Arte

El tamaño importa en ARCOLisboa

La cita lusa confirma la feria como marca referencial y mira con fuerza a la creación africana

La Cordoaria Nacional, muy cerca del Tajo, vuelve a ser la sede de la cita lisboeta
La Cordoaria Nacional, muy cerca del Tajo, vuelve a ser la sede de la cita lisboetaARCO LISBOAARCO LISBOA / EFE

La 5ª edición de ARCOlisboa confirma dos de los aspectos fundamentales que se hallaban en la génesis de la cita artística portuguesa: de un lado, la articulación de «ARCO» como una marca referencial que se expande mediante la creación de franquicias estratégicas; y, de otro, la orientación de esta filial lusitana hacia la producción artística del continente africano. Mientras que la matriz madrileña se ha orientado, durante los últimos años, a servir de puerta de entrada a Europa del arte latinoamericano, ARCOLisboa ha consolidado una sección como «África em Foco» como uno de sus más atractivos elementos identitarios. Conformada por nueve galerías seleccionadas por Paula Nascimento, esta sección posee –como explica la directora de la feria, Maribel López– una vocación investigadora e informativa.

Con sede en la Cordoaria Nacional, ARCOLisboa presenta un programa general integrado por 43 galerías. Es el tamaño perfecto y metabolizable por el visitante. Maribel López explicó ayer a la prensa internacional que esta limitación de las galerías participantes permitirá a los coleccionistas, críticos y espectadores en general focalizarse mejor en las obras expuestas. Y así sucede. Frente al gigantismo de la cita madrileña o de otras convocatorias de su especie, ARCOLisboa es una feria oxigenada, en la que el arte se ofrece en un contexto vacío de ruido y de la polución de los excesivos impactos visuales.

De acuerdo con el espíritu de los tiempos, prima la presencia de la pintura, cuyas especificidades lingüísticas son erosionadas, en ciertos casos, hasta dejar de ellas un gesto desprovisto de autoridad. Así destacan, por ejemplo, la dimensión arquitectónica de la pintura que distingue al siempre sugerente Carlos Bunga (Galería Vera Cortés, Lisboa); el carácter literario de las piezas abstractas de Joao Louro –cuyas bandas de textos al pie de las obras recuerdan a los trabajos del dúo Mutean & Rosemblum– (también Verá Cortés); los objetos pictóricos, que, en Helga de Alvear, presenta Ángela de la Cruz -más ya en el ámbito de la escultura que en el de la pintura-; o la instalación que Joao-Maria Gusmao exhibe en el estand de Cristina Guerra Contemporary Art, y que supone un auténtico acto de pintura con la luz.

Merece la pena mencionar, por otro lado, una de las piezas de Carlos Garaicoa que cuelgan en el estand de Filomena Soares, y que supone una reducción al estado de ruina de la fotografía y, por extensión, de la imagen. La imagen de un edificio es doblada por su reproducción mediante un puzle, cuyas piezas se encuentran parcialmente caídas y arrumbadas sobre la base del marco. La capacidad de la imagen para crear la realidad ha quedado hecha escombros.

Las exposiciones que, en paralelo a la feria, alberga el MAAT (Museu de Arte, Arquitetura e Tecnologia) toman la experiencia urbana como motivo de reflexión, con el objeto de visualizar las diferentes costuras de un tejido social aparentemente homogéneo y desactivado como agente político a lo largo de la historia. «Prisma», en este sentido, es una impresionante vídeo-instalación del artista portugués Vhils, que, a través de pantallas cóncavas y planas, dibuja un laberinto con filmaciones realizadas en nueve ciudades del planeta. El propio Vhils (Alexandre Farto) comisaria, junto a António Brito Guterres y Carla Cardoso, la exposición «Interferências», un recorrido desde mediados de los 70 hasta el presente que reúne las obras de diferentes artistas que han tomado a la capital lusa como laboratorio de políticas disruptivas.

Pero, sin duda alguna, la experiencia más asombrosa y apabullante vivida en el «ecosistema MAAT» es la visita a la Central Tajo –una antigua fábrica de luz–. Se trata, con total seguridad, de uno de los más sugerentes espacios de exposiciones de toda Europa, en el que la estética industrial y la creatividad contemporánea se fusionan de un modo abracadabrante. En este edificio dependiente del MAAT,se exhiben obras de la colección de Antoine de Galbert.