Estreno

Alexander Sokurov: «Soy un cineasta ‘‘amateur’’»

Alexander Sokurov / Director de «Francofonía». El realizador ruso plantea un collage sobre el valor de la cultura a través del Louvre, amenazado ahora por las crecidas del Sena

«Francofonía»
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El realizador ruso plantea un collage sobre el valor de la cultura a través del Louvre, amenazado ahora por las crecidas del Sena

Sentado en una terraza durante la pasada Mostra (sin imaginar hasta qué punto el Louvre, el escenario de su filme, estaría amenzada como lo está ahora por las crecidas de agua del Sena) Alexander Sokurov saluda amablemente a los periodistas que lo felicitan por «Francofonía». Poco después, afirma que estaría mejor en casa, trabajando en su próximo proyecto y que hace promoción porque se lo debe a sus productores. Mientras tanto, el ruido de una avioneta emborrona sus palabras, y sonríe. «Hermosa vida», dice satisfecho.

–«Francofonía» se enmarca en la tradición del cine-ensayo, en la línea de la obra de Marker o Godard. ¿Se siente parte de esa tradición?

–El cine es un arte de vasos comunicantes. Cuando un espectador ve una película, no la ve desde el intelecto sino desde los vínculos emocionales que establece con ella. En realidad, lo de menos son las intenciones del cineasta. La experiencia del cine es un híbrido, un caos. No puedo hablar, pues, de influencias porque esas influencias también pertenecen a la mirada del espectador.

–¿A qué responde el título?

–Quería inventar una palabra, algo que añadiese una sombra de sentido a la película. Significa una actitud sentimental hacia la cultura francesa, una actitud parecida a la que sentiría por una hermana mayor. Una cierta dependencia emocional, que rindiera tributo a la importancia que ha tenido en el devenir de la cultura europea. Hubo otros títulos posibles, como «Luz y sombra» o «Claroscuro», pero al final los productores se decantaron por éste, y me pareció bien. Creo que explica bien el espíritu de la película, que es, más que un documental o un ensayo periodístico, una fábula.

–Es una película de montaje, muy fragmentada, al contrario que «El arca rusa»...

–Quería hacer un «collage» de materiales muy heterogéneos, donde tiempos y espacios distintos se mezclan en un mismo gesto, donde todos los anacronismos son permitidos. La película es el contenedor donde se reúnen esos materiales. Pienso, por ejemplo, en el «Guernica» de Picasso, donde nada es ilustrativo, nada es definitivo. Es, en cierto modo, un filme cubista.

–¿De dónde proviene su interés por la Historia?

–Estudié Historia en la universidad, y ya desde entonces me di cuenta de que, en los últimos cinco siglos, las cosas han cambiado menos de lo que creemos. La Historia tiende a congelarse en el tiempo, los sucesos del pasado se proyectan en el presente y en el futuro. Mis películas reflejan eso.

–En más de una ocasión, ha afirmado que aún se siente un estudiante en lo que respecta al cine.

–Lo soy de una manera casi literal. Siempre aprendo durante los rodajes, porque procuro no repetirme nunca. Hay muchos cineastas que trabajan con los mismos actores o género porque tienden a errar. El nombre que te has creado puede ser una limitación. En mi caso, siempre intento arriesgarme. Me considero un cineasta «amateur».

«Occidente mira hacia otro lado con Palmira»

«Francofonía» habla, entre otras cosas, de la necesidad de conservar el patrimonio artístico para mantener viva la idea de cultura. A este respecto, Sokurov opina sobre los atentados al patrimonio en Siria: «Es algo que empezó con la Operación Tormenta del Desierto, cuando los países europeos permitieron que los americanos destruyeran los museos de Bagdad. Es igualmente incomprensible que nadie moviera un dedo cuando el patrimonio histórico de la ciudad de Palmira cayó en manos del ISIS. Se estaba acabando con el pasado de nuestra civilización, y Occidente miró hacia otro lado.