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Álex González «En la playa no aguanto tumbado, soy hiperactivo»

Este verano se ha quedado sin vacaciones, pero no le importa. Desde junio se encuentra en Galicia inmerso en el rodaje, junto a José Coronado, de una nueva serie: «Vivir sin permiso», donde cambia de registro, de bueno al malo, de policía a narcotraficante
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Mientras el común de los mortales disfrutamos de vacaciones, Álex González sabe que este verano lo tiene comprometido.
Mientras el común de los mortales disfrutamos de vacaciones, Álex González sabe que este verano lo tiene comprometido. Se lo pasará en Galicia rodando su nuevo proyecto, «Vivir sin permiso», en el que vuelve a trabajar con uno de los grandes maestros, José Coronado, del que reconoce aprender siempre que está con él. Eso sí, en esta ocasión ya no serán policías sino todo lo contrario, pues interpretará a un narcotraficante. Se pasa al lado «oscuro». Pero antes de coger las maletas y viajar al Norte tiene tiempo de disfrutar de una terraza de verano en Barcelona interpretando otro papel: el de chico Martini. ¿Se lo imaginan haciendo el mítico gesto del dedo en el labio?
–En verano, ¿es de los que disfrutan en una terraza?
–Vivo en Madrid, así que sí, soy de terrazas, sobre todo, de las de algunos hoteles. Están muy bien.
–¿Se deja ver por allí por la tarde o por la noche?
–De noche. Me apetece mucho más, tomarme un Martini... Esa experiencia la disfrutas sobre todo por la noche.
–¿Este verano le dará tiempo?
–Mi plan es pasarlo trabajando y estoy muy contento por ello. Hemos estado unas semanas ensayando y desde junio grabamos en Galicia «Vivir sin permiso», mi nueva serie. No conozco mucho esa tierra y no sé si me dará tiempo a recorrerla, pero por lo menos voy a estar al lado del mar. Quizá no lo vea mucho, aunque sabes que está ahí, lo hueles, te calma...
–¿En la playa es de bañador largo o de turbo?
–Yo soy de bañador largo. Además, entre mis amigos nos reímos mucho del turbo, aunque basta que diga esto ahora para que me pillen en la playa con alguna foto con un Speedo puesto.
–¿Y es de los de se queda quieto tumbado al sol o de los que no pueden parar?
–Soy hiperactivo. No aguanto tumbado, necesito estar en el agua, jugar con las palas... Me divierte una barbaridad jugar con mi hermanos a ver quién hace más de veinte toques. Y si me meto al mar estaré haciendo surf, seguramente.
–¿Cómo lleva la relación con los paparazzi en esos momentos?
–Lo de la popularidad es un tema que va y viene. Si puedes hacer algo como «El príncipe», que conecta con mucha gente, pues está claro que tendrás que cambiar algunas cosas de tu vida personal y cuando en agosto vas a alguna playa con mucha gente sabes que será complicado. Yo desde que hice la serie no voy mucho a la playa. Eso sí, fuera de España es mucho más fácil.
–Ha sido actualidad por su relación con la piloto de Fórmula-1 Carmen Jordá, ¿se siente cómodo en ese papel? ¿Cree que a veces se da demasiada importancia al tema? ¿Ayuda en una carrera o es mejor no distraer la atención?
–Tiene la importancia que cada uno le quiera dar, yo no le doy ninguna y creo que lo único que ayuda en una carrera es hacer bien tu trabajo.
–En «Vivir sin permiso» aparece con traje. ¿Se va a convertir en el protagonista más elegante de la televisión?
–Creo que el nivel de elegancia en la televisión ya está muy alto, así que seria un honor que así lo consideraran.
–Es un experto ya con el traje. ¿Algún truco?
–Para mí, el color azul oscuro nunca falla.
–Le siguen en las redes sociales más de 800.000 personas. ¿Es posible tener privacidad así?
–Es una gran suerte poder vivir de mi pasión, la interpretación. Y conectar con tanta gente es un milagro, me siento muy agradecido.
–¿Un ídolo de juventud en el cine?
–Marlon Brando.
–Todo un galán... ¿Le gusta ser uno de los nuevos del cine español?
–Me halaga bastante cuando me dicen eso del «nuevo galán», pero yo lo que quiero es trabajar y acceder a cuantos más personajes mejor. Poder aprender durante toda mi carrera. No me veo en el papel de galán como persona, pero es verdad que en mi trabajo lo he escuchado y no sé qué contestar a ese piropo.
–Usted ejerce de embajador de Martini y nos da la sensación de estar ante un chico de esa marca. ¿Qué piensa?
–Me estaba riendo de eso cuando me hacían unas fotos. Me acordaba de la veces que he bromeado (yo y todos, creo) con lo de pasar el dedo pulgar por el labio y ahora me veo yo casi en ese papel.
