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Carpetanos, un pueblo a la sombra de Roma

La Razón

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La confirmación de que la ciudad romana de Caraca se asienta en el Cerro de la Virgen de la Muela de Driebes ha suscitado una gran expectación tanto en el ámbito académico como a nivel social. El hecho reviste ciertamente un gran interés, pero no son éstos los únicos vestigios arqueológicos que se conservan en el lugar, ya que hay suficientes indicios de que, en uno de los extremos del cerro, existió un asentamiento carpetano, con posibles ocupaciones más antiguas que podrían remontarse al Bronce Final.
La trascendencia histórica de Roma y la monumentalidad de sus ruinas han contribuido a que, con frecuencia, quede oscurecido el papel de las comunidades indígenas con las se encontró en su trayectoria expansionista. Por ello, el estudio de la conquista romana y la posterior aculturación de las gentes que habitaban estos territorios deben ser abordadas desde una doble perspectiva y no únicamente desde los textos greco-romanos. Ptolomeo, por ejemplo, es la fuente clásica con más información sobre los límites de Carpetania. La Carpetania histórica ocupaba las actuales provincias de Toledo, Madrid y el sur de Guadalajara y sus habitantes tuvieron un amplio desarrollo cultural, un proceso histórico propio a lo largo de varios siglos que vamos conociendo poco a poco a través del estudio arqueológico de sus abundantes vestigios materiales.
Se conocen bien los lugares en que vivieron que, desde finales del siglo IV a. C., eran auténticos «oppida». Estaban situados en cerros con superficie amesetada o en llanuras elevadas con fácil acceso por alguno de sus flancos y en la mayoría de los casos sin estructuras defensivas monumentales. Se conocen algunos de ellos en los valles bajos del Henares, Tajo y Tajuña, donde el clima es benigno y los suelos de buena calidad que ofrecerían buenas posibilidades de explotación agrícola. Pueden servir de ejemplo este nuevo enclave que se ha encontrado en Driebes, La Muela de Taracena o el castro de Bujalaro. Igualmente sabemos que practicaban el rito funerario de la incineración y que, tras la cremación, enterraban los restos óseos del difunto en urnas cerámicas, acompañados de otros vasos de ofrenda, adornos de metal y en alguna ocasión armas, sirviendo de ejemplo las necrópolis de Armuña de Tajuña, Valmatón en Humanes o Los Olivos de la Merced en Taracena.
A través de los ajuares funerarios y de algunas ocultaciones, entre las que desataca el famoso tesorillo de Driebes, conocemos las exclusivas producciones argénteas que los carpetanos fabricaban en talleres locales, inspirándose en modelos tanto mediterráneos, como continentales. Las piezas más des-tacadas son las suntuosas fíbulas anulares con puente de cinta ancha repujada con motivos figurados, quizás con carácter mítico.
Yacimientos arqueológicos intactos con una amplia secuencia cultural, como el ahora prospectado, permitirán ampliar nuestros conocimientos sobre el desarrollo de las poblaciones autóctonas a lo largo de varios siglos, sobre el momento de contacto con los conquistadores y, también, sobre el proceso cultural subsiguiente en el que paulatinamente fueron incorporándose a la órbita social, económica y política del estado romano.