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Camilo Sesto: así fueron sus últimos días

Cristóbal, el hombre de confianza del artista, asegura que a pesar de su mala salud, el fallecimiento le llegó por sorpresa: «Me cuesta creer que no vaya a verle más»

Varias personas visitan la capilla ardiente de Camilo Sesto, este lunes, en la sede de la SGAE, en Madrid. EFE/Víctor Lerena
Varias personas visitan la capilla ardiente de Camilo Sesto, este lunes, en la sede de la SGAE, en Madrid. EFE/Víctor Lerenalarazon

Tan solo sus íntimos conocían el alarmante alcance de la enfermedad renal de Camilo Sesto. Por ello, su muerte en la madrugada del domingo en el Hospital Universitario Quirón ha pillado por sorpresa a casi todos. Su última aparición pública fue a principios de agosto, en Canal Sur. Le entrevistaron y se le notaba decaído y con dificultades para hablar. Pero nada hacía presagiar el fatal desenlace; de hecho, el cantante llegó a afirmar que «me queda mucha vida por delante y muchas cosas que hacer». Vana ilusión de quien iba a cumplir 73 años dentro de apenas unos días, el 16 de septiembre. No tenía prevista una celebración especial, tan solo pasar esa fecha con su círculo más cercano.

Su hombre de confianza, Cristóbal, colaborador, amigo y confidente durante décadas, confiesa a este diario con mucha tristeza que «me cuesta creer que no vaya a verle más, sus últimos días no nos hicieron pensar que podía morir. Estaba bien, dentro de lo que cabe, pero le llevamos a la Quirón de Pozuelo porque comenzó a sentirse mal. Sufrió una parada cardiorrespiratoria a las cuatro y media de la madrugada del domingo y falleció. Afortunadamente, se nos ha ido sin sufrimientos y en paz».

Cristóbal afirma que hoy se instalará la capilla ardiente en la sede madrileña de la Sociedad General de Autores y que por la noche su cuerpo será incinerado: «Hoy mismo decidiremos si la cremación se realiza en Madrid o en Torrelodones. Te puedes imaginar lo mal que nos sentimos todos, ha sido algo terrible. Camilo y yo estábamos muy unidos, fueron muchos años trabajando juntos, compartiendo lo bueno y lo malo. Era un gran artista y un gran amigo y persona».

El representante del difunto, Eduardo Guervos, aclara que Sesto «comenzó a sentirse mal el jueves, y el viernes le vimos peor y llamamos a su doctora de cabecera, quien nos dijo que le lleváramos el día siguiente a su consulta. El sábado por la mañana vi a Camilo muy mal, había empeorado mucho, y a las siete y media de la tarde fuimos a la Quirón, le llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos al apreciar la gravedad de su estado, y a la una y media de la madrugada sufrió una primera parada cardiorrespiratoria. Pensábamos que se nos iba, pero le pudieron reanimar. Horas después sufrió una segunda parada. Ya no pudo aguantar y murió».

El artista vivía en su chalet de Torrelodones, alejado de todo y de casi todos. No se dejaba ver, aunque su fiel Cristóbal nos desveló hace tiempo que «suele quedar con amigos para cenar en Madrid de vez en cuando. Hace una vida muy tranquila, aquí, en casa, y vienen a verle los íntimos». Fue él mismo quien decidió apartarse del mundo hace años. Ya no le gustaba asistir a actos sociales y tan solo aparecía en público para presentar algún disco o acudir al homenaje que le ofrecieron hace unos meses en su lugar de nacimiento, la alicantina Alcoy. Su último trabajo discográfico, «Camilo Sinfónico», una recopilación de sus grandes éxitos, fue presentado en Madrid en noviembre de 2018. Allí nos vimos, y ya le noté quejoso, con dificultades para andar y hablar. Precisamente en agosto de ese año ya había estado ingresado por problemas renales, un cólico nefrítico y fuertes dolores lumbares en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda. Aunque fue dado de alta tras superar esa complicación.

«No iba de divo»

Afirman sus amigos que se quejaba poco y no le gustaba demostrar flaquezas. Jaime Azpilicueta, que le dirigió en 1975 en el exitoso musical «Jesucristo Superstar», asegura que «Camilo no iba de divo por la vida, era un hombre sencillo y cercano, quizá demasiado bueno e ingenuo». Los que le conocimos y le tratamos durante años pudimos constatar esta apreciación. Camilo era una estrella que vendió millones de discos en todo el mundo, pero al bajar del escenario se transformaba. Recuerdo un día en el que le entrevistaba en su casa de Torrelodones, y por querer hacerse el gracioso casi se cae de cabeza a la piscina. Entonces me enseñó sus cuadros, porque la pintura era una de sus motivaciones vitales, al margen de la música. Y utilizaba con destreza el pincel, aunque en estos últimos años decidió alejarse un poco de los lienzos.

Fueron muy pocos los «elegidos» para traspasar la puerta de su chalet, entre ellos su íntima amiga Ángela Carrasco, hoy rota por el dolor. Al igual que su hijo Camilín, de 35 años, también cantante y residente en México, desde donde viajó ayer hasta Madrid. Al contratrio de lo que en alguna ocasión se ha publicado, ambos mantenían una relación muy cariñosa, y el padre llegó a componer temas para su único hijo, fruto de su relación con la mexicana Lourdes Ornellas, con la que nunca se casó, aunque en una ocasión el artista la describió como «una persona indispensable en mi vida».