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El año récord de las subastas de arte

Christie’s anuncia ganancias de 8.4000 millones, unos 1.300 más que en 2021, en medio de un contexto de parón económico, guerra y crisis energética. ¿Por qué?
Ted ShaffreyAP
La Razón

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La trasparencia y la celeridad a la hora de ofrecer los datos no es algo habitual en el mundo del arte. Se trata, de hecho, de uno de los ámbitos económicos más opacos y sobre los que más cuesta encontrar cifras objetivas que permitan evaluar su estado. Sirva como ejemplo la ambigüedad de las valoraciones realizadas por las ferias de arte, caracterizadas usualmente por la práctica ausencia de datos y por la abundancia de frases en la que es difícil discernir si los expositores han vendido mucho, poco o regular. Incluso las grandes casas de subastas suelen tomarse su tiempo para rendir cuentas de cada uno de sus ejercicios contables en una estrategia que busca, ante todo, mirar de reojo a lo que hace el adversario y construir así un discurso que, en cualquiera de los casos, les haga aparecer como grandes triunfadoras. Sin embargo, este año que ahora acaba, el presidente ejecutivo de Christie’s, Guillaume Cerutti, ha elevado la temperatura del mercado del arte a través de la rueda de Prensa ofrecida en vísperas de la Navidad y en la que informó que la multinacional a la que representa había batido el récord histórico de facturación en el sector de las casas de subastas, con un total de 8.400 millones de dólares en ventas durante este 2022. Cuando se tiene que anunciar una noticia de tal trascendencia, ¿para qué esperar? 8.400 millones de dólares constituyen, desde cualquier prisma, una cifra estratosférica. Pero cuando, además, esta cifra se pone en contexto, el asombro por ella producido se multiplica.
Para su valoración, nada mejor que recurrir al elemento de comparación más elemental: los resultados de 2021. Durante este año, Sotheby’s anunció ventas por 7.400 millones de dólares, mientras que Christie’s reconoció ingresos por 7.100 millones. En 2022, Christie’s no solamente ha superado a Sotheby’s y recuperado así su tradicional liderato, sino que ha incrementado su facturación en casi un 20% y cerrado el mejor año de una casa de subastas en toda la historia. Se podrá pensar que, en 2021, la economía mundial estaba todavía sumida en el efecto de la Covid, pero, a propósito de esto, no se debe olvidar que el presente año se encuentra marcado por el impacto de la guerra de Ucrania y de la desbocada inflación de ella derivada.
Ambos contextos económicos son adversos y, por lo tanto, se encuentran lejos de aportar las condiciones adecuadas para un volumen de negocio como el declarado por Christie’s. ¿A qué se debe, en consecuencia, que, en un marco de desaceleración económica como el presente, con el riesgo de una recesión a la vuelta de la esquina, el mercado del arte –o al menos una parte de él– se descuelgue con estas cifras que rezuman abundancia y esplendor?

