El hombre que rescató los “Sonetos del amor oscuro”
Reino de Cordelia publica los poemas últimos de Lorca de la mano de Luis Alberto de Cuenca, responsable de la primera edición
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Durante años, tal vez demasiados años, se dio la paradoja de que el lector de lengua española no pudo acceder a uno de los mejores trabajos líricos de Federico García Lorca. Los conocidos como «Sonetos del amor oscuro», en los que el poeta granadino estuvo inmerso en la recta final de su vida, solo eran accesibles para los que adquirieran la obra completa de Lorca publicada en francés por La Pléyade. No se sabía si estaban todos y su existencia pasaba a ser un mito gracias a lo que contaron quienes habían tenido la fortuna de escuchar los sonetos recitados por el propio Lorca, como eran los casos de Pablo Neruda, Luis Rosales, Pepín Bello o Vicente Aleixandre. En los inicios de los años 80 no parecía que en los planes más inmediatos de los herederos del autor de «Bodas de sangre» estuviera la inminente aparición de esos versos en la lengua en la que fueron originalmente escritos. Uno de los sobrinos de Lorca, Manuel Fernández-Montesinos, incluso llegó a declarar en ese tiempo que no había en los archivos familiares del escritor manuscrito alguno «que lleve tal indicación», y esa indicación era «Sonetos del amor oscuro».
Pero algo pasó que lo cambió todo para siempre cuando empezaron a llegar a los buzones de amigos y estudiosos de Lorca un sobre anónimo con un pequeño y elegante cuaderno de tapas rojas, hoy convertido en una pieza deseada por no pocos bibliófilos, con aquellos extraordinarios sonetos amorosos. Reino de Cordelia acaba de publicar en un único volumen los dos libros de poemas del último Lorca, «Sonetos del amor oscuro» y «Diván del Tamarit», acompañados de unas imponentes ilustraciones del pintor Javier de Juan. La edición corre a cargo de Luis Alberto de Cuenca, quien mucho sabe de cómo los sonetos vieron finalmente la luz en letras de molde. Lo cuenta en el prólogo del libro en lo que parece una suerte de confesión, aunque, en declaraciones a este diario, matiza que «no lo es, aunque nunca había hablado de una manera tan completa sobre este tema».
Alertar de su existencia
El asunto en cuestión se remonta al otoño de 1983. En ese momento, un estudioso lorquiano estadounidense, Daniel Eisenberg, había logrado hacerse con una copia de los deseados once sonetos. «Eisenberg era muy amigo de Víctor Infantes. Nosotros, Víctor y yo, teníamos mucho interés en dar a conocer esa obra que luego desembocó en la edición que hacen en “Abc” Luis María Anson y Miguel García-Posada. Lo que hicimos fue alertar de la existencia de los poemas», comenta De Cuenca.
El también poeta rememora que Fuentes no tenía fotocopias o fotografías de los manuscritos lorquianos, sino una transcripción realizada a mano por Eisenberg. Luis Alberto de Cuenca considera que era «injustificable» que tan «suculento manjar inédito» no pudiera ser leído por todos porque «la familia no quería que se publicaran». Como decía Pedro Soto de Rojas, un autor barroco muy admirado siempre por Lorca, aquellos sonetos eran un paraíso cerrado para muchos, un jardín abierto para pocos.
Los dos amigos se pusieron manos a la obra y, gracias a la copia lograda por Infantes vía Eisenberg, empezaron a trabajar en una edición clandestina sin autorización alguna por parte de los herederos de Lorca. Cuando se le pregunta cómo logró Eisenberg aquel «jardín de sonetos», como llamaba Luis Rosales al poemario, De Cuenca responde que «se sabe que los consiguió en la Fundación Federico García Lorca, copiándolos, aunque a lo mejor no se lo habían permitido. Lo ignoro».
Ese texto fue el que llevaron a una imprenta en Ocaña realizándose una tirada limitada de 250 ejemplares enviados desde Granada. En una nota de presentación se hacía creer al receptor de este libro que era un amigo de Lorca quien se había ocupado de romper ese silencio literario. Casi cuatro décadas después de la publicación, De Cuenca no quiere dar el nombre del cómplice granadino que los ayudó a realizar aquellos envíos desde la ciudad de la Alhambra. Sí reconoce que estuvieron trabajando en la confección de la lista con los nombres y las direcciones de aquellos que recibirían los sonetos ocultos. Entre ellos se encontraban el hispanista Ian Gibson, los poetas Luis Rosales, Vicente Aleixandre, Juan de Loxa, José Luis Cano, Félix Grande o Antonio Carvajal, además de algunos de los descendientes del autor de «Poeta en Nueva York», como Isabel García Lorca y Manuel Fernández-Montesinos. «Trabajamos mucho esa lista en la que había una serie de personas del mundo de la cultura, además de periodistas, catedráticos... La hicimos en un par de tardes y fuimos al correo. Dijimos que estaba impresa en Granada, cuando fue en realidad desde Ocaña», dice Luis Alberto de Cuenca.
