César Antonio Molina: «Estamos entrando en una sociedad en la que renuncias al pensamiento y la libertad a cambio de comer»
Publica «¿Qué hacemos con el hombre?», un ensayo sobre la inteligencia artificial, el horizonte que le aguarda a las humanidades y el futuro del hombre como especie en un mundo con clonaciones y también con implantes tecnológicos
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César Antonio Molina lo comenta con un punto de pesar, quizá como una explicación del signo de los tiempos que vivimos: «Por primera vez en la historia, la ciencia va por delante que la literatura futurista». Añade luego una coda, a modo de argumentación para una frase que parece ya cincelada para un titular: «La ciencia ficción jamás anticipó el metaverso, los avatares... Estas cosas no aparecen en la literatura de anticipación. Se mencionan después, ahora. La ciencia ya va por delante de la capacidad del ser humano. El desarrollo de la inteligencia artificial está por delante de nosotros», concluye con pesar. El escritor, el intelectual, el hombre que también tuvo la cartera del ministerio de cultura, aborda en «¿Qué hacemos con los humanos» (Deusto) los grandes retos que aguardan a la humanidad: ¿Qué será del legado cultural? ¿Y de la espiritualidad? ¿Podremos llamarnos humanos si no morimos?
No es un libro contra la ciencia, sino sobre el mal uso que se hace de ella. ¿Estamos en manos de multimillonarios?
Estamos en manos de una serie de empresarios, por así llamarlos, y compañías de investigación con suficientes medios económicos y como gente especializada en muchas materias, desde la ingeniería hasta la medicina y todo lo que está entorno a los avances tecnológicos. Ellos son los que creen que han sustituido a Dios, no en un sentido religioso, sino en que consideran que son seres supremos que pueden gobernar el mundo. De hecho, lo están gobernando. Consideran que pueden imponer criterios al margen de los ciudadanos, los gobiernos y las democracias.
Peligroso.
Manejan más datos que muchos Estados y tienen medios por los cuales nos pueden parar la actividad cotidiana, como ya ha sucedido, porque los móviles, los ordenadores y los demás no son propiedades públicas y estatales. Son privadas, y el Estado los teme. Todavía no ha logrado ponerlos en orden. No existe una legislación sobre eso. No hay un poder del Estado sobre este asunto. No quiero decir que el Estado sea mejor, pero este poder tan grande debe ser compartido. Nacieron diciendo que iban a ser benéficas y que iban a ayudar a la humanidad y que no serían productoras del capitalismo extremo, pero hoy todos estos propietarios son los grandes multimillonarios.
¿Se olvidará el conocimiento humanístico?
El cambio es gigantesco. Es infinitamente superior a otros que ha habido, como la imprenta de Gutenberg o con la revolución industrial. Esto es superior a todo esto. Afecta a la esencia del individuo, a su existencia. El ser humano está en un riesgo existencial. Están tratando de cambiar los motivos esenciales de nuestro vivir. Se entrometen en nuestros deseos, emociones, pasiones o libertad, que son fundamentales. Mark Zuckerberg dijo que la privacidad había dejado de ser una norma social y un derecho. Esto va contra nuestras creencias, afectos, el libre albedrío, la felicidad. La esencia del ser humano se ve afectada. ¿Qué cosas nuevas sustituirán a esto tan ancestral por lo que nos hemos regido durante siglos? ¿Qué otros motivos inventarán para sustituirlos? Nos están robando el sentido de la vida y lo único que nos ofrecen son cesiones de nuestra libertad y nuestra mente. Nos usan como materia prima. El ser humano nunca ha sido tratado como materia prima como hasta ahora. Saben nuestros gustos, sentimientos... todo esto nos está erosionando. Jamás ha habido en la historia este riesgo existencial. Este inicio de genocidio existencial. A qué punto están llevando al ser individual. Estamos siguiendo las huellas de un renovado totalitarismo científico y tecnológico. Nos están deshumanizando. El ser humano está pasando a segundo plano, porque estas empresas crean robots a semejanza de él mismo para que intenten superarlo. El problema es qué papel tendrá el ser humano.
«Sobrante humano». Esta expresión es suya.
Vamos a un mundo en el que el ser humano sobrará. Si todo va a ser sustituido por ingeniería robótica. La inteligencia artificial sustituirá a montones de profesiones. En EE. UU. hay una serie de trabajos que desaparecerán en esta década. Son alrededor de 1.000 profesiones. No puestos de trabajo, sino profesiones. El ser humano va a camino de ser sobrante. Y, ¿quiénes se quedarán, usarán la tecnología y la pagarán? Desde luego los pobres y los trabajadores, no. Vamos a un cambio social entre los que tienen el poder y los que no tienen ni el poder sobre sí mismos.
