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Pintura

Christie's se tira a la piscina con David Hockney

«Retrato de un artista (Piscina con dos figuras)» está fechada en 1972 y puede convertirse en la obra más cara de un artista vivo si alcanza los 80 millones de dólares
«Retrato de un artista (Piscina con dos figuras)» está fechada en 1972 y puede convertirse en la obra más cara de un artista vivo si alcanza los 80 millones de dólareslarazon

Lo decíamos días atrás en estas páginas: al cumplirse los diez años de la quiebra de Lehman Brothers, ¿de qué manera puede afectar el contexto de desaceleración económica a las transacciones del mercado del arte? Optimismo, sí, pero con cierta cautela. Aún estamos lejos, bastante lejos, del escenario de hace casi una década, aunque las cifras de ventas se nos antojen obscenamente abultadas y las sesiones que se publicitan a bombo y platillo con técnicas de marketing otrora inusuales en el universo de las ventas de arte se hayan convertido en el pan nuestro de cada día. Y en este contexto y dentro de ese escenario nos topamos de vez en cuando con valores seguros, con artistas imán, con creadores que atraen a los coleccionistas y a los compradores como abeja a la miel. Sin ir más lejos, David Hockney, que ayer se abría sin codazos y con elegancia un hueco entre los titulares. Su obra «Piscina con dos figuras», fechada en 1972, se puede convertir en la obra más cara vendida de un artista vivo el próximo mes de noviembre si alcanza los 80 millones de dólares (68,5 millones de euros) y le permitiría así al octogenario inglés encabezar la escueta lista de los que alcanzan el Monte Olimpo hablando de transacciones. Arrebataría el cetro a Jeff Koons, rey desde 2013, cuando se vendió en la misma casa de subastas que ahora se atreve con Hockney un perro que simulaba estar hecho con globos de plástico por 58,4 millones de dólares (47 millones de euros). Contengamos el aliento porque todo puede pasar, pues la venta estratosférica y casi marciana (por la cifra millonaria alcanzada, por las dudas posteriores al desembolso sobre su autoría) de «Salvator Mundi» puso de moda hace poco más de un año un sistema de publicidad en el mercado tan agresivo como efectivo que acabará por convertirse en usual cuando la obra lo merezca. Y Hockney, aunque no sea Leonardo, ni tiene por qué, lo es. El cuadro, una de las piezas más icónicas del artista, de su serie acuática, tan apegada a su producción, es considerada por los expertos como el «Santo Grial», una definición cuando menos redonda para un periodista ávido de titulares-impacto. Ahora está en manos de un multimillonario de Bahamas y accionista mayoritario del equipo de fútbol londinense Tottenham Hotspur, Joe Lewis, un apasionado del arte que adorna su yate «Aviva» con un tríptico de Bacon, por no citar los Picasso, Klimt, Freud y Degas que atesora. Dice Hockney (de la misma edad que el propietario de la obra) que la idea del lienzo le surgió cuando se yuxtapusieron dos fotografías, una de un joven nadando y otra de un niño que miraba fijamente desde arriba el interior de una piscina. Se obsesionó con ello, mezcló ambas visiones y pintó la obra. Lo que suceda a partir de noviembre puede hacer historia.