Crítica de “Great Freedom”: la cárcel nos hará libres ★★★★☆
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Dirección y guión: Sebastian Meise. Intérpretes: Franz Rogowski, Georg Friedrich, Anton von Lucke, Joachim Schoenfeld. Fotografía: Crystel Fournier. Austria, 2021. Duración: 117 minutos. Drama.
Anda cerca Austria de Alemania, aunque no hablamos en términos políticos y, menos, sobre nada referente al pasado. Si Fassbinder viese hoy la película dirigida por Sebastian Meise quizá recordaría de nuevo su propia «Querelle», el cine completamente liberado y liberador, tan salvaje y descarnado que emergió del cine que un puñado de directores realizaron en los años 70 y 80 del pasado siglo. Con la diferencia de que antes parecíamos, éramos, más libres y no había pretexto que nos exculpara. Hoy, en este XXI que se quiere sin prejuicios pero sano aunque lo mecen encorsetamientos nacidos por las nuevas censuras puritanas, ver «Great freedom» en el pase para la Prensa supone toda una experiencia extraña porque algunos, los más jóvenes, no pueden tragar ni saliva ante las numerosas escenas sórdidamente eróticas. ¿Por qué? Porque es la historia de un homosexual que, tras ser condenado tras mantener relaciones «impuras» en unos sucios urinarios públicos siguió practicando su erotismo en la cárcel. Porque es la historia real de Hans en tres momentos (1945, 1957 y 1969) de su relación con Viktor, un asesino que se llama muy macho y acaba roto de amor. Un amor por el que también deben ser condenados. Porque esto, en fin, no es ningún programa barato de televisión donde todo está pautado e impoluto, sino una película sórdida, adulta, real, que bucea en todo aquello que sucedió en las minúsculas celdas de una cárcel. Querelle aún se está riendo de nosotros.
Lo mejor: la historia de amor que conduce el filme y la denuncia de un sistema judicial obsoleto
Lo peor: es una película sórdida, dura y descarnada no apta para cualquier tipo de público