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Arte

Teresa Solar, la estrella de la Bienal de Venecia que salió de un taller de costura clandestino

La artista madrileña es parte de la representación española en la cita italiana, donde también coincide con June Crespo y Maruja Mallo

Tras Berlín, Liverpool o Estocolmo, la Bienal de Venecia recibe el trabajo de Teresa Solar
Tras Berlín, Liverpool o Estocolmo, la Bienal de Venecia recibe el trabajo de Teresa SolarJESÚS G. FERIA

Llevaban coqueteando desde la primavera de 2020, pero el amor entre Cecilia Alemani, directora artística de la Bienal de Venecia, y Teresa Solar se consumó el pasado septiembre. «Me gustas, proponme algo», le dijo la primera a la artista madrileña, y esta aceptó, sin dudarlo, por supuesto, el reto de estar en la 59ª edición de la cita italiana, que comienza hoy y donde, junto a los trabajos de June Crespo y Maruja Mallo, será la representación española en la exposición principal. «No me pidió nada más, lo que me pareció increíble, aunque también es verdad que mis líneas de creación van en el sentido en el que ella ha dirigido la Bienal», explicaba Solar a LA RAZÓN, en su taller, días antes de viajar a la feria.

El surrealismo sobre el que pivota la dirección de Alemani también está en la «oficina» de Usera de la artista española. Las formas suaves, que recuerdan a las aspas de los molinos de viento y a las aletas de ballenas y delfines, inundan toda la sala, un espacio diáfano roto por un tragaluz enorme que sirve de desahogo y de inspiración en mitad del estudio. El sol que entra por estos cristales da sentido a toda la reforma de lo que antaño fue un oscuro taller de coches, pero también un aún más oscuro local clandestino de costura chino. Cuentan los vecinos que un día realizaron un mal empalme en la general, dejaron a todo el edificio sin luz y a la mañana siguiente ya no quedaba nadie ahí.

Pero los tiempos sombríos pasaron para este espacio de la calle Isabelita Usera. Ahora, el blanco radiante de las paredes solo se ve interrumpido por estanterías y por los bocetos de Solar en tonos rosáceos, anaranjados y amarillos. Ni rastro de la anterior etapa de la artista, centrada entonces en el mundo audiovisual. Sobre las mesas y los caballetes, se justifican esos dibujos con esculturas o proyectos de esculturas que se moldean aquí y se endurecen en el horno de Toledo: «Esos días son grandes porque mover cada una de estas piezas requiere de varias personas». Se refiere al eje de barro al que se anclan esas aspas de molino construidas con resina. La vena artística de Solar se dispara cuando, entre estos «codos» ya cocidos, se traslada de la escultura a la música: «Toca, toca, suenan como campanas», comenta de unos barros que se han expuesto a tales temperaturas que han estado «cerca de cristalizar».

Fe en la «Tuneladora»

Con las obras de la Bienal ya en su destino, lo que queda en el taller son las «primas hermanas» de aquellas. Una serie que comenzó con «Tuneladora», expuesta en la Galería Joan Prats de Barcelona, y que vive ahora su máxima expresión con tres piezas de cuatro metros y 200 kilos que ya son parte de la historia de Venecia. «Me costó sacarla, pero le tenía mucha fe a aquel trabajo. Y cuando Cecilia me dio el “ok”, tuve claro que quería desarrollar estas esculturas», explica quien reconoce que esta oportunidad le llega «en el momento justo porque se juntan los intereses de los últimos años. Y en esta exposición se sintetiza muy bien». El trabajo sobre el barro traslada al subsuelo, «a lo ignoto, a lo que no conocemos»; mientras que esos brazos que salen por las dos bocas del eje proponen algo más sutil, «elementos de mi imaginario que tiene que ver con la ingeniería y con los animales. Extremidades que generan movimiento», añade esta madrileña de origen español y egipcio.

Solar viene de exponer en Liverpool, Barcelona, Bruselas, La Haya, Berlín, Estocolmo, México, Madrid... Pero reconoce que estar en Venecia «es otra liga. Es el reconocimiento europeo. Es el gran salto dentro de una carrera». Aun así, la «velocidad», dice, con la que se ha cerrado la colaboración ha hecho que la artista no sienta el vértigo de una cita de semejante altura: «Ha habido tan poco tiempo para formalizar la propuesta que eso ha jugado a mi favor porque no te lo puedes pensar dos veces. Ha salido todo rápido y sin miramientos».

La instalación de Solar en la Bienal de Venecia EFE/EPA/Zsolt Czegledi
La instalación de Solar en la Bienal de Venecia EFE/EPA/Zsolt CzeglediZsolt CzeglediAgencia EFE

La escultora también ha estado con su arte en Kiev y en Moscú, tan de moda (por desgracia) en las últimas semanas, y no se lo piensa a la hora de afirmar que «compartiría exposición con compañeros rusos sin ninguna duda, siempre». Otra cosa es hacer un trabajo para un todopoderoso oligarca ruso: «Nunca me sentiré cómoda vendiendo una pieza a alguien que financie una guerra de este tipo». Reconoce Solar que todavía no sabe si de la actual situación saldrá arte, «pero que de la Covid sí surgieron cosas –apunta–. Al final, todo lo que hacemos está empapado por nuestra realidad, y eso permea en el trabajo. El confinamiento me sugirió mucho. Piensas en la idea del aislamiento, en la mascarilla...». Son todas esas reflexiones las que van forjando a una persona, y en Teresa Solar han derivado en que la protagonista asegure que el arte le ha convertido en «mejor persona»: «Te lanza a lugares extraños a los que no llegarías de otra forma. Haces viajes muy raros, te vuelves muy valiente y afrontas retos que parecían imposibles. Invita a soñar lo más fuerte que puedas, aun a sabiendas de que habrá gente a la que no le guste... porque la verdad es que el arte contemporáneo no le importa a casi nadie».