Juan de Loxa, hace años, recordaba al autor de estas líneas la emoción que le supuso abrir el sobre y descubrir que allí estaban «Soneto de la guirnalda rosas», «Soneto gongorino en que el poeta manda a su amor una paloma» o «Soneto de la dulce queja». De Loxa tenía sus sospechas de quién podía ser el emisario, pero nunca me dio el nombre porque no estaba seguro. Él era también consciente de que algunos lo señalaban como el responsable de aquella edición «pirata», algo en lo que también se ha creído que estaba detrás algún amante de García Lorca. Pero la realidad era muy distinta. De Cuenca reconoce que «lo volvería a hacer. Que se dé a conocer poemas como los “Sonetos del amor oscuro” es algo que beneficia a la humanidad. Me chocó la actitud de la familia, que no quería que se publicaran, aunque finalmente aceptó que se hiciera en el suplemento cultural del “Abc”, que es donde se pudo leer ese tesoro. Tanto García-Posada como Anson agradecían la recepción que habían tenido los sonetos en nuestra edición, pero era un poco apresurada». Cierto, porque la transcripción de Eisenberg contenía algunas erratas.
Lorca siempre había sentido fascinación por el soneto. Antes de esta serie amorosa escribió algunos de carácter festivo, como el que dedicó al compositor Manuel de Falla «ofreciéndole unas flores» o a la peruana Carmela Cóndon, «agradeciéndole unas muñecas». También encontramos en su producción anterior algunos de incuestionable belleza y de corte autobiográfico, como el que se inicia con el verso «Yo sé que mi perfil será tranquilo». Los llamados del «amor oscuro» son, para Luis Alberto de Cuenca, «insuperables. Tienen una fluidez rítmica admirable y trata un tema espinoso de manera exquisita».
El «tema espinoso» al que se refiere es el amor homosexual, porque Lorca los escribió pensando en quien fue una de sus relaciones más importantes, la que mantuvo con Rafael Rodríguez Rapún, secretario de la Barraca, el teatro universitario que el granadino dirigió con Eduardo Ugarte. Sin embargo, con el tiempo se ha podido saber que al menos uno de esos once sonetos tenía otro destinatario, Juan Ramírez de Lucas, un jovencísimo actor que luego sería destacado crítico de arte. Se trata del titulado «El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de Cuenca» y que estaría basado en el proyecto, finalmente no materializado, de una visita de la pareja a aquella ciudad. Para Luis Alberto de Cuenca, «toda la obra de Lorca está transida de amor homosexual. Es un prodigio de escritor, hablando solo de ese tema habla a todos los hombres y mujeres del mundo. Es totalmente cosmopolita, pese a que solamente habla de sus problemas. Esos sonetos nos atañen a todos», añade.
Cuando los «Sonetos del amor oscuro» pudieron ser finalmente conocidos por todo el mundo el 17 de marzo de 1984 en «Abc», el impacto fue mayúsculo. Sin embargo, llamó la atención que, por ejemplo, García-Posada no hiciera mención alguna a la homosexualidad de Federico García Lorca. Uno de los que tristemente se dio cuenta de esa omisión fue Vicente Aleixandre, quien ya había escrito en 1937 sobre dichos sonetos, un «prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor». En 1984, denunciaba a su amigo José Luis Cano que no se hablara de homosexualidad, «aunque se aluda a ello, pues nadie ignora que esos sonetos no están dedicados a una mujer».
Primeras noticias de esos versos
La primera vez que Lorca hace una mención a los sonetos es durante una entrevista con el periodista Felipe Morales que apareció en «La Voz» el 7 de abril de 1936. Cuando se le pregunta al poeta por los proyectos que lleva entre manos, este responde que «tengo cuatro libros escritos que van a ser publicados: “Nueva York”, “Sonetos”, la comedia sin título y otro. El libro de “Sonetos” significa la vuelta a las formas de la preceptiva después del amplio y soleado paseo por la libertad de metro y rima. En España, el grupo de poetas jóvenes emprende hoy esta cruzada». Por esos días, otro periodista, Pablo Suero, le escuchó aquellos sonetos «de admirable belleza y penetrante originalidad».