Sección patrocinada por sección patrocinada

Arte

La apasionante historia del pintor oaxaqueño Manuel Miguel

“Mi destino era ser campesino”. En la Fundación Pons de Madrid se podrán ver sus obras

El estudio del artista en Teococulco de Marcos de Perez, Oaxaca
El estudio del artista en Teococulco de Marcos de Perez, OaxacaEstudio Manuel Miguel

Acompañaba a su padre a que pastara el ganado y allí, en el monte, empezó a copiar a los personajes de sus “caricaturas”- los comics mexicanos- favoritos, esos que estaban de moda cuando era solo un niño. Entre estos históricos personajes, aparecían Los Caballeros del Zodiaco y uno en particular que le marcó para siempre: Mazinger Z. Otros dibujos que Manuel Miguel hacía espontáneamente, eran las representaciones de lo que sus ojos de niño veían cuando salía al monte con su padre, borregos, chivos o burros. Este era su escenario habitual. Los toros y los caballos no faltaban. Esto sucedía en su localidad de nacimiento, Teococuilco (quesignifica “En el templo de la culebra pintada”) y que está ubicada en una de las siete regiones del estado mexicano de Oaxaca conocida como la Sierra Juárez, o Sierra Norte. Manuel Miguel es el tercer hijo de los cuatro que tuvo su padre, pero fue el único varón, por lo que estaba destinado a ser campesino, Manuel Miguel lo aclara, durante la entrevista realizada por videoconferencia: “el varón es el que viene a aligerar las tareas del campo y ayudar al padre” comenta el artista a La Razón.

Emigró a los Estados Unidos a los 18 años para reunirse con su hermana y trabajar en la construcción con su cuñado, pero por mil causas, tuvo que regresar a su pueblo, pero la vida quiso que coincidiera con un paisano suyo, oaxaqueño de su pueblo también, que estaba realizando su proyecto “2501 Migrantes”, el artista Alejandro Santiago. No le importó su fama, lo buscó y lo encontró. En el 2007, este artista mexicano, buscó en su pueblo a chicos que se unieran a su proyecto, pero no encontró a nadie pues coincidió con el periodo que todos deseaban salir del pueblo para alcanzar el “sueño americano”. Manuel Miguel dice: “yo no lo busqué, él ya me estaba esperando”. El destino es así. A los 21 años empieza a colaborar con este artista en sus talleres de pintura, escultura, cerámica y grabado y allí arranca realmente la formación que lo ha llevado a la fama.

Manuel Miguel relaciona lo que es pequeño con lo monumental, le gustan los colibríes y tiene presente la cosmología y no olvida la situación actual ambiental y critica abiertamente el inminente peligro de las especies en peligro de extinción.

Constructor y artífice, fascinado por las formas geométricas, las redes de significación y el mundo moderno de la interconexión, donde la línea blanca simboliza el tejido de perfección que el hombre busca en su vida, sin darse cuenta de que en el proceso la va perdiendo.

Este artista mexicano reconoce que su mayor aprendizaje viene de la restauración, gracias ello se ha empapado de los procesos técnicos, de las corrientes artísticas durante los siglos, de los grandes artistas que sobresalieron por tener un concepto muy definido, su composición plástica...

“Para dedicarse y vivir del arte y tomarlo como una profesión y una forma de vida, implica muchos sacrificios, y una autodisciplina, la que te forja a perseverar día a día y te invita a seguir experimentando.

“El arte no es solo un tema de inspiración, no es un tema solamente de conocimientos, es algo que viene desde la espiritualidad” asegura Manuel Miguel.

Lo han invitado a participar en la feria FAIM en la Fundación Pons:

“Es la primera vez que expongo mi obra a otra cultura, tengo curiosidad de ver las reacciones en España”.

Con su obra quiere presentar su concepto plástico y técnico, con ella quiere transportar al espectador a un viaje interno de como estamos hechos internamente los seres vivos. A través de la líneas, genera formas hasta encontrar un lenguaje a través del movimiento.

Estará en Madrid el 10, 11 y 12 de junio.