Berlín, ciudad abierta
Nos conocíamos como a otros compañeros, de coincidir en una inauguración, pero no era una relación profunda la nuestra. Un día decidimos irnos juntas a la Feria de Berlín y compartir stand sin asistente de galería. Cuando yo me ausentaba, era Soledad quien me cubría y si ella no estaba, yo cogía todos sus recados. Pudimos demostrar así que dos galerías como las nuestras podían convivir sin estorbarse y sin zancadillas, que nos podíamos entender y colaborar y ser generosas la una con la otra. Ella llevaba una instalación de Txomin Badiola y yo otra de Pepe Herrera, que digamos que eran equivalentes. Nos ayudamos en aquel momento y nos quedó un estupendo sabor de boca, porque nos dimos cuenta de que éramos capaces de llevar adelante esa colaboración que no resultaba fácil. Ofrecimos una imagen buena de verdad, de que en España los galeristas no estábamos enfrentados. Pasó por el stand María Corral y al vernos a las dos nos dijo que estaba orgullosísima de nosotras. Convivíamos mañana, tarde y noche, comíamos juntas, asistíamos a los cócteles y tuvimos al mejor cicerone que hubiéramos podido imaginar, Chema Alvargonzález. Berlín nos unió. A raíz de aquello empezamos con Artemadrid, el consorcio de galerías, el Instituto de Arte Contemporáneo.
Decir que Soledad es una estupenda galerista no es descubrir nada nuevo, porque lo es. Se trata de una de las personas que más ha hecho por el arte. Y tiene una parte humana increíble. Con la gente joven que empieza se vuelca, los ayuda. Es tremendamente maternal en ese aspecto. Es cierto lo que cuenta de que me dijo a mí y a su contable que cuando la viéramos que no podía estar al frente de la galería se lo dijéramos, pero nunca lo hubiéramos podido hacer. Nos liberó al contarnos que lo dejaba.
Imagino que le ofrecerán cosas interesantes, seguro que sí. Su decisión ha sido acertada: como siempre ha hecho lo que debía. ¿Anécdotas? Muchas, pero que las cuente ella. Las hay tan divertidas. Seguro que lo hará –o quizá se lo guarde– en ese libro de su vida que sé que está encima de la mesa. Entonces nos enteraremos de muchas cosas. O quizá no.