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Amparo, pequeña gran actriz

Fallece a los 77 años una de las intérpretes españolas más versátiles. Trabajó en teatro con Marsillach, Luca de Tena y Pérez Puig, y se ganó a los hogares españoles gracias a las series de televisión
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Fallece a los 77 años una de las intérpretes españolas más versátiles. Trabajó en teatro con Marsillach, Luca de Tena y Pérez Puig, y se ganó a los hogares españoles gracias a las series de televisión
Los que ya hayan pasado de seis o siete décadas tienen sus propias referencias al pensar en Amparo Baró. Es inevitable para algunos mencionar «La calumnia», el montaje teatral de la obra de Lilian Hellman que protagonizó en 1961. Muchos, que no habíamos nacido entonces, conocimos a Baró gracias a un papel que es ya historia de la televisión: su Sole, esa madre de carácter que ponía cordura y repartía collejas, de la serie «7 vidas». 200 capítulos. Un fenómeno. De allí salieron carreras consolidadas –Blanca Portillo, Javier Cámara, Carmen Machi, Gonzalo de Castro...– y se apuntaló otra que venía de lejos y que sumaba no siete, sino diez o quince vidas teatrales juntas, la de Baró. Ayer, con la noticia de su muerte a los 77 años en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, costaba trabajo repasarlas, porque la lista era interminable. Baró, actriz menuda en tamaño, grande en talento y en carácter, según contaban casi todos los que trabajaron con ella, falleció víctima de una enfermedad que se la ha llevado de forma rápida. No hace mucho, planeaba participar en una película de Marina Seresesky y regresar a los escenarios con Gerardo Vera. Deja una carrera sólida y respetada, con unas 70 obras teatrales, más de 30 películas e incontables apariciones televisivas que hicieron del suyo un rostro popular y querido.
Con Marsillach
Baró nació en Barcelona el 21 de septiembre de 1937. Como otros grandes intérpretes de su generación, el teatro fue su primer amor – dejó colgados los estudios de Filosofía y Letras– y su trampolín. Con 20 años, en 1957, se unió a la compañía Windsor, y allí debutó a las órdenes de Adolfo Marsillach con «Las preciosas ridículas». Con Marsillach seguirían, «Bososse», «Ondina», «César y Cleopatra» y «Alejandro Magno». «La calumnia», antes mencionada, fue un éxito, con la compañía de Mayrata Oissiedo. Y, ya en 1965, se lanzó a formar la suya propia. Allí estaban Luis Prendes, Elvira Quintanilla y Manuel Galiana: «Salsa picante», «Los buenos días perdidos», «Ángela María», «Antígona»... Fueron dos años de mucho teatro. Su cierre, y el hecho de que Baró ya en los 60 dividiera su tiempo con el cine, no evitó que siguiera en las tablas con alguna interpretación memorable. La mejor, según los críticos de la época, fue con Ibsen: «Casa de muñecas». Hizo obras de Mihura («La tetera»), de Salom («Cita los sábados», «La casa de las chivas»), de Gala («Los buenos días perdidos»), de Alfonso Paso («Vamos a contar mentiras»), de Jardiel Poncela («Los habitantes de la casa deshabitada»)...
Debutó en cine en 1957, con «Rapsodia de sangre», de Antonio Isasi-Isasmendi. Aportó su saber hacer a películas de una España en desarrollo: «Adiós Mimi Pompón», «Tierra de todos», «Tres de la Cruz Roja», «Tengo diecisiete años», «La banda del pecas»... Ya en los años 80 llegaron títulos de más enjundia, en los que siempre fue secundaria de lujo: «El Nido» (Jaime de Armiñán, 1980), «El bosque animado» (José Luis Cuerda, 1987), «Las cosas del querer» (Jaime Chávarri, 1993), «Boca a boca» (Manuel Gutiérrez Aragón, 1995). Precisamente Armiñán se convertiría en gran amigo y director habitual de la actriz. La dirigió en siete filme más, entre ellos «En septiembre» (1982), «Stico» (1985), «Mi general» (1987) y «El palomo cojo (1995).
La «tele» le dio muchas horas de cercanía a los hogares, desde «Galería de maridos», que hizo junto a Marsillach en 1959. Armiñán la fichó pronto para «Mujeres solas « (1963) y «Confidencias» (1964). Pilar Miró, para la protagonista de «Cuarto de estar» (1964). Estuvo en aquella «Primera fila», que era teatro televisado, y después en «Estudio 1», de la mano de Pérez Puig, que también la dirigió en los escenarios, como su mujer, Mara Recatero. En1994 se llevó el Mayte por «Siempre en otoño», con Irene y Julia Gutiérrez Caba.
Las series no cesaron: «Novela», «Cuentos imposibles», «Juntas pero no revueltas», «Tío Willy»... Y muchas más que no hay sitio para mencionar. Y entonces, en 1999, llegó «7 vidas». Aunque ya era muy popular, el reconocimiento del cine –o sea, los premios– le llegó tardío. Fue con «Siete mesas (de billar francés)», la película de Gracia Querejeta de 2007 con la que levantó el Goya a la mejor Actriz de Reparto.
Con «Agosto (Condado de Osage)», Gerardo Vera le puso en bandeja un gran papel teatral en un soberbio melodrama firmado por Tracey Letts: su cara a cara en el CDN con Carmen Machi como madre e hija era de antología.
Tras un parón de ocho años, los que estuvo en televisión, llegaron «Noviembre» (Achero Mañas, 2003), el Goya de reparto que ganó con «7 mesas (de billar francés)», de Gracia Querejeta, y «Maktub», de Paco Arango, su último largometraje en 2011. «7 vidas» no fue su único éxito telelvisivo: después llegaría «El internado», donde actuó junto a Ismael Merlo y Natalia Millán, y jóvenes rostros como Martín Rivas, Ana de Armas y Elena Furiase.
En Twitter, pequeña gran Baró fue ayer «trending topic» toda la tarde.

