Crítica de “Canallas”: entre Hitler y Orcasitas ★★★
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Dirección y guion: Daniel Guzmán. Intérpretes: Joaquín González, Luis Tosar, Daniel Guzmán, Luis Zahera. España, 2022. Duración: 96 minutos. Comedia.
Suena a todo meter Julio Iglesias en un coche al que, luego, los tres jóvenes a lo quinqui que iban dentro le prenden fuego para cobrar el seguro. Lástima que no estaba pagada la última cuota... La introducción del segundo largo dirigido por Daniel Guzmán después de «A cambio de nada» (2015) podría servir perfectamente como resumen en dos minutos y medio de lo que veremos después, a esos personajes ya adultos que no han conseguido dejar las calles donde nacieron y que, día tras día, se devanan los sesos para conseguir dinero fácil a golpe de timos y estafas de bajos vuelos. Lo tiene peor que ninguno Joaquín (actor no profesional y auténtico leitmotiv del filme), que vive aún con su madre, anciana, corajuda, almodovariana y hasta las narices de su hijo, que va de un mal «negocio» a otro y está a punto de perder hasta el piso donde malviven también la niña del tipo y el hermano de Joaquín, otro que tal baila aunque sepa artes marciales.
Por eso, cuando sus amigos (los del incendio) El Brujo y Luismi le proponen un nuevo trabajo relacionado con la dentadura de Hitler nada menos acepta para salir del socavón en el que está hundido hasta las cejas. Berlanga, el cine de los 70, Pajares y Esteso... la España de hoy, nos viene a decir el realizador, que también coprotagoniza la cinta, no es tan distinta en el fondo a la de anteayer, con estos tipos como del «Tebeo» que antes y ahora se niegan a ganar el pan con el sudor de sus frentes y trapicheando por ahí para ver si, de una vez, se hacen ricos y abandonan Orcasitas con destino, no sé, quizá Benidorm. Y mientras la película, al son también de Los Pecos, radiografía con cariño las existencias de estos inocentones delincuentes (hay escenas cómicas buenas, como cuando, vestidos de policías, entran en un casino ilegal) también retrata a ese país que duerme y despierta entre barriadas. Y es que, por mucho que nos toque la Lotería o atraquemos un banco, en la memoria siempre permaneceremos sentados en aquel del parque lleno de grafitis que estaba justo al lado de casa.
Lo mejor
La honestidad y cariño con que Guzmán retrata a estos timadores que parecen del «Tebeo»
Lo peor
A veces da la impresión de que le habría venido estupendamente una última revisión del montaje