–Jesús Castro y Stany Coppet han triunfado con «Perdóname, señor» y ahora usted está grabando con José Coronado; ¿el éxito acompaña a los actores de «El príncipe»?
–Sí, y no creo que sea solo una cuestión de suerte. La serie conectó con mucha gente y fue un impulso magnífico para todos los actores. Menos para José Coronado, que ya era alguien consolidado, para el resto fue un espaldarazo. Yo, personalmente, llevaba muchos años trabajando y nunca había conectado con tanto público. Noté cómo después había más productores que se fijaban en mí. No sé cuánto tiempo durará, pero de momento sigo disfrutando de esta etapa.
–¿Qué se aprende de alguien como José Coronado?
–Había una parte de él que conocía ya: su profesionalidad y que es un señor actor. Si abres el diccionario y buscas la palabra actor, su fotografía debería aparecer al lado. Es uno de los más profesionales que he conocido. Pero es que a nivel humano no me esperaba alguien así. Cuando me preguntan sobre él me viene a la cabeza la palabra humildad. Tiene un trato impecable con la gente, con el equipo. Comprendo perfectamente por qué es quien es y por qué ha superado el efecto pirámide al que nos tenemos que enfrentar los que trabajamos en esta profesión. Cuanto más mayores somos menos trabajo parece que tenemos. Pero él ha superado esa selección natural del público. Lo suyo es una mezcla de talento, esfuerzo y sacrificio.
–¿Cómo ve esa pirámide en las mujeres ahora que tanto se habla de eso?
–La profesión es tremendamente injusta con ellas. Se les exige más que a nosotros a todos los niveles. Siempre tienen que estar guapas. Con los hombres la industria es mejor, a mi edad –tengo 36 años– estoy en mi mejor momento. Tengo experiencia, más trayectoria, me llegan personajes maravillosos y, sin embargo, tengo compañeras que con mi misma edad no cuentan con esa suerte. Pasan de ser la chica de la película a la madre de la chica.
–A Kit Harrington, el actor que interpreta a Jon Snow en «Juego de tronos», le iban a perdonar una multa si hacía un «spoiler». ¿Le ha pasado algo parecido?
–Una multa no, pero sí que me pasó que cuando me multó un policía me dijo: «Verás cuando le cuente a mi madre que he multado a Morey». Eso sí, he notado que a veces me tratan con camaradería, sobre todo cuando empezó «El Príncipe». Y yo mismo me sentía un poco policía en aquellos días. Después de ver cómo funcionan y saber cómo están en otros países tenemos mucha suerte de contar con la Policía que tenemos. De hecho, soy un gran admirador de la Policía Nacional de nuestro país y como actor me encantó hacerles justicia e interpretar su imagen de la mejor manera posible.
–Eso sí, ahora en «Vivir sin permiso» se pasa al otro lado, interpreta a un narcotraficante.
–Sí. Debería aprovechar hasta que se estrene la serie (risas). Se habla muchas veces de arquetipos, el bueno, el malo, el villano... Sin embargo, creo que en mi trabajo como actor no debo juzgar y sí entender los motivos del comportamiento de cada personaje. Hay muy poca gente que sea realmente mala y este papel que voy a hacer ahora está muy bien escrito y resulta bastante fácil ver su herida, entender por qué hace lo que hace.
–Ya ha tenido experiencias en Estados Unidos. ¿Va a coger las maletas?
–No, realmente nunca he querido tomar la decisión de irme para allí. Fueron únicamente unos meses para aprender de esa industria y perfeccionar mi inglés. Hice un casting para una serie, «Citizen», y me dieron el personaje. Rodamos en abril del año pasado y pararon un tiempo con la idea de retomar en septiembre, pero al final la cancelaron. Me quedé viviendo una temporada. Me gusta hablar en términos de proceso y resultado. En mi cabeza no estaba ser una estrella al estilo de Penélope Cruz o Antonio Banderas, sino aprender y ser mejor actor, perder el miedo e intentar abrirme otro mercado, una vía diferente por si dejaban de llamarme en España.
–No parece que eso vaya a ser así, sobre todo al comprobar que puede convertirse en la imagen perfecta para cualquier producto. Lo hemos visto en la campaña para Emidio Tucci y ahora en la de Terrazza Martini. ¿Se ve como un modelo que interesa?
–Hace años era bastante más purista para estas cosas. Era actor y nada más. Con el tiempo cambié el chip y la verdad es que me siento cómodo, sobre todo dependiendo del producto que sea, si me siento identificado. Me gusta que la relación vaya más allá de un beneficio económico. Por ejemplo, ser un chico Martini creo, sinceramente, que suma.

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