«La referencia de una generación»

Gerardo Vera / Director teatral
En 2011, Gerardo Vera reunió a Amparo Baró con Carmen Machi y un reparto brillante en la aclamada «Agosto (Condado de Osage)». «La familia de ‘‘Agosto’’ está consternada», explicaba ayer el director. «Amparo Baró ha sido una referencia de una generación de grandes actores que, cosa curiosa, han hecho mucho cine, pero venían de las tablas, y que han puesto al teatro español donde está ahora. Una generación irrepetible, que nunca más volveremos a ver. No es sólo su perdida. Amparo es la memoria de un país. Para mí era fundamental», lamentaba el director, muy afectado por la pérdida de una buena amiga a la que acompañó hasta el final: el miércoles mismo él y Carmen Machi estuvieron junto a ella. Iban trabajar de nuevo juntos en septiembre, con la obra «The Revisionist», que la enfermedad no le permitió hacer. «Llegó a leer la función conmigo y estaba encantada».

«Ha sido mi hermana pequeña»

Jaime de Armiñán / Cineasta
Pocos han conocido a Baró, profesionalmente hablando, como Jaime de Armiñán, el cineasta que más veces la dirigió. Muy dolido, aseguró ayer: «Para mí, Amparo ha sido mi hermana pequeña, es terrible todo esto». Sólo guarda buenos recuerdos de la actriz a quien dirigió en «Carola de día, Carola de noche» (1969), «El nido» (1980), «En septiembre» (1982), «Sitco» (1985» o «Mi general» (1987). «Trabajar con Amparo era mucho más que maravilloso. Siempre he trabajamos a gusto», decía el cineasta, «absolutamente destrozado». «Antes de eso, conocía a Amparo casi cuando era una actriz infantil. La vi trabajar y me pareció tan maravillosa que luego, por una serie de circunstancias, fuimos no sólo amigos, sino hermanos durante toda la vida. Para mí ha sido un golpe tan tremendo, injusto y trágico».

«Una mujer única e indómita»

Gonzalo de Castro / Actor
«Se ha ido amparo, que ha sido nuestra gran compañera. La he tenido un enorme cariño y un gran respeto siempre», decía consternado Gonzalod e Castro antes de encaminarse al tanatorio ayer. El actor formó parte de «Siete vidas», aquella serie que es ya historia viva de la televisión y que «recuperó» a Baró en su madurez. La serie que les dio popularidad a todos: a él, a Blanca Portillo, a Toni Cantó y a Javier Cámara. «Trabajar con Amparo fue una experiencia muy gratificante. Siempre ha sido para mí alguien especial, fue una pequeña gran mujer, con un carácter indómito, algo que la hacía única, una mujer con una manera de estar en la vida muy auténtica. Tenía una personalidad arrolladora y era hermosa trabajar con ella. Siempre tenía una sonrisa, con carácter. Pero, aunque parecía dura, cuando la conocías se iba ablandando y salía una mujer tierna, y muy sabia».