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Berganza, de Larrocha y Berio

Tres grandes a los que recordar en estas fechas
Se ha cumplido el primer aniversario del fallecimiento de Teresa Berganza
Se ha cumplido el primer aniversario del fallecimiento de Teresa BerganzaEVA RIPOLLEVA RIPOLL

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El sábado pasado fue un día triste. Pasaba con el coche por el arco del paseo Don Juan de Borbón que se abre al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y, tras mirar a las ventanas de la Casa de los Infantes que dan frente a la entrada de la Basílica, aquellas que me hacían saber si Teresa Berganza estaba en el pueblo, no pude resistir parar y lanzarle un beso al más allá desde el Jardín de los Frailes. Sus hijos saben por qué. Hacía justo un año que Teresa nos dejó y hoy, domingo, cuando escribo estas líneas, por la casualidad de la opción «en aleatorio» en el iPhone, sonaba en el desayuno su «Carmen» con Plácido Domingo y Abbado. Imposible no recordar los concienzudos ensayos en Edimburgo con Piero Faggioni. Un par de días antes había tenido lugar la presentación de la próxima temporada, a lo grande, por cierto, del Teatro de la Zarzuela y la despedida de estas presentaciones de Daniel Bianco. Ya hablaremos de la exitosa etapa de Bianco, porque aún le queda una temporada al frente del teatro y lo que ahora viene a cuento es que la plazuela a su entrada ya lleva el nombre de Teresa Berganza.
Otra gran artista española habría cumplido cien años el 23 de mayo: Alicia de Larrocha, la pianista que con unas manos diminutas fue capaz de tocar la «Iberia» como nadie, esa obra que Arthur Rubinstein no quería abordar porque, según él mismo dijo, la haría falta un negro –hoy hubiese tenido que emplear otro vocablo– que fuese recogiendo las notas que se le irían cayendo. ¡Hay que ver lo que dio de sí aquella niña que un día asombró a la familia, de músicos por cierto, al tocar de memoria «La primavera», de Grieg. «Lady Mozart», se la llegó a bautizar tras su gira por Estados Unidos con la Filarmónica de Los Ángeles. Sí, Mozart fue uno de sus paradigmas, pero también Chopin, Beethoven, Granados, Falla, Albéniz, Montsalvatge, Mompou, etc. Precisamente estos dos últimos, de quienes por cierto conservo algunas cartas reveladoras, lograron junto a ella y Victoria de los Ángeles colocar Cataluña en lo más alto de nuestra música. Afortunadamente no ha sido olvidada y hay varias acciones emprendidas para recordar su inmenso talento pianístico y su gran humanidad. Quizá hasta alguno de sus actuales colegas que la recordarán se lancen a tocar alguna de las partituras que ella misma compuso. Alicia, como Berganza, recibió el Premio Príncipe de Asturias.
Un 27 de mayo de hace veinte años nos dejó Luciano Berio antes de cumplir 80. Pionero de la música electrónica y una de las principales figuras de la vanguardia musical europea, le hubiera gustado tocar el piano, pero no pudo a causa de una lesión en una mano durante la guerra. Tras la etapa de su matrimonio con Cathy Barberian, a la que ayudó enormemente a desarrollar su versatilidad, viajó a Estados Unidos y descubrió el serialismo en Tanglewood con Dallapiccola. Cuando regresó a Italia era ya una figura, habiendo ganado el Premio Italia en 1966, sido director en el IRCAM de 1974 a 1980, Premio Ernst Siemens en 1989, de la Fundación Wolf en 1991, Praemium Imperiale en 1996 y presidente de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Su «Sinfonia» es quizá su obra más valorada entre sus muchas partituras, entre las que también destaca la serie «Sequenza». No hay que olvidar que escribió un final a «Turandot» de Puccini, ni tampoco sus arreglos y transcripciones a obras de otros autores. En España le pudimos ver al frente de agrupaciones de la Escuela Reina Sofía, donde colaboró ampliamente, y en concreto, despidiendo el curso académico 2000-2001.
Tres grandes a los que recordar.