Grandes colecciones

En el caso concreto de Christie’s, dos son las causas que se pueden esgrimir con el objeto de explicar su récord: una específica –referida a la propia política seguida durante este 2022– y otra general, que apunta al momento dulce que atraviesa el exclusivo nicho del mercado del lujo.
Si se realiza un rápido ejercicio de memoria, en 2022 se ha hablado mucho de Christie’s. En mayo, el mundo del arte se paralizó ante el remate de una pieza como «Shot Sage Blue Marilyn» (1964), de Andy Warhol, en un precio de 195 millones de dólares –lo que la convirtió en la obra del siglo XX más cara de la historia–. Pero, como reconoce Guillaume Cerutti, la clave del éxito de Christie’s durante 2022 reside en su capacidad para haber conseguido grandes colecciones.
La pugna entre Sotheby’s y Christie’s por atraer los mejores lotes es histórica y, por momentos, adquiere los visos de una guerra encarnizada. Habitualmente, es quien ofrece mejores condiciones al coleccionista –y esto se traduce en forma de garantías más elevadas– el que se hace con la presa. Y, en este caso, no ha habido objetivo más codiciado que la colección de Paul Allen, co-fundador de Microsoft, la cual se subastó el pasado mes de noviembre por un total de 1.506 millones de dólares. Nunca antes una subasta había arrojado una cifra de ventas tan elevada como esta. Y, desde luego, gran parte de la «culpa» de los resultados obtenidos por Christie’s durante el presente ejercicio la tiene el éxito absoluto alcanzado por la colección de Paul Allen.
Pero, evidentemente, en el origen de las mareantes cifras logradas por las casas de subastas encontramos algo más que una buena elección de lotes. Como afirma Ramón García, director de la Galería My Name’s Lolita Art, «aquello que reflejan los récords de ventas de las casas de subastas es que, en tiempos de crisis, las grandes fortunas se refugian en valores muy, muy seguros. Se trata de una inversión equiparable a la del oro o la del petróleo».
En idénticos términos se expresan Pepe Martínez Calvo y Luis Valverde, de la Galería Espacio Mínimo, para quienes números como los de Christie’s «reflejan que las obras de arte consolidadas por el mercado siguen funcionando como un valor seguro de inversión». Susana Hermoso-Espinosa, de la malagueña Hidden Gallery, destaca, por su parte, cómo los clientes de las casas de subastas y de las grandes galerías «se mueven fundamentalmente por criterios de inversión-especulación. El valor es fundamentalmente económico, no artístico. Invierten en arte como lo hacen en otros valores, de ahí las grandes cifras como las de las casas de subastas».

Obras del siglo XX y XXI

Cabe destacar, en este sentido, que, en los números desglosados por Christie’s, el concepto de «valor seguro» adquiere una identidad muy concreta: arte de los siglos XX y XXI. En un momento en el que el mercado de los grandes maestros del arte clásico se halla estancado o en ligero retroceso, es el arte moderno y contemporáneo el que se ha convertido en el nuevo «valor oro» de nuestro tiempo. Concretamente, de los 8.400 millones facturados por Christie’s, 6.200 provienen de las ventas de obras de los siglos XX y XXI, lo cual ofrece una medida de la confianza que ofrecen los grandes nombres del último siglo a los inversores y coleccionistas.
Cualquier persona ajena al mundo del arte que se deje deslumbrar por resultados como los de Christie’s podrá fácilmente concluir que el mercado artístico está en plena ebullición y que constituye una isla de prosperidad en medio de estos tiempos calamitosos que vivimos. Pero, ¿es esto cierto para todo el sistema del arte? ¿Este caudal imponente de dinero que canalizan las grandes subastadoras llega a la «clase media» del arte?
Para Espacio Mínimo no parece haber duda a la hora de ofrecer un diagnóstico sobre la situación real del mercado del arte: «En estos momentos, hay más resiliencia que pujanza. En tiempos de crisis, el dinero tiene miedo y prefiere invertir en valores seguros». Esta opinión es compartida por Ramón García, para quien los récords de las casas de subastas no repercuten en la realidad de las pequeñas y medianas galerías: «En Miami Basel, las ventas no han ido tan bien. Han vendido quienes llevaban los valores seguros por todos reconocidos, aunque el resto –aquellos que han apostado por valores emergentes– no han tenido un gran éxito», subraya.
Así, desde Hidden Gallery confirman que a las galerías de tamaño mediano y pequeño les «cuesta más llegar a un índice de ventas aceptable. El mundo real del arte es mucho más duro». Como viene sucediendo desde la crisis financiera de 2008, la brecha entre el «mercado mayoritario» y el «mercado exclusivo» se amplía a favor de este último.
El sector de las seis y siete cifras –representado por las casas de subastas y las grandes galerías– se ha convertido en una exclusiva ínsula, con sus reglas y dinámicas autónomas que en nada traducen la realidad económica del tejido más amplio. Aquello que revelan los resultados de Christie’s es que el «coleccionismo especulativo» se ha impuesto sobre el «coleccionismo experto», aquel que valora criterios artísticos más que económicos. Que un porcentaje elevado de las ventas declaradas por Christie’s corresponda a millennials pone de manifiesto que los nuevos grandes coleccionistas apuestan por valores seguros antes que arriesgar por figuras emergentes. El mayor éxito de las grandes subastadores es un indicador paladino del menor riesgo del mercado.