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Entrevista

Alberto Mayol: «Don Vito trajo el poder de la razón al mundo de la mafia»

El sociólogo chileno reúne las lecciones de «El Padrino» en un tratado que conviene tomar en serio para hacerse con el bastón de mando en cualquier aspecto de la vida

Marlon Brando dejó para la historia grandes frases en "El padrino"
Marlon Brando, en una escena de "El Padrino"Archivo

El autor de «Las 50 leyes del poder en ‘‘El Padrino’’» (Arpa) sabe bien de lo que habla. Él mismo pudo comprobar en carne propia los navajazos del poder durante su breve, pero intenso, paso por la política chilena. De aquella experiencia mezclada con su pasión por la novela de Mario Puzo, Alberto Mayol (Santiago, 1976) sacó una serie de seminarios que arrasaron, luego un podcast y, hace un par de años, un ensayo que se convirtió en uno de los más leídos de Iberoamérica. Un tratado para emular a Don Vito Corleone en la administración del poder con cabeza. Acaba de editarse en España.

¿Cómo fue su primera vez con «El Padrino»?

Pues la verdad es que me estrené con la tercera. Recuerdo que estaba en el centro de Santiago, era abril o mayo, otoño en Chile. Todavía llovía. Estaba con un tío mío en la calle donde la ponían y me dijo que me invitaba a verla, a lo que yo respondí que no podía, que solo tenía 13 años y que era para mayores de 18. Me contestó que esa no era un peli para ver aceptando las reglas.

Un sabio, su tío.

Ja, ja. Al final la vimos esa tarde y a mí me impresionó. Encontré la novela, que me fascinó y que he leído varias veces. Me puse a ver la primera, la segunda y repetí varias veces. Luego, en muchas ocasiones puse en clase ejemplos de «El Padrino» para ilustrar la teoría política. Asuntos respecto al poder y a la forma de adquirirlo. Ni siquiera se me había ocurrido que podía hacer un libro. Cuando terminó la elección presidencial que yo había perdido me tuve que buscar la vida y me inventé unos seminarios sobre este tema que fueron un éxito impresionante. Y a partir de eso, formamos un podcast que se hizo también muy célebre. Lo tenía tan masticado con los seminarios que el libro salió rápidamente.

¿Hay alguna escena que sea el paradigma perfecto del poder?

La que abarca las mayores dimensiones del poder es la reunión original de Vito Corleone con Sollozzo y los jefes de regimiento. Es muy importante porque Sollozzo trae el cambio copernicano de la droga al sistema del crimen organizado. Y él se va a negar. En la reunión preparatoria, Vito exige saber todo lo que va a ocurrir, así que llega prevenido. En segundo lugar, hace real esa idea de que nunca le debes decir que no a personas que respetas. Y si lo haces, has de ejecutarlo de una manera muy delicada, muy cuidadosa. Vito se cambia de asiento, se sienta al lado, le limpia el pantalón, le sirve alcohol... Por último, queda patente que, cuando hay una fisura dentro de la estructura de la organización, el líder lo que debe hacer es coserla y evitar todo acto de violencia porque, si no, se va a multiplicar.

Unas formas de otro siglo.

Exacto. El típico error de las organizaciones nuevas es haber perdido esa sabiduría. Cuando en las universidades antiguas había una guerra entre dos académicos, lo que hacían era crear un departamento para cada uno. Era lo inteligente, ¿para qué vas a perder a los dos tipos más importantes que tienes? Vale, va a salir más caro, pero el dinero no es tan importante como la paz. La fisura en «El Padrino» la representa Sonny Corleone cuando deja claro que él está dispuesto a traficar. A partir de ahí surge todo lo demás. En esa escena se refleja el grueso del arte de manejar el poder.

Si solo pudiera hacer suya una cualidad de Vito, ¿cuál sería?

Creo que la obra es una obra profundamente maquiavélica en el mejor sentido. La política moderna se entiende con Maquiavelo. El principal atributo que hay que tener es operar con la razón. Sin importar el tamaño, el volumen, la magnitud y el riesgo de los intereses que estén en juego. Es lo que hace él, contrariamente a lo que muchas personas creen. La película tiene mucha más violencia de la que hay en el libro por exigencias de la industria del cine. Lo que intenta Vito en cualquier circunstancia es razonar, ver lo que conviene a todos. Esa lógica en la administración del poder más brutal que existe, que es el crimen organizado, se impone en una carrera en la que todo hay que hacerlo lo antes posible porque si no te matan. Es la política llevada a su extremo más violento. Él trae la razón al mundo de la mafia. Esa lógica es lo más importante de la obra. Muchas veces en política veo a gente que hace cosas en contra de su interés sin saberlo.

¿Cómo ejerce el poder Sánchez en su opinión?

Es un es un gran acumulador de poder. Él hace bien esa tarea. Cuando asumió el poder la primera vez pensé que no iba a ningún sitio porque no iba a ser capaz de administrar el escenario que tenía delante. Pero lo logró y se convirtió en un tótem. Algo muy complicado en los tiempos actuales porque las instituciones totémicas existen para ser destruidas. Lo que intentó hacer Feijóo, derribar el sanchismo. Pero fue una apuesta arriesgada que no salió bien porque lo debilitó al hacer tan fuerte y tan poderoso a Sánchez.

