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Tres siglos de arte para el Museo del Prado

La pinacoteca recibe una gran donación de arte medieval de la colección Várez Fisa. Entre las obras destacan «La Virgen de Tobed» y dos tablas de Pedro Berruguete. La instalación de este conjunto en una sala se ha encomendado a Rafael Moneo
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Una colección de arte es algo más que una suma de pinturas, esculturas, dibujos. Es un retrato indirecto de una sensibilidad, de un carácter. El arte traiciona siempre a su propietario al mostrar en público, sin veladuras, sus gustos, inclinaciones y preferencias, que es el tríptico por el que asoma la personalidad. El mecenas que ampara un trabajo queda así, sin proponérselo, expuesto a los demás por lo mismo que protege o reúne. El Museo del Prado, que es un aluvión de diferentes emotividades pictóricas heredadas del pasado, ha recibido una importante donación de la coleccción Várez Fisa. Doce piezas de arte español comprendido entre los siglos XIII al XV que hablan de una tendencia por la sencillez del románico, un estilo desnudo de alardes en el que predomina lo espiritual sobre la forma y sus posteriores evoluciones. «Dentro de la amplia vocación coleccionista de José Luis Várez Fisa y su esposa, Milagros Benegas, ha merecido un temprano y especial lugar la atención a los fundamentos históricos del arte hispano. Muy pronto empezaron a reunir ejemplos sobresalientes de arte medieval y renacentista, siempre de una gran calidad y representativos de las corrientes principales del arte peninsular desde el siglo XIII a los comienzos de la Edad Moderna, y lo hacían, como Cambó, siendo conscientes de las grandes lagunas que la colección de El Prado tenía en esta materia», comentó ayer Miguel Zugaza, director de la pinacoteca, durante la firma y la presentación de este legado. Un conjunto formado por tablas, una escultura y un impresionante artesonado que se exhibirán en una sala (que llevará el nombre del donante) situada dentro de las colecciones de pintura española del Románico y que adaptará precisamente para esta ocasión Rafael Moneo, responsable de la ampliación del museo. Se prevé que en un periodo de seis meses el arquitecto haya presentado su proyecto y que en un año pueda abrirse al público este nuevo espacio, que estará presidido por un artesonado, de 11 metros de largo por seis de ancho, proveniente de la iglesia de Santa Marina de Valencia de Don Juan, en León, y fechado en 1350.

Lagunas de un discurso

No es la primera vez que la familia Várez Fisa ha entregado una obra a El Prado. En 1970, cedió el «Retablo de San Cristóbal», que, como recordó Zugaza, «llenaba una de esas grandes lagunas de El Prado en ejemplos de la introducción del gótico lineal en la pintura castellana del siglo XIII» Con esta misma vocación, el museo ha recibido estas obras que completarán el largo discurso artístico, lleno de jalones y corrientes, comprendido entre el XIII y el Renacimiento. Un periodo fundamental para la formación de la pintura española. Sobresale, como indicó Gabrielle Finaldi, director de conservación de El Prado, «La Virgen de Tobed», atribuida a Jaume Serra y que proviene de la iglesia de Santa María de Tobed, en Zaragoza. Esta tabla, fechada entre 1359-1362, presenta una peculiaridad: incluye la figura de Enrique II, primer rey de la dinastía Trastamara, junto a su mujer y sus hijos. Una representación importante porque entronca con la larga serie de retratos reales que conserva la colección del museo y que forma parte de su identidad.
La donación de Várez Fisa refuerza la pintura del siglo XIII con dos frontales –el de Sollalong, Ripoll, del maestro de Lluça, y el de Arnedillo, en La Rioja–, y con la pintura mural de San Esteve de Andorra se aporta una muestra del románico de los Pirineos, que, hasta este momento, no existía en la pinacoteca. Dos tablas de Pedro Berruguete completan la trayectoria de este artista en el museo, y la escultura «Virgen entronizada con el niño» ilustra el talento de Gil de Siloe, uno de los grandes escultures del siglo XV.
El detalle
OTRAS DONACIONES DE GRANDES COLECCIONISTAS
No es la primera vez que el Museo del Prado recibe una donación de coleccionistas. El director de esta institución recordó ayer algunos de estos nombres. Entre ellos sobresale el del Barón d'Erlanger, que donó las «Pinturas negras» de Goya. También destaca la aportación notable de Ramón de Errazu, que cedió una legado de pintura española del siglo XIX en el que se incluían obras de Fortuny o Madrazo. Pablo Bosch, en 1915, entregó su colección pinturas y monedas; y en 1930, Pedro Fernández Durán hizo lo mismo. Una aportación fundamental fue la de Francisco Cambó, que puso su empeño en completar la colección de la pinacoteca.
El discurso de Rajoy
«Se debería admirar la pluralidad de las Coronas de la Monarquía hispánica»
El presidente de Gobierno, Mariano Rajoy (en la imagen), presidió ayer la firma entre el Real Patronato del Museo y la familia Várez Fisa, que formaliza la entrega de esta importante donación. En su intervención, señaló: «Quien crea que España es un país de excepción entre los de nuestro entorno debería reflexionar sobre cuánto deben Europa y la civilización occidental a una Monarquía que promovió la primera globalización. Quien quiera reducir la nación a lo castellano debería admirar la pluralidad y riqueza de las aportaciones artísticas de las diferentes Coronas que conformaban la Monarquía hispánica. Y quien desee ver cómo se conjugan patriotismo y libertad puede contemplar los retratos de los grandes hombres que reposan en sus paredes». Durante su discurso defendió el mecenazgo: «Esta institución debía abrirse a la sociedad,a cercarse a la Universidad y reforzar la presencia del mecenazgo y de la iniciativa privada en la vida diaria del Museo». A este respecto indicó: «El mecenazgo y la contribución privada en el sostenimiento y difusión pública de la cultura suponen un elemento imprescindible y rompen con el prejuicio de reducir la cultura de un país al presupuesto público. El Gobierno pretende crear un marco jurídico flexible, que contemple todas las escalas de aportación social, del ciudadano a la empresa, con un fin muy claro: que la sociedad se involucre plenamente en las industrias culturales, que deje constancia de sus gustos y preferencias, y reduzca así las rigideces de la intervención pública».

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