Exposición

Soto, artista en movimiento

La galería Odalys, de Madrid, vuelve a exponer el trabajo del venezolano, referente del arete cinético, después de veinte años de ausencia y en medio de un alza en su cotización

Imagen de 2002 del artista venezolano Jesús Rafael Soto / Foto: Ap
Imagen de 2002 del artista venezolano Jesús Rafael Soto / Foto: Aplarazon

La galería Odalys, de Madrid, vuelve a exponer el trabajo del venezolano, referente del arete cinético, después de veinte años de ausencia y en medio de un alza en su cotización

La galería Odalys cumple esta semana cinco años en el famoso espacio de la calle Orfila, 5 que hasta 2012 perteneció a Soledad Lorenzo. Odalys Sánchez de Saravo, dueña de la galería con sede en Caracas y Miami, admite que a su primera exposición, “Tàpies y los informalismos venezolanos”, asistieron más de seiscientas personas, “de las cuales quizá el cincuenta por ciento vino a ver qué había sucedido con el espacio que dirigía antes Soledad”. Entonces, dice, le preguntaron muchas veces qué línea iba a tomar su espacio: “Es una cuestión difícil de responder. Yo expongo lo que me gusta, pero aquí en España son más rígidos en ese sentido”.

Sin embargo, el tiempo daría forma a esos gustos y el espacio se ha convertido en un referente del arte cinético en Madrid. Ahora cimienta esa reputación con la exposición “Soto”, que inauguró el sábado y en la que reúne 34 obras del artista venezolano, conocido como padre de dicho movimiento. Se trata, además, de la primera vez en veinte años que se expone su trabajo en España. “Esta muestra era una parada obligada para nosotros -afirma Sánchez sobre su decisión de exponer a Soto-. Y para el público español es novedoso porque hay coleccionistas jóvenes que no han tenido hasta ahora la oportunidad de ver a este artista en Madrid”.

Curiosamente, el venezolano tuvo mucha relación durante su vida con España y su cultura; de hecho, una de las piezas expuestas es, según la galerista, un homenaje a la fiesta nacional: en ella, tres varas rojas y blancas, que recuerdan a las banderillas que utilizan los toreros, destacan sobre un fondo negro. Además de visitar Madrid en numerosas ocasiones, Soto venía de París, donde vivió a partir de los cincuenta, cada verano a Carboneras, en Almería, invitado por Edgard Pillet. Así lo cuenta Alfonso de la Torre en el catálogo de la exposición, en el que recupera las muchas veces que su obra estuvo disponible en el país antes del “olvido” de los últimos años.

Según De la Torre, Soto participó en exposiciones colectivas en Barcelona y Madrid en 1962 y años más tarde una pieza suya fue la escenografía de “Violostries”, que presentó en la Zarzuela el Ballet Théâtre Contemporain de Amiens. En 1973 llegó a Santa Cruz de Tenerife un primer Penetrable, que se instaló en el Parque García Sanabria. Instaló otro en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria (sería su primera exposición individual en España) y un año más tarde protagonizó una más en el Palacio de Velázquez, en Madrid. La última muestra individual que realizó en España fue en 1998, en el Centro Cultural Conde Duque.

Su “regreso” coincide con la alta demanda de su trabajo en los últimos años. “Hemos notado un aumento considerable en el precio de sus obras, pero todavía está por debajo de lo que debería ser dado su reconocimiento internacional”, afirma Sánchez. Ese alza de mercado, asegura, tiene que ver con una serie de factores, entre ellos que se le incluya en muestras colectivas junto a artistas muy relevantes o que se organicen retrospectivas como la que hará en 2019 el Guggenheim de Bilbao.

Un ejemplo es la obra “Núcleo central”, de 1969, que Sánchez asegura haber vendido hace alrededor de quince años por 20.000 dólares. Hoy, la pieza, que forma parte de la muestra de Odalys y desde aquella venta no ha cambiado de manos, está valorada en 800.000 dólares. Uno de sus “leños” (Leño viejo, de 1994), que el artista solía regalar a sus amigos y que por ello están en su mayoría en colecciones privadas, pasó de valer 10.000 dólares hace unos 17 años, a 700.000.

La mayoría de las obras expuestas, que datan de principios de los sesenta hasta los años noventa, ya han sido vendidas. La más antigua, y de gran relevancia, es “Caja de villanueva”. “Con ella, Soto descubre el concepto de la penetrabilidad”, explica Sánchez. Junto con la inmaterialidad -apreciable, por ejemplo, en “Cubo en rojo y negro”, de 1995)-, fueron los conceptos que el artista trabajó durante toda su carrera. El primero se refiere a la posibilidad del espectador de entrar en la obra y, el segundo, a la de crear “espacios que no existen, pero que surgen gracias a la relación entre las líneas de la obra”, en palabras de la galerista. Esa participación del espectador que, en cierto sentido, completa la obra, se hizo evidente en la inauguración, en la que el público rodeaba una y otra vez las piezas descubriendo en cada movimiento una figura geométrica o un color nuevo.

El miércoles, en la galería, De la Torre y la comisaria y experta en arte contemporáneo María Luz Cárdenas conversarán sobre la importancia que tuvo para Soto y otros artistas venezolanos de su generación, como Carlos Cruz-Diez, el padrinazgo de la galerista Denise René, que fue la primera en exponer su trabajo, en París, a principios de los sesenta.