¿Es un líder maquiavélico?

Ha administrado el poder siguiendo bastante las reglas de Maquiavelo. Lo ha hecho razonablemente bien, aunque esto que viene ahora es el momento de la tentación, del riesgo y de los caminos equivocados.

¿Se refiere a la amnistía?

Las amnistías son menos importantes que aceptar la unilateralidad porque no afecta a las personas sino a las instituciones. Si eso está asociado a alguna clase de sumisión frente la unilateralidad es aún mucho más grave.

Parece que la derecha cumple mejor las reglas de Don Vito que la izquierda, ¿no?

En general, sí. Cuando impartía los seminarios siempre decía a los asistentes, que eran al 95% de izquierdas, que era un seminario de derechas. No perdamos de vista que, efectivamente, hay una sabiduría que tiene que ver con la administración del poder. Entienden su ritual, su fundamento. He visto que criarse en el poder ayuda mucho. Lo normal es que la gente que tiene familiares en la curia haya visto cómo se despliega el poder de las maneras más sutiles. La derecha más conservadora, más antigua, siempre le dio más importancia a la política que al dinero. Eso se ha perdido. Hoy en día, si uno le pregunta a los empresarios si quieren que su hijo más inteligente entre en la política, te dirán que no.

Los cachorros de la alta sociedad van a la empresa.

Exacto. Es algo bastante nuevo y bastante estúpido. La incomprensión de la importancia de estar en la escena del poder es parte del problema de hoy en la política.

¿Cuál es la regla más útil para los políticos actuales?

Hoy día estamos en un mundo en el cual los recursos políticos son muy escasos, o sea, la gente que vive en el mundo de la política no tiene mucho con lo que actuar. A ti te dan un cargo ahora y este pesa el 15% de lo que valía hace 30. Antiguamente, uno estaba sentado en un restaurante y entraba una alta autoridad de la nación y todo era admiración. Hoy día entran y son murmuraciones, pero murmuraciones más parecidas a los programas del corazón. Tú tienes que construir herramientas nuevas y en eso cualquier atributo personal te puede ser de utilidad para construir más poder. Y eso es algo que se desgasta rápidamente.

¿Confundimos popularidad con poder?

Eso ocurre mucho. Es una especie de adicción. Te imaginas que eres importante porque has hecho algo que ha atraído mucha atención. Rufián es un bueno ejemplo de ello.

¿El poder es malo por definición?

Supone que, en algún momento de tu interacción con él, tienes que verte cara a cara con el demonio. Por supuesto, gran parte de la política moderna es evitar llegar a eso. Si no tienes claro que eso puede ocurrir, bueno, sencillamente te has equivocado de sitio.

¿Siempre corrompe?

Por supuesto. En la dinámica de administrar muchos intereses al mismo tiempo la presión puede llevarte a actuar con deshonestidad intelectual o, peor aún, con deshonestidad material. En cualquiera de los dos casos ya hay corrupción, aunque solo una sea punible.

¿Es más grave la económica?

La ley dice que es peor. En mi mundo, que es el académico, es muy dura la intelectual. Yo estuve en política y sé que hubo un par de ocasiones en las que fui deliberadamente sinuoso para evitar ofender a ciertos grupos. Tienes que ser, como poco, elusivo. Y no es algo que me guste. En mi trayectoria académica he perdido muchas oportunidades por ser demasiado claro.

¿Cómo fue ese paso por la política? ¿Descubrió algo?

Yo estuve en el origen del Frente Amplio, la coalición que gobierna Chile. Fui candidato presidencial en las primeras primarias. No había estado nunca antes en política, fue muy, muy intenso. El cúmulo de intereses hace que no sepas ni dónde estás. Cuando veo a alguien que le está yendo muy bien en un trabajo y le empiezan a ascender pienso que es terrible. Los juegos de las altas esferas no tienen nada que ver con la gestión del día a día. Son otras lógicas, otros intereses y otro debate. Una persona que no tiene costumbre sufre muchísimo para tratar de entenderlo todo. Quién es quién, quién puede ser un rival, quién compite contigo a nivel interno... Por eso las escenas de negociación son las más complicadas. Un poco lo que está pasando hoy día en España. Parece súper simples, un asunto aritmético puro, de números, pero la realidad es que es mucho complicado.

Desde luego, ni el poder ni la política son para neuróticos.

Uf. Son convenientes todos los trastornos justo antes de convertirse en una patología. El narcisismo, la neurosis, la paranoia, son muy útiles. La política es muy dura. La mayor parte de la gente cree que son personas que se dedican a conversar, a tomar café, y que les pagan muy bien por ello.

¿Dónde reside el poder en este siglo?

Es fundamentalmente financiero. Hoy en día, las autoridades políticas pesan muy poco y es bastante evidente que, en el caso de EE UU, no es Biden ni la vicepresidenta quienes gobiernan.

¿Y entonces quién lo hace?

Es una gran pregunta. Ya sea porque el poder político está muy débil y no logra gobernar o porque, sencillamente, no es en esa persona donde reside el conjunto de intereses que aterrizan en ese país. Hay otra persona que tiene una capacidad de incidencia muchísimo mayor y que, mandando literalmente un correo electrónico, puede hacer girar a todo un sistema sin que, además, se enteren de quién lo hizo.