biográfica sobre mi generación. La pandemia fue un momento de reflexión y me pregunté qué había sido de nosotros, dónde estábamos y qué habíamos logrado. Todos somos consecuencia de nuestra juventud de alguna manera».
Este es el germen de «Los viajeros de la vía láctea» (Planeta), un libro salpicado por el cine y las canciones de esos años, de los sueños que una vez anhelamos, las realidades en que nos convertimos, los amores que dejamos atrás, las lealtades que mantuvimos y los recuerdos y traiciones que llevamos con nosotros. «Aquel momento supuso una explosión de libertades. Fue un deslumbramiento y una época de diversión, aunque tampoco eras consciente de hacer historia, de estar haciendo algo extraordinario. Solo vivías y disfrutabas de los bares y tratando de ligar. Pero hay que reconocer que aquello tampoco fue un mundo idílico. Había peleas entre bandas rivales y a uno le podían robar la Vespa en un atraco a punta de navaja». Benzo, que ha presentado su libro en el contexto de la Feria del Libro de Madrid, hace una pausa antes de matizar una reflexión: “Los jóvenes deben ser transgresores y entonces lo eran. Debo reconocer que hoy son menos rebeldes. Ahora nos encontramos en una sociedad que está bajo la influencia de lo políticamente correcto».
Ultramodernos y atractivos
Fernando Benzo, ex secretario de Estado de Cultura, fue uno de esos muchachos que llegaron a Malasaña en su juventud. Traía estudios consigo, era algo más correcto que el resto de tribus madrileñas y solía frecuentar el Penta, un bareto impregnado de contemporaneidad, pero con menos vocación de transgresión que otros de la zona. «En 1986, la Movida estaba en decadencia, pero todavía recuerdo que a la Vía Láctea iban los ultramodernos. Para un joven resultaba muy atractivo porque representaba ese aire de riesgo y peligro que presenta la modernidad. Las chicas, tan a la última, eran casi inaccesibles para chicos más convencionales», comenta riendo el autor.
Benzo, que aborda cada libro como un reto nuevo, ha tratado de innovar incluyendo en este libro tres momentos temporales, los veinte años, los treinta y los cincuenta, para reflejar las fallas y quebraduras que el calendario deja en estos amigos que coinciden en un cumpleaños que determinará sus vidas. David es un chaval algo porreta al que le encantan los discos; Blanca, una muchacha con preocupaciones muy actuales, como la ecología, y Javier, un chaval que aspira a convertirse en escritor y que el destino, siempre tan cruel, rebajará a escritor de discursos, una profesión que el autor conoce bien y que comenta con humor: «Es el trabajo literario más absurdo. No puedes que ser tú el autor, desapareces nada más entregarlo y puede darse la paradoja de que después se lo apropien otros».
Benzo reflexiona sobre aquella coyuntura de España. Atrás quedaba el franquismo y surgía una generación de muchachos que, por primera vez, «no había conocido la guerra, sus padres habían superado las expectativas económicas de sus abuelos y el país despegaba». Sin embargo, muchos horizontes jamás se alcanzaron y los deseos quedaron interrumpidos en ocasiones por malas elecciones o decisiones que luego resultaron definitivas, que es con lo que se forja la vida y el destino de uno. «Esta novela es un balance de todo eso», asegura el escritor. Después, quizá con un punto de tristeza, añade que «es cierto que en esos años éramos más idealistas, pero, de repente, había que ser rico. Es cuando aquellos jóvenes se convirtieron en yuppies, que, para mí, fue el peor instante en la historia de este país. Ya no se estudiaba para aprender, sino para permitirte comprar más coches. Tenías que ser rico para satisfacer los deseos. Nació una ambición de riqueza. Pero si algo he aprendido a lo largo de mi vida es que se puede ser feliz sin ser rico».