El banquete viajero de Julio Camba
Biblioteca Castro reúne en un solo volumen los libros del gran periodista gallego sobre las imprescindibles crónicas que escribió de sus andanzas por el mundo
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Cuando hablamos de lo que se ha venido en llamar Edad de Plata, ese periodo histórico cultural que está vinculado con el renacer literario, artístico y musical que se vivió en nuestro país durante el primer tercio del siglo XX, el periodismo injustamente queda relegado, por no decir ignorado. Y no debería ser, porque fue en ese tiempo cuando surgieron algunas de las firmas más importantes que han aparecido en diarios o revistas, como las de Manuel Chaves Nogales, Josep Pla, Gaziel o Julio Camba. Precisamente sobre Camba, durante los últimos años, hemos visto una gran recuperación de su obra en varios libros que, de manera temática, rescatan sus miles de artículos dispersos en hemerotecas o en algunas antologías publicadas en vida del autor. A dicho trabajo se ha encargado en este tiempo Francisco Fuster, autor de la biografía «Julio Camba. Una lección de periodismo», premiada el pasado año por la Fundación José Manuel Lara. Ahora, el mismo especialista, de la mano de Biblioteca Castro, ese sello que se propone lanzar y relanzar lo más parecido a las obras completas de nuestros clásicos, recopila en un voluminoso tomo de más de mil páginas los libros viajeros del periodista: «Playas, ciudades y montañas», «Londres», «Alemania», «Un año en el otro mundo», «Aventuras de una peseta» y «La ciudad automática».
Estamos ante una de las mejores prosas que ha tenido el periodismo español de todos los tiempos, algo que aplaudía un distinguido experto en la materia llamado Josep Pla. Precisamente con el ampurdanés compartía Camba la fina y aguda observación de la realidad, la capacidad de convertir una anécdota en todo un acontecimiento que merecía ser contado, además de ese aprecio por escribir y valorar sobre la gastronomía y sus consecuencias literarias. Como él mismo expuso cuando le pidieron ir a una comida del Centro Gallego de Madrid, explica en «Playas, ciudades y montañas», «iré al banquete con mucho gusto; pero no por esa razón de regionalismo que usted insinúa, sino por otra, de carácter gastronómico. Estoy a disposición del periódico para representarle en todos los banquetes, cualesquiera que sean los platos regionales que en ellos se sirvan. Tengo un estómago unitario y un apetito federal». Otro elemento lo unió con Josep Pla: el viaje. Precisamente este es el hilo conductor del libro que acaba de ser editado. Mucho antes de que se convirtiera en, como lo definió Pedro Ignacio López García, su primer biógrafo, «el solitario del Palace», Camba fue un hombre pegado a una maleta, siempre dispuesto a recorrerse Europa y América para poder hablar sobre lo que veía.
Sin embargo, el primero de los títulos que encontramos en este tomo nos lleva en un primer momento a los escenarios de su infancia y juventud. «Playas, ciudades y montañas», publicado originalmente en 1916, es un paseo por Galicia que luego se extiende por París y Suiza. Tenemos ya al Camba al que no le importa reírse de todo, empezando por él mismo, y que afina como nadie el lápiz en el momento de enfrentarse a la hoja en blanco donde estampará su crónica. Estamos ante el banco de pruebas de lo que vendría, el reportero que viajaba para contarlo.
En «Londres», Camba se fija en todo, empezando por la comida, porque, como él mismo escribió en ese libro, «yo no comprendo bien a la gente mientras no la veo comer. “Dime lo que comes, y te diré quién eres”». Pero todo ello se plasma gracias al humor, como cuando dedica un artículo al decoro británico a propósito de la aprobación de dos proyectos municipales: uno, contra los ladridos de perros, y otro, contra los bocinazos de los coches. A este respecto, Camba reconocía el que «que los perros muerdan a los transeúntes, que los automóviles les aplasten, pase; el caso es que lo hagan silenciosamente, sin anuncio y sin escándalo, como conviene a la moral inglesa. De esto a sofocar con una multa los gritos de los heridos no hay más que un paso».
Julio Camba llegó a tierras germanas antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. «Desde entonces, a nosotros se nos han caído algunos dientes y bastante pelo, y a Alemania, no solo se le cayeron las fábricas, los puentes, los altos hornos y las catedrales, sino que hasta se le llegaron a caer provincias enteras». No hay precisamente en «Alemania», en el libro en el que recopila sus artículos, un intento de análisis político, sino de los más diversos aspectos de la sociedad germana, como la calvicie, el clima, la música, los lagos de Múnich, el teatro, el periodismo y, evidentemente, la cocina.
El gran valor de Camba como periodista es que sus textos nos parecen hoy tan vigentes, nos dicen tanto ahora, como en el momento en el que fueron escritos. Eso es algo que resulta evidente en «La ciudad automática», publicado originalmente por Espasa Calpe en 1932 y que ayuda a hacernos una mejor idea de lo que significaba el poder de Estados Unidos, ejemplificado en el mismo Nueva York que impresionaría por esos tiempos a Lorca o Juan Ramón Jiménez. En el que es su último libro de viajes, Camba habla del carácter multirracial de Nueva York, fijándose en un racismo sin sentido, donde «lo absurdo es eso de separar a los negros de los blancos en el tranvía, en el teatro, en la escuela y hasta en la iglesia, como ocurre especialmente en los Estados del Sur». Su paseo por Wall Street y por los grandes edificios de la urbe es ejemplar, aunque no duda de vincular esa arquitectura con cierta esclavitud, porque «los Estados Unidos se jactan mucho de su modernidad, pero cuanto más se separan de Europa, más tienden a identificarse con las civilizaciones aborígenes del continente».
El volumen de la Biblioteca Castro contiene la que sea probablemente la obra maestra de Julio Camba, con permiso de «La casa de Lúculo: o el arte de comer». Hablamos de «Aventuras de una peseta», con los artículos aparecidos en el diario «El Sol», con sus apuntes sobre Alemania, Inglaterra, Italia y Portugal tras el final de la Gran Guerra. Publicado en 1923, no fue uno de los títulos más queridos por su autor, probablemente porque no llamó mucho la atención de los críticos de su tiempo. Uno de ellos, Antonio Espina, diría en «Revista de Occidente» que en esas aventuras, en lo que definió como «libro saludable», era difícil determinar «si gusta por lo que vale o vale por lo que gusta. Pero el hecho es que el placer se logra y el ‘‘humour’’ también».
▲Lo mejor
Tener en un solo tomo lo mejor del Julio Camba viajero es una siempre gran noticia
▼Lo peor
Pese a sus más de mil páginas, se hace corto; necesitamos más volúmenes de este clásico
«Libros de viaje»
Julio Camba
fundación josé antonio de castro
1.034 páginas, 52 euros