Una sociedad desigual.
Será un mundo totalmente desigual. Estos robots ya no son irracionales. Y están naciendo otro tipo de sujetos que no están ni en un lado ni en otro. ¿Qué derechos y obligaciones tendrán los robots? Una persona que tenga prótesis tecnológicas... va a ser una vida humana. Nacen cuestiones de carácter laboral, económico. En 1971, el Congreso de Estados Unidos promovió una comisión nacional para protección de los seres humanos. No para las especies animales. ¿Por qué? Hay universidades como Oxford que tienen instituciones para el futuro de la humanidad. Y la UE, un proyecto sobre el cerebro humano, y Cambridge, sobre el riesgo existencial... estamos hablando del riesgo para la humanidad y de su protección.
¿Desaparecerá el Homo Sapiens como tal?
Yuval Noah Harari habla del Homo Deus. La unión del Homo Sapiens, al que da por acabado, al igual que yo, y habla de la fusión del Homo Sapiens con la inteligencia artificial. Helga Nowotny, autora de «La fe en la inteligencia artificial», habla ya de coevolución. Hemos evolucionado según la teoría de Darwin y ahora hemos llegado al punto de coevolucionar con las máquinas. Estamos en los inicios de algo que cambiará la humanidad.
¿Cambiarán nuestros valores?
Si el ser humano ya es intervenido, lo demás, la democracia, la libertad, que es expresión del ser humano, también. Todos tenemos una razón de vivir. Pero ante el desconocimiento, si te quitan la cultura y la civilización, y te dicen que no te preocupes, que vas a tener comida, pues ya está. Uno entra en un falansterio en el que cuelgas el pensamiento y la libertad individual, pero en lo que se satisface lo demás. ¿Esto es suficiente? Yo creo que no. Quizá está aquí el problema. Hay que volver a la defensa del individuo y los valores, de nuestro pensamiento y nuestra manera de entender el mundo. «La ciencia nos gana años, pero nos quita la eternidad», dijo alguien. Hoy nos quitan las ilusiones y nuestros pensamientos, pero no nos ofrecen nada. Nos están obligando a entrar ahí. Ya somos esclavos de esto. Y no nos van a dejan salir. El que no se somete, quedará fuera del juego de la vida.
«Antiintelectualismo». Esta palabra es también suya.
Hoy tenemos millones de informaciones. No podemos absorber tal cantidad, pero a la vez el saber y el conocimiento es mucho menor. No lo poseemos nosotros, sino los ordenadores y las máquinas. Vivimos en un mundo de la desinformación provocada por el poder. Las noticias falsas las emite el poder. No tenemos tiempo para asumir las, interpretarlas, oponernos a ellas o apoyarlas. Antes, la ciencia cabalgaba al lado de la filosofía, el pensamiento, la literatura, incluso usaba su lenguaje. Bacon, Galileo o Descartes eran grandes escritores. Para que no los quemara la inquisición, se expresaban literariamente a través de las utopías, un género antiinquisitorial. Pero luego la ciencia ha ido por su lado.
La verdad no vale nada.
La mentira se ha convertido en un elemento fundamental del poder. Es el tema de la ignorancia. Es más fácil manejar a los que no tienen conocimiento. Hoy, con las noticias falsas, las redes sociales, los bulos, la persecución individual... hay muchas maneras de que la mentira cale y que se imponga a la gente. En una encuesta, la gente reconocía que Waterloo era una canción de Abba, pero no una derrota de Napoleón. El saber general desaparece Toda esta cesión del saber a la inteligencia artificial y a la tecnología quita resta libertad. Tener el saber en nuestra cabeza nos ayuda a mantener el espíritu crítico y expresar nuestra disconformidad. Si lo trasladamos a los ordenadores, lo podemos usar, pero vamos a estar usando todo el rato esa máquina y ese saber se va perdiendo. Vamos cediendo ante la fuerza de las informaciones, que son usadas por el poder. Se promueve una ignorancia de los gobernados y de los que nos gobiernan, que cada vez es mayor. Esto es lo que hacía el totalitarismo, que expandía complots. Vivimos un mundo complicado. Creemos que tenemos todo a nuestro alcance, pero estamos muy controlados y vigilados. Don Quijote decía que la libertad era el mayor valor del ser humano. No el amor, Dios o el rey. Pudo decir otra cosa, pero mencionó la libertad. Sabía muy bien lo que era.