“El Yo soberano”: la eterno desafío del Yo, según Roudinesco
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Diego Gándara
«Yo soy yo y eso es todo». Ése es el lema, dice Élisabeth Roudinesco, que debería servir de guía en estos tiempos modernos, donde la identidad por momentos se identifica con un yo que no resulta fácil de asir porque, al fin y al cabo, quién soy yo: ¿el otro?, ¿mis curcunstancias?, ¿el lugar en el que nací?, ¿la tierra donde vivo? No, vuelve a insistir Roudinesco: «Yo soy yo y eso es todo» , lo cual significa, por un lado, afirmarse en una identidad, y por el otro, reconocerse en una alteridad, «sin negar la diversidad de las comunidades humanas ni esencializar lo universal o la diferencia».
Nacida en París en agosto de 1944, durante la liberación de la ciudad de los nazis, hija de padre de origen rumano y madre judía, Élisabeth Roudinesco es una de las figuras esenciales del psicoanálisis y de la historia misma del psicoanálisis. Formada en el Collège Sévigné y en la Sorbona, y también en la Universidad de Vincennes, donde tuvo como porfesores a Tzvetan Todorov, Michel de Certeau, Gilles Deleuze y Michel Foucault. Entre 1969 y 1981 fue una de las miembros más destacadas de la Escuela Freudiana de París, fundada por Jacques Lacan, donde se formó como psicoanalista.
Con su nuevo libro, «El Yo soberano», Élisabeth Roudinesco se adentra en uno de los aspectos centrales del psicoanálisis: la identificación y, con ello, la idea de una identidad en la que el yo no es más que una instancia enunciativa. Sin embargo, dada la época actual, el Yo se ha fortalecido o, cuando menos, se ha hecho soberano de cualquier identificación relacionada con la raza, con el sexo, con el género, con la patria o con una identidad colectiva o nacional. Ahora, lo que rige, es una obsesión: la asignación de identidad. El desafío, en cualquier caso, plantea Roudinesco en este libro tan crítico como esclarecedor, es pensar la identidad tal como se piensa en los estudios de interpretación psicoanalítica posfreudiana o, lo que es lo mismo, lacaniana. ¿Quién soy yo?, sigue siendo la pregunta. «Yo soy yo. Y eso es todo», parece ser, de momento, la respuesta.
▲ Lo mejor
El recorrido histórico de la idea de identidad, relacionado con la de raza, género y sexo
▼ Lo peor
El tono sostenido por el discurso analítico, que habla desde una posición ya sabida