Arquitectura

El necesario reconocimiento del Ensanche español de Tetuán como Patrimonio de la Humanidad

El urbanista hispanomarroquí Mustafa Akalay indaga en un nuevo ensayo en la "hibridación intercultural" que dio lugar a este destacado espacio arquitectónico levantado durante el Protectorado

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Los expertos confían en lograr el reconocimiento del Ensanche como Patrimonio de la HumanidadDreamstime

Si el año pasado la medina de Tetuán hizo su primer cuarto de siglo en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad, la ciudad, sus habitantes y enamorados, esperan ver en los próximos meses a su Ensanche, conjunto urbano construido por las autoridades españolas durante el Protectorado (1912-1956), integrado también en el selecto elenco de la Unesco. Las autoridades locales (Marruecos declaró al Ensanche Patrimonio Nacional en 2015), acompañadas por un puñado de intelectuales de las dos orillas –también por universidades y administraciones españolas, como la Junta de Andalucía–, trabajan desde hace años por dar a conocer la riqueza de ejemplo único de hibridación y mestizaje arquitectónico y de alertar de los peligros a los que se expone si no es protegido de manera adecuada.

En este grupo de personalidades se encuentra el urbanista y sociólogo tangerino Mustafa Akalay Nasser, que presentaba recientemente en Madrid su obra "El ensanche de Tetuán (1860-1956): Síntesis de su historia urbana y arquitectónica" (Alhulia, 2023). Una obra que, lejos de ser un mero catálogo de construcciones y nombres, constituye una auténtica aproximación multidisciplinar a la acción arquitectónica y urbanística española, que no puede desvincularse de la política, económica y humana, en la que fuera capital del Protectorado a lo largo de varias décadas. “El Ensanche de Tetuán representa lo mejor de la aventura constructiva española en el norte de Marruecos, fruto de un sincero y fecundo diálogo intercultural hispano-marroquí”, asegura a LA RAZÓN el profesor Akalay.

Eclipsado a menudo por la belleza de la medina andalusí –lugar, a su vez, de acogida de miles de moriscos y judíos sefarditas procedentes de la península–, el Ensanche, una solución arquitectónica plenamente española, sobresale, a juicio de los expertos, por su armonía e integración plena con la ciudad antigua. “A diferencia de los ensanches hechos por los franceses en Marruecos, los españoles, y el de Tetuán es el máximo exponente de ello, se planificaron en contacto con las medinas históricas. Entre el Ensanche y la medina se produce una atracción mutua y un respeto; se complementan”, explicaba el arquitecto Rafael de Lacour en un encuentro online sobre el espacio urbano tetuaní celebrado a comienzos del año pasado. “En su diversidad, forman una entidad única”, concluía el profesor de la Universidad de Granada.

Y en esa mágica simbiosis y unidad entre la ciudad islámica y el moderno Ensanche lograda por autoridades y arquitectos españoles destaca su rica variedad de estilos, no siempre percibidos a primera vista. El Ensanche, erigido en poco más de cuarenta años –comenzó a construirse en 1913 y para la independencia de Marruecos, en 1956, estaba casi concluido–, es un ensayo de las soluciones y los debates arquitectónicos de su época: en el conjunto hay ejemplos de art déco, eclecticismo, regionalismos, estilo neoárabe o neoandalusí, historicismos, racionalismo o estilo neoherreriano, tendencias todas en boga en la España de la época durante la primera mitad del siglo pasado. En él firman construcciones arquitectos españoles como Juan Arrate Celaya, Casto Fernández Shaw o Alfonso de Sierra Ochoa.

Conocer y proteger

A pesar de su integración en la vida cotidiana de la ciudad, el desconocimiento, el abandono de ciertas construcciones y la descontextualización amenazan su futuro. El Tetuán de hoy, con un centro urbano volcado en el turismo y el comercio, poco tiene que ver con la que fuera capital del Protectorado español. “Es hora de que se conozca y proteja este patrimonio en Marruecos y se cree un centro de interpretación del Ensanche y la arquitectura española, para que los tetuaníes sepan que por donde deambulan cada mañana, un lugar al que llaman ‘Sanche’ en árabe, es una joya arquitectónica y una teoría urbanística”, expresa Akalay.

Aunque la preservación del conjunto es más que aceptable, varios son los edificios que necesitarán, dado su deficiente estado actual, del trabajo de los especialistas en los próximos años, y los especialistas confían en que el reconocimiento de la Unesco será un aldabonazo: desde el antiguo cuartel de infantería Gómez-Jordana, los conocidos como pabellones Varela –un conjunto de viviendas para militares promovidas por el Ejército de Tierra durante la década de 1940–, la antigua estación de autobuses, el viejo hospital militar o el antiguo palacio del jalifa de Tetuán –y sus jardines–, situados en el barrio de Touilaa, en la carretera entre la ciudad y Ceuta.

En este afán por difundir la historia y contextualizarla han de enmarcarse el nuevo ensayo de Mustafa Akalay o el curso monográfico dedicado al Ensanche tetuaní el pasado mes de septiembre por la Universidad Internacional de Andalucía y la Universidad de Sevilla, además de varias iniciativas de los Institutos Cervantes en Marruecos. En 2018 la Junta de Andalucía financió un estudio de la Universidad de Granada titulado "Cementerio, Medina y Ensanche de Tetuán. Tres unidades morfológicas y una única realidad patrimonial" con objeto de impulsar la candidatura a la Unesco del Ensanche. Al redescubrimiento en la orilla norte de Tetuán y su Ensanche ha contribuido también un conjunto de obras literarias recientes ambientadas en el antiguo Protectorado, entre las que destaca sobremanera la novela superventas El tiempo entre costuras de María Dueñas, invitada de honor en el citado encuentro celebrado en Sevilla.

El escritor y profesor hispanomarroquí espera que su último ensayo, resultado de un prolongado trabajo de campo complementado con una profunda investigación en archivos y bibliotecas contribuya, en fin, a arrojar luz sobre un patrimonio común “omitido y ninguneado” tanto por historiografía marroquí como por la española. Akalay no oculta otro de sus deseos: “Ojalá que se dé la misma importancia a la arquitectura y el urbanismo español en el norte de Marruecos que el que se le da al de América Latina, que se reconozca de la misma manera a los arquitectos del exilio y a quienes vivieron en Tetuán, Nador, Larache o